Oscar A. Fernández O.
En todo proceso se pueden distinguir tres fases dialécticas: tesis, antítesis y síntesis. No se da la tesis sin su antítesis (no existe un tú sin yo, no hay burguesía sin proletariado, etc.). La antítesis se genera por negación de la tesis, y esta oposición se supera mediante la síntesis, que no es más que la transición a un nuevo estado donde no existe la contradicción anterior (pero aparecen otras). La síntesis es la negación de la negación, que inicia un nuevo proceso.
Expliquemos esto de un modo más gráfico, con dos ejemplos del propio Marx:
• Cuando el agua se calienta, sus partículas se agitan. Se crea entonces una contradicción: por un lado hay fuerzas que mantienen unidas a las moléculas del líquido, y por otro lado éstas necesitan cada vez más libertad para agitarse (debido al calor que reciben). Cuando el agua está a 99º no observamos ningún movimiento, pero llegados los 100º se produce una brusca resolución del proceso (no gradual), y las fuerzas intermoleculares se rompen por la agitación, el agua se evapora y las moléculas se separan.
• Otro ejemplo puede ser la revolución francesa. Los burgueses habían ido acumulando el poder económico desde que se establecieron por su cuenta fuera de los feudos. Llega un momento en que controlan con sus empresas todo el comercio y ostentan el poder económico en la sociedad. Pero por otro lado el poder legislativo y judicial sigue en manos de los monarcas absolutistas, que ostentan por tanto el poder político, atando de manos a la poderosa burguesía. Este tira-y-afloja se hace insostenible, y llegado el momento dicha contradicción desemboca repentinamente en la revolución burguesa de 1789, dando paso al nuevo sistema capitalista.
Si aplicamos la dialéctica a la historia, veremos que es un continuo nacer y morir de sociedades, una eterna agonía de sistemas de organización social, cuyas contradicciones internas se van agudizando hasta que quienes necesitan del cambio lo llevan a cabo mediante violentas revoluciones. Por tanto, y esto es principal, el motor de la historia es la lucha de clases, el enfrentamiento de las poblaciones favorecidas por la contradicción contra las deseosas del cambio. De esta forma, Marx proporciona por primera vez una comprensión científica de la Historia, explicando la continua sucesión de métodos de producción (generación de bienes consumibles a partir de materias primas brutas): las fuerzas productivas son dinámicas (se van desarrollando continuamente, cada vez se produce más y la clase trabajadora cada vez percibe una menor parte de esta producción) y terminan por entrar en contradicción con las relaciones sociales de producción, que son estáticas (la clase capitalista posee los medios de producción y el proletariado se ve obligado a trabajar para ella, por ejemplo). Veremos esto un poco más adelante.
Seguramente no es del todo correcto afirmar que “el marxismo es una ciencia”, pues carece de fórmulas y tablas periódicas, pero es innegable que la dialéctica materialista aplicada al proceso histórico adquiere carácter científico, por ejemplo, permitiendo extrapolar (predecir sucesos a partir de la observación experimental).
La dialéctica ha servido para explicar muchos procesos científicos, y se ha aplicado en todos los campos, nutriéndose a su vez ella misma de dichas aplicaciones, como la teoría de la evolución Darwinista, el principio de indeterminación de Heissemberg, la relatividad de Einstein, la teoría del caos, la mecánica cuántica,…