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Construir una ética para la vida

Oscar A. Fernández O.

Pese a la insolencia y poderío de la que hace gala el capitalismo global y su expresión más brutal, sales el imperialismo, viagra que mantiene al mundo bajo su dominación, éste ve con espanto que en su seno emergen procesos de incertidumbre y caos, en lo económico, en lo social, en lo ideológico y en lo político, generando un potencial explosivo cada vez mayor, producto de la descomposición de su último modelo llamado neoliberalismo, el cual se hunde frente a nuestros ojos.

El Banco Mundial, asumiendo un rol de liderazgo frente al derrumbe de la ortodoxia capitalista global y el aumento exponencial de la pobreza y la marginación social en la mayoría de países del mundo, publicó su famoso Informe sobre el Desarrollo Mundial y La Pobreza. En él postula, que la reducción de la pobreza en el orbe es la máxima prioridad. Así, este propósito se catalogó como su objetivo fundamental, para el cual se lanzó un programa asistencialista. A esta estrategia se le ha dado en llamar “el aggionarmento (actualización) del modelo neoliberal”, cuyos indicadores veinte años después, demuestran que ha sido un total fracaso. Queda en evidencia que el neoliberalismo es una matriz móvil que conserva principios inmutables.

La crisis orgánica del capitalismo representa la declinación del proyecto de reestructuración y expansión capitalista global, encabezado por las instancias imperialistas y lleva a la humanidad entera a una encrucijada segura: el capital o la existencia. Ante la respuesta tentativa de esta insaciable forma de acaparamiento, que persiste en la súper explotación laboral, la devastación ambiental, la profundización de la pobreza, la violencia y la acumulación centralizada, se postula la necesidad de generar alternativas de desarrollo socialistas, a fin de generar mejores condiciones de vida y trabajo para la mayoría de la población y así, poner en el centro la necesidad de garantizar la reproducción de la vida humana en el planeta.

Muy a pesar de sus anunciadas pretensiones e innovaciones, que harían de las sociedades parajes de prosperidad nunca vista, el modelo neoliberal se ha traducido en una polarización social sin precedentes a nivel global.

En el siglo XX, férreas luchas sociales y de clase en todo el planeta pudieron imponer un cierto control social sobre el capital. Las clases populares, en diverso grado, lograron obligar al sistema a vincular lo que llamamos la reproducción social a la acumulación de capital. El movimiento revolucionario salvadoreño se sumó con éxito a esta lucha mundial y hoy se cosechan frutos de una innegable provisión histórica exitosa, en la larga disputa por cambiar el fatídico futuro que nos tiene reservado el capitalismo.

Lo que ha sucedido con la globalización capitalista es una ruptura entre la lógica de acumulación y la de reproducción social, que ha repercutido en un crecimiento sin precedentes de la desigualdad social y ha intensificado las crisis de supervivencia de miles de millones de personas mundialmente. Los efectos de pauperización desatados por la globalización han generado conflictos sociales y crisis políticas que el sistema hoy encuentra cada vez más difícil contener.

Los problemas del desarrollo más gravosos que aquejan al sistema capitalista mundial, bajo la reestructuración neoliberal y su actual crisis orgánica, se enmarcan en el desarrollo desigual. En primer término, se expresa como una diferenciación entre países desarrollados y subdesarrollados. Supeditado a la expansión capitalista neoliberal, el mecanismo por excelencia consistió en desarticular las economías periféricas y reinsertarlas en la órbita del capitalismo mundial, lo cual produjo la profundización de las desigualdades. En 1970, los países desarrollados (según la clasificación del FMI) recibieron 68% del ingreso mundial, mientras el resto del mundo 32%. En 2000, los países desarrollados recibieron 81% del ingreso mundial, mientras el resto apenas 19%. En el mismo periodo el porcentaje de la población que residía en los países desarrollados cayó de 20 a 16%. Tres décadas de reestructuración capitalista sólo han contribuido a incrementar las asimetrías entre países y junto con ello la pobreza y desigualdad sociales. (Covarrubias: 2009)

En segundo término, se suscita el incremento de las desigualdades sociales derivadas de la concentración de capital, riqueza y poder en la élite transnacional en un contexto de crisis humanitaria: hambruna, pobreza, exclusión, marginación y vulnerabilidad. El 2% de los más adinerados en el mundo, entre los que se encuentran Warren Buffet, Carlos Slim y Bill Gates, posee más de la mitad la riqueza familiar mundial (Davies y Wolff, 2006).

La respuesta a la crisis por parte del gran capital está encaminada a: 1) profundizar el proceso de concentración de capital; 2) acentuar el poder político y militar imperialista, como requisito para sostener el sistema hegemónico y de dominación de los Estados Unidos; y 3) enriquecer aún más a la élite burguesa detentadora del gran capital mundial, con un saldo negativo en menoscabo de las otrora robustas burguesías nacionales.

Sin base ética, sin capacidad de satisfacer las necesidades económico-sociales y sin facultad para emplear las tecnologías y conocimientos disponibles de manera racional en beneficio de la humanidad y de la naturaleza, las elites dominantes de la sociedad, se han convertido en el principal obstáculo para la construcción de un mundo mejor.

La necesidad de un nuevo proyecto histórico revolucionario, se deriva no de un capricho ideológico, sino de la tragedia humana que ha producido el fracaso del capitalismo global, que no logró establecer las condiciones reales de democracia real y justicia social, que fueron las pretensiones originales del liberalismo, hijo de la Ilustración. “Quedan así destrozados los valores fundamentales del Siglo de las Luces y de la Ilustración” y todos somos llamados a legitimar esta “nueva era” incluso para fundamentar legalmente la desigualdad (T. Genro: 2000)

Frente a este triste escenario, la tarea política más apremiante para la izquierda revolucionaria en El Salvador, en tanto afina su fuerza política y electoral para continuar con la transformación de la crítica realidad nacional (y contribuir a la lucha a nivel internacional), consiste en construir respuestas en consulta con los amplios sectores populares de manera permanente, con la celeridad que la solución a los problemas, se demanda.

Sin embargo, la perspectiva revolucionaria ha quedado, para las grandes masas, cuanto menos en suspenso. Las ideas del socialismo, de la transformación radical de nuestras sociedades, del anti capitalismo, han perdido credibilidad. No hay convicción en las grandes masas de que sus luchas concluyan en el anti capitalismo, en una perspectiva superadora de la mediocridad actual. Por eso es que las luchas son fragmentadas, aisladas y dispersas, sin un objetivo político de conjunto que articule las diferentes iniciativas aisladas.

En este contexto, la tarea central de los socialistas revolucionarios en los inicios de este siglo, es aportar a recuperar la credibilidad en la idea del Socialismo y sobre todo en su carácter emancipador y de justicia. Pero esto no puede hacerse al margen de la intervención en la lucha de clases. Deben tomarse como punto de partida, las principales necesidades de las masas en este momento y con las especificidades de cada lugar; todo modelo alternativo a la situación actual, debe partir de esta consideración. Por eso el Gobierno dirigido por el FMLN, está enfocado en reducir la desigualdad social e incrementar la justicia a favor de los perenemente marginados. En un año de gobierno se ha avanzado en esa dirección.

La brutal lógica capitalista, reconoce como única forma legítima del homo sapiens su grotesca caricatura mercantilista, el homo economicus, y cómo único derecho de sobrevivencia, el que pueda conquistar en el mercado, lugar dónde se libra una batalla sanguinaria personificada en el llamado Darwinismo social. Nadie ha formulado esa lógica de guerra contra los desposeídos, mejor que el cura Robert Malthus (1776-1834) cuya ideología constituye la segunda fuente de inspiración actual del neoliberalismo-imperialismo-fascismo. (Dieterich: 2008)

Contrariamente, toda concepción científica dialéctica de la sociedad ha de partir de la naturaleza humana como la condición constitutiva más importante de un sistema social. Marx entendió y explicó al homo sapiens no solo como un ente histórico, sino también biológico, con determinadas estructuras no culturales. Primero es la estructura humana en general y después, la naturaleza humana modificada según cada época, apuntó en el Tomo I de El Capital (1863)

A nuestro planteamiento de construir un nuevo proyecto histórico de carácter revolucionario, hacia la emancipación del pueblo, la implantación de la justicia social y la radicalización de la democracia en El Salvador, está siendo atacada arteramente, por la oligarquía y sus títeres políticos a través de las voces célebres de la ultraderecha, personificada principalmente en la Asociación de la Empresa Privada (ANEP), con su ya clásico discurso fascista, que clama como siempre, por nuestra destrucción y la vuelta de sus privilegios.

La función de nuestra proclama, se centra en cambiar la correspondencia de fuerzas entre los sectores reaccionarios del statu quo y las fuerzas que están por el cambio y la radicalización de la democracia popular. La profundidad de los cambios estructurales que nos conduzcan a dar el salto revolucionario, solo pueden ser factibles mediante la concienciación política y cultural, que permita construir el sujeto político histórico, es decir el pueblo organizado. Debemos ser capaces de armonizar los intereses y comportamientos disimiles de los amplios sectores sociales, para fundar la fuerza transformadora de realidad.

Sin este requisito no será posible, ya que la única forma de superar la crisis económica, social y política que vive El Salvador, pasa por el rompimiento con el modelo neoliberal y la creación de un modelo que despliegue un proceso de transición hacia la revolución, reasignándole al Estado su papel estratégico en la conducción y control de la economía.

Hoy, la crisis global capitalista obliga a las mentes históricamente transformadoras a retomar el marxismo revolucionario, dejando al descubierto las debilidades de nuestros contrarios de clase y la emergencia de una fuerza social potencial de millones de asalariados y jóvenes que han comenzado a ponerse en movimiento. Sin embargo, este resurgimiento y avance del marxismo revolucionario no será automático, sino producto de luchas teóricas, ideológicas y políticas que permitan la construcción de un fuerte partido revolucionario internacionalista, con arraigo en la clase trabajadora y demás sectores marginados y excluidos.

Tenemos la obligación ineludible de parar este proceso de destrucción propiciado por el capitalismo, pero ello supone también que le construyamos contenido a una ética de la vida, para que vivan sobre todo aquellos que se les ha negado el derecho a existir plenamente con decencia y dignidad. Necesitamos nuevos valores, una nueva ética mundial para una ciudadanía universal, como nuevo Poder Soberano sobre el que construir un mundo mejor posible, imprescindible y urgente.

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