Henry Mendoza
Educador Para la Salud y Salubrista.
En El Salvador, con la llegada de los tiernos y románticos vientos de octubre: los cuales susurran esperanza y motivan la hidratación del alma, y con la subsecuente aparición de los catarros en noviembre, se augura la llegada del fin de año.
Tal situación no es percibida únicamente por las manifestaciones naturales propias de la época, sino también por los diferentes ritos culturales (luces navideñas, canciones de desesperanza por el fin de año) que caracterizan la temporada. El prematuro fin de año es percibido en diferentes espacios familiares, comunitarios, educativos, y laborales: en los cuales incluso ya se especula sobre la fecha y los montos a recibir en concepto de aguinaldo, el cual presume de ser un incentivo para la clase trabajadora en reconocimiento por la labor brindada en el año.
Es entonces cuando las ondas radioeléctricas del marketing -actividades empresariales que promueven la venta de productos y servicios- se intensifican, con un constante bombardeo mediático, que no solo se limita a la radio, televisión, y redes sociales, sino también a vallas publicitarias en las diferentes carreteras del país, centros comerciales, entre otros.
El primer paso al derroche de fin de año, inicia con la estrategia de mercado denominada: “viernes negro”, o “Black Friday”, que tiene sus orígenes en Estados Unidos, y en los últimos años con los avances tecnológicos y la profundización de la globalización se ha implementado en diversos países del mundo, incluido Europa que a inicios mostró resistencia por la desventaja competitiva en la cual se posiciona a las medianas y pequeñas empresas.
En El Salvador el “Black Friday” no tuvo ninguna resistencia en 2011 cuando tuvo su primera aparición, y hoy en día se manifiesta con mayor voracidad y eficiencia en las mentes y bolsillo de la población, al grado de encontrar en diversas redes sociales estampidas humanas que a tempranas horas del día corren hacía los centros comerciales más reconocidos en nuestro país.
En la actualidad, cada empresa asigna no solo un viernes negro para tal fin, sino un fin de semana completo (Black Weekend) lleno de “ofertas y promociones” para los consumidores en todo el mes de noviembre.
El consumo en El Salvador no solo se expresa en las fiestas de fin de año, sino con cada “día festivo” que el calendario nos puede ofrecer, partiendo desde el día de reyes (6 de enero), San Valentín (14 de febrero), semana santa, día de las madres (10 de mayo), día del padre (17 de junio), fiestas agostinas, “día de la independencia (15 de septiembre)”, día de los difuntos (2 de noviembre), y cuanta… festividad se pueda inventar, empero la mayor expresión consumista se presenta en fin de año.
El proceso de consumo en sí mismo no debería ser considerado nociva, ya que es reconocida incluso como una expresión natural y necesaria para la vida. Siempre y cuando ésta se relacione con la utilización de mercancías y servicios para la satisfacción directa de las necesidades humanas (Sánchez, Ruiz y Tapiador 1994).
Tales necesidades humanas están ligadas principalmente a la alimentación, vestuario, vivienda, salud, recreación, entre otros, no obstante, el consumo propuesto por el modelo económico actual consiste en estimular la adquisición de bienes y servicios innecesarios, ligados principalmente a símbolos, en las cuales la imagen y el mensaje de las mercancías pasan a tener mayor importancia que el objeto mismo, por lo que en gran medida se consumen signos, publicidad e imagen de marca (Rodríguez Díaz 2012).
Claro que está que acceder a determinados productos, bienes y servicios no está al alcance de todas las personas, sino más bien depende de las posibilidades económicas de cada quien, y que incluso la impulsividad conlleva en algunos casos al endeudamiento, que sobrepasa las capacidades financieras personales, y familiares.
Dentro de las diversas “ofertas y promociones” más observadas en la publicidad de fin de año podemos encontrar las que están relacionadas con: televisores, celulares, video juegos, juguetes, golosinas, bebidas carbonatadas, alcohol, y por otro lado se encuentra la gama de opciones en servicios que se pueda imaginar, desde supuestos descuentos en restaurantes de comida rápida, descuentos en moteles y centros nocturnos, e incluso se ha identificado que en nuestro país, 3 de las principales farmacias se unen al neuromarketing del “Black Weekend” lo que puede contribuir al uso inadecuado de medicamentos, automedicación, etc.
Analizando el comportamiento en el consumo de una población, se encuentran las explicaciones a cómo y de qué las personas se enferman y mueren. Entonces resulta necesario ver la salud desde una perspectiva diferente… ya que implica analizar la salud como resultado y consecuencia de los hábitos de consumo de las personas (Suarez Lugo 2012). Pero además es necesario cuestionar las implicaciones que la voracidad del mercado mundial y el sistema de producción tiene sobre el comportamiento consumista de la población, aunque esto resulte atentar contra intereses transnacionales, y de los cuales muchas veces los gobiernos son cómplices.
El sistema de producción y consumo actual ofrece una gama productos asociados al “bienestar”(televisores inteligentes, celulares, video juegos, internet), que impulsan la acomodación física o sedentarismo que está directamente vinculado a diversos tipos de enfermedades crónicas por un lado, y por el otro, estos aparatos de la “sociedad de bienestar” devuelven y refuerzan los mensajes de consumo que son implantados en las mentes de quienes los utilizan, en otras palabras el sistema mismo impulsa a las personas a comprar los medios y herramientas que el marketing requiere para continuar un ciclo interminable de dominación económica.
Entre los productos más promovidos en las fiestas de fin de año, están las golosinas, bebidas carbonatadas y el alcohol; principalmente cerveza. Todas las Enfermedades No Transmisibles están asociados al consumo excesivo de azúcar, sal y alcohol que al combinarse son una receta perfecta para el caos.
En los últimos años en El Salvador el análisis y abordaje de las Enfermedades No Transmisibles (ENT), ha tomado suma importancia por las implicaciones que enfermedades como la Hipertensión, Diabetes Mellitus, Insuficiencia Renal Crónica, y diferentes tipos de cáncer tiene en la población, así como en el Sistema Nacional de Salud. Se estima que, en el país, para el periodo 2011-2015, uno de cada tres salvadoreños mayores de 20 años murió a causa de una ENT (Zelaya SM, Mejía R. 2018).
En nuestro país, actualmente las personas inician el consumo de alcohol a temprana edad. Según lo destaca la tercera encuesta nacional de consumo de sustancias psicoactiva en la población escolar (2016), el alcohol es la principal sustancia psicoactiva más consumida en la población escolar, mientras los mensajes publicitarios de bebidas alcohólicas sobre las diferentes “promociones” vuelven más accesibles el producto a la población.
El problema del consumo excesivo de alcohol no debe reducirse al mero hecho de consumirlo, sin no más bien pensar en cómo este se relaciona con accidentes viales, nuevas infecciones por VIH – agravado por el Black Weekend de moteles y centros nocturnos- y con la violencia social y domestica que afecta a las familias y comunidades. El consumo excesivo de alcohol además perpetúa el ciclo de pobreza de las personas, teniendo en cuenta que en la mayoría de casos este comportamiento se manifiesta con mayor frecuencia entre los grupos más vulnerables y socialmente excluidos.
En tal sentido es importante mencionar que, tras el desfavorecimiento socioeconómico de las personas, y la implantación mediática de consumo de productos nocivos para la salud, se presenta una diversidad de elementos que se interrelacionan para determinar cómo y de que las personas se enferman y mueren.
Actualmente es más accesible adquirir productos procesados como el azúcar y la sal ultra refinada, y comida rápida, en contraste con los productos que favorecen la salud, tales como frutas y verduras, ensaladas, leche, etc.
Todo el proceso de producción acelerado de alimentos, tales como carne, pollo, hortalizas, y frutas también han de influir en la salud de la población.
Ya es reconocida la relación que existe entre el uso de plaguicidas en los agricultores con la enfermedad renal crónica, patología que tradicionalmente se ha relacionado en personas adultas mayores con hipertensión, o diabetes, y que las grandes empresas químicas internacionales maliciosamente ocultan atribuyendo el problema de salud con hábitos inadecuados en los afectados. Porque claro que está que las transnacionales, las grandes empresas y el sistema de producción-consumo mismo siempre culpabilizarán a las personas por sus problemas de salud, pero nunca reconocerán sus prácticas nocivas como principales determinantes del malestar.
Otro gran sector que siempre se hará el del “ojo pacho” son las grandes empresas ganaderas y avícolas, a las cuales no les interesa si es necesario utilizar hormonas, o incluso antibióticos para acelerar el proceso de producción que la demanda requiere.
Sin duda alguna el estado salvadoreño tiene un gran reto en torno a su obligación de velar por la conservación de la salud de los habitantes de la república, tal y como lo establece la carta magna, considerando que la salud se construye socialmente, a través de la adopción e implementación de ciertas políticas públicas, y la elaboración y ejecución de ciertos programas.
El abordaje de los problemas de salud producto del proceso de producción-consumo adoptado por el modelo de “desarrollo” mundial, regional y de país debe considerar no solo el abordaje desde el sector salud, a través del Sistema Nacional de Salud, sino más bien articular diversos tomadores de decisiones, actores sociales, y líderes para abolir la permisividad que hasta ahora el estado a tenido con la barbarie del consumo desmedido, ya que de no considerarse tal situación estaremos condenando a las futuras generaciones a vivir en el espejismo del desarrollo bajo la sombra de las enfermedades consideradas de primer mundo.
La población en general debe retomar un rol activo en el mantenimiento de la salud, reconociendo los efectos negativos que las ondas radioeléctricas del marketing tienen sobre la economía familiar, organizarse y denunciar las estrategias maliciosas que la radio, la televisión, las vallas publicitarias y las redes sociales utilizan para subyugar las principales necesidades humanas, por sobre las falsas necesidades creadas.
Con la llegada de los tiernos y románticos vientos de octubre debe abrirse paso al análisis sobre los efectos que el consumismo tiene sobre la salud de la población, y cuestionar que la hidratación del alma no se relaciona con el consumo desmedido que el “Black Friday o “Black Weekend” ofrece, ya que para el sistema solo se trata de recuperar lo que en dadivas entregó al trabajador (salario y aguinaldo)…