Luis Armando González
Recientemente, site la ANEP realizó su XIV encuentro empresarial (ENADE 2014), sildenafil como resultado del cual surgió un documento que no sólo recoge las preocupaciones y demandas de la cúpula empresarial salvadoreña –o lo que queda de ella después de un intenso y acelerado proceso de transnacionalización empresarial—, sino que también pone de manifiesto su visión de país. Lo reducido de este espacio de opinión, impide realizar un examen detallado del documento ENADE 2014, pero no dar una valoración crítica del mismo. Cualquiera que de una mirada de conjunto al documento mencionado, se encontrará con que su contenido es fuertemente legal. Abarca desde propuestas de nueva legislación, pasando por el examen de los cuerpos normativos en proceso hasta llegar a propuesta de reformas de leyes y observaciones –que más que eso son un rechazo— a algunos proyectos de ley en manos de la Asamblea Legislativa.
El documento lo corona la propuesta de las Regiones Especiales de Desarrollo, que es la preocupación de fondo de la cúpula empresarial y para cuyo propósito se realizó todo el aparataje jurídico-normativo desarrollado previamente. En síntesis, lo que la ANEP está pidiendo al Estado salvadoreño es que le entregue unos territorios en los cuales la única “ley” sea la impuesta por los capitanes del mercado globalizado: una ciudad charter “que se encuentra fuera de la aplicación de las leyes estatales, provinciales o nacionales” (p.196). Ni más ni menos. Como si importara a alguien que no sean ellos, citan a un tal Paul Romer, como si su opinión fuera suficiente para convencernos de que la clave del desarrollo económico está en esas “zonas liberadas” en manos de “terceros” que “administran y ejecutan las normas y reglas de estas ciudades” (Ibíd).
Adiós patrioterismo anticomunista no tan añejo: quienes pretenden desgajar zonas del país y ponerlas en manos de terceros (“gobierno extranjero” o un “conjunto de gobiernos de países reconocidos”) hasta hace poco se rasgaban las vestiduras proclamando su amor a la patria y clamaban a los cielos por la “transmutación” –operada en sus torcidas mentes— de El Salvador en Venezuela. Ni qué decir de lo endeble de su mención de Hong Kong, China o el Reino Unido.
Ninguno de esos países guarda semejanza histórica, económica, cultural o política con El Salvador. No se tiene que ser muy lúcido para entender que Venezuela, Brasil, Bolivia o Ecuador son mejor referencia para nosotros, o para qué ir muy lejos si ahí está Costa Rica. El precio de la ignorancia es alto. Y estos empresarios y sus asesores se llevan las palmas en esa materia… y también en materia económica.
Esta propuesta de ciudades desgajadas del Estado dará mucho que hablar, pero en realidad el problema no es la debilidad del planteamiento sino que tal iniciativa fuera llevada a la práctica.
Bajo gobiernos de ARENA, los empresarios de habrían salido con la suya y la sociedad hubiera pagado los costos de semejante plan, tal como sucedió con la dolarización que causó (y sigue causando) daños irremediables a las familias salvadoreñas, dejando pingües ganancias a los jerarcas de las finanzas.
Otro tema francamente discutible es la visión empresarial de la sociedad o, mejor dicho, la propuesta de sociedad que hacen.
La portada del documento es elocuente: un individuo corre por delante de un pelotón de individuos que lo siguen. Y el documento se titula: El Salvador competitivo 2024. Hay que decir a los empresarios de la ANEP –hay que gritárselos, colgarles rótulos en sus negocios o en sus cuellos— que esa no es una visión para El Salvador. Lo será para sus empresas.
Quizás está bien que sea así: que se persigan unas a otras, que compitan, que las más débiles mueran si no alcanzan a las más exitosas y competitivas… Pero esa visión y esas dinámicas son nefastas para la sociedad.
Desde la lógica social, se trata de construir un El Salvador justo e inclusivo 2024.
Es pernicioso trasladar (o imponer) la lógica del mercado a la sociedad, que se rige (y debe regirse) por una lógica distinta.
Además, en la imagen del documento de la ANEP (y en su visión de la sociedad) hay un individuo que va adelante y detrás un montón de individuos que lo siguen –y unos pocos se acercan al que va adelante. En la sociedad, hay familias, comunidades y grupos con nexos afectivos y de apoyo, no individuos (átomos) sueltos, desligados unos de otros y persiguiéndose entre sí.
Y la imagen es significativa: es uno el que va adelante y los demás lo siguen. ¿Para qué? ¿Para destruirlo? Y una vez que lo alcanzan ¿qué sigue? Para que esa lógica tenga sentido siempre tiene que haber algunos (muchos, la mayoría) que no llegan a la meta, porque si todos llegan la “competencia” se acaba, todos se hacen masa. Es decir, en esa visión tiene que haber “perdedores” y “ganadores”, y estos últimos son pocos y entre menos mejor. Esto es perverso para la sociedad. Definitivamente, es un darwinismo social trasnochado, que celebra la injusticia como el “premio” merecido por aquellos que supieron o no pudieron competir: por no haber tenido los recursos para hacerlo, por no haber podido ocupar un lugar en el mercado.
Es para dar vida a ese darwinismo social que los empresarios quieren sus zonas liberadas de la tutela estatal. Sus intenciones son convertir al país en una gran zona liberada en manos del mercado, pero quieren hacerlo con la justificación del éxito económico en las ciudades charter (hasta llamarlas así apunta a una inaudita superficialidad). En realidad, un país exitoso a nivel empresarial es algo que en sí mismo es poco relevante para la sociedad. Desde criterios sociales –en los cuales ocupan un lugar prioritario las familias y comunidades en situación de vulnerabilidad y pobreza— lo importante es la justicia. Y el éxito empresarial (le creación de riqueza, la competitividad, etc.) sólo tienen sentido si abonan a la justicia y a la inclusión.
Lo contrario significa que los ricos se sigan enriqueciendo y los pobres se sigan empobreciendo. Y de esto ya hemos tenido bastante en el país charter que la ANEP ha tenido a su disposición durante muchos, muchos años.