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Consideraciones sobre el nuevo gabinete de gobierno

Luis Armando González

Para cualquier Presidente electo no es tarea fácil la selección de los miembros de su gabinete de gobierno. En los diferentes entornos laborales y profesionales, salve son inevitables los rumores, buy cialis las presunciones y la apuesta por determinadas personalidades, sobre las cuales se suelen manifestar las certezas más firmes. Simpatías y antipatías salen a relucir; lo mismo que salen a relucir buenos y malos augurios. Se dicen cosas razonables, pero también cosas absurdas que –curiosamente— se dan por verdades indiscutibles.

Lo que no se suele discutir son los factores que entran en juego cuando un Presidente electo procede a la selección de quienes lo acompañarán en su gestión. Además de esos factores, se suele obviar una realidad: los puestos de gobierno a ser cubiertos son limitados (ministros, viceministros, presidencias de instituciones autónomas, secretarías de gobierno y asesores), lo cual quiere decir que no todos los candidatos potenciales tendrán una oportunidad.

Justamente, por lo limitado e importante de los puestos a ser ocupados, la selección no puede ser fácil. Pensando en el caso salvadoreño, ¿cuáles son los factores que, cabe presumir, entran juego en la conformación del gabinete del nuevo gobierno?

En primer lugar, la confianza personal. Es claro que quienes acompañarán al Presidente deben gozar de su confianza, la cual nace de un reconocimiento de sus virtudes éticas, actitudes positivas y entereza. Junto con ello, está la confianza en sus capacidades intelectuales y profesionales. Obviamente, una cosa no va con la otra: se pueden reconocer las virtudes personales de alguien, pero también ser consciente de que sus capacidades no son las mejores. “Amor no quita conocimiento”.

En segundo lugar, el “factor partido”. El Presidente electo de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, tiene un partido sólido tras de sí: no sólo el programa del nuevo gobierno está inspirado en los ideales del FMLN, sino que este último tiene una estructura de cuadros con las competencias y la experiencia suficientes para ejercer cargos de primer nivel en el Ejecutivo. No es reprochable ni carente de sentido que en la búsqueda de candidatos/candidatas para esos cargos la mirada del nuevo presidente se dirija preferentemente hacia los cuadros del partido. Sería ilógico no hacerlo, pues se estarían desperdiciando las propias capacidades. Mostrarse extrañado por ello es propio de quienes no se han dado cuenta que es un figura histórica del FMLN –respaldado absolutamente por su partido—quien ganó la elección el 9 de marzo pasado.

En tercer lugar, el “factor alianzas”. Es cierto: la fórmula electoral del FMLN, además del apoyo partidario, sumó el respaldo de otros sectores amigos y aliados del FMLN. No es de extrañar que, para algunos cargos, la mirada se dirija hacia estos sectores, para identificar personalidades con capacidad de aportar a la nueva gestión. Con todo, no se tiene que dejar de lado que, en el apoyo con esos sectores, no entraron en juego cuotas de poder ni formas de cogobierno con el FMLN. Ni mucho menos se pensó que esos sectores se vincularan al FMLN en un afán de “moderar” su radicalismo o cosa parecida: el respaldo se tejió en torno a la necesidad de profundizar los cambios iniciados en 2009. Por consiguiente, quienes, sin ser del FMLN, se integren al gobierno deberán reflejar ese compromiso con el proyecto del partido y el presidente y vicepresidente electos.

En cuarto lugar, el “factor fortalecimiento institucional-electoral” del FMLN. Esto quiere decir que, aunque el nuevo Presidente necesita contar con el mejor equipo de trabajo en su gestión, tampoco puede quitar la mirada de las tareas y retos del FMLN, que se prolongarán más allá de esta gestión de gobierno, así como de los otros ámbitos en los cuales el partido interviene (por ejemplo, su desempeño en la Asamblea Legislativa y a nivel municipal; o su posicionamiento después de 2019). O sea, las estructuras medias y superiores del partido no deben ser debilitadas, y por el contrario se tiene que hacer un esfuerzo por fortalecerlas. Y esa tarea juegan un papel crucial no sólo el Presidente y el Vicepresidente electos, sino los nuevos funcionarios, procedan o no del FMLN. Dicho de otro modo, es impensable que se integren al nuevo gabinete funcionarios que puedan debilitar o erosionar las capacidades institucionales y partidarias del FMLN.

Por último, el “factor expectativas sociales”. Amplios sectores sociales esperan mucho, en materia de compromiso social, dignificación, justicia, inclusión y democracia, del nuevo gobierno. Incluso sectores que no le dieron su voto esperan señales claras que indiquen que lo de la justicia social, la inclusión, la igualdad y la transparencia va en serio. Cada integrante del equipo de gobierno, además del Presidente y Vicepresidente, debe reflejar eso, no como una manifestación interesada suya (u oportunista) sino como una trayectoria probada de compromiso con la justicia, la democracia y la ética. Figuras erráticas, que se han movido al compás de sus propios intereses (por no hablar de quienes tienen filiaciones de derecha contrarias a la democracia y a la justicia, pero que han logrado maquillar esas filiaciones con una retórica de “compromiso” que no existe), pueden defraudar las “expectativas sociales”, dando la impresión de que siempre son los “más vivos” los que salen ganando.

En fin, la presencia de los factores mencionados –y otros que seguramente existen— indican que seleccionar un equipo de gobierno no es algo fácil para el nuevo presidente de El Salvador.

Este es su primer gran trabajo como gobernante, el cual realizará, qué duda cabe, con la prudencia, realismo e inteligencia que lo caracteriza.

San Salvador, 7 de abril de 2014 

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