Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y Editor
suplemento Tres mil
No concebía nadie más valiente que aquel personaje escualido que enfrentaba los molinos de viento. Tomaba impulso y a pesar de los gritos de su escudero cabalgaba intempestivamente con su lanza directa a aquellas formaciones que él creía gigantes. Esa es la escena que marcó mi niñez de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra. Una imagen que no olvido y me sigue brindado una grane enseñanza.
En casa de mi abuela Josefina existía una impresionante colección de ediciones de la obra culmine de Cervantes. La que más me gustaba era una de la editorial UTEHA, que contenía ilustraciones de Gustavo Doré, así como un hermoso busto del escritor en dorado. Me encantaba porque aquellos dibujos me hacían imaginarme al hidalgo y hasta la fecha son mi referencia mental del gran caballero andante. No sé cuántos años tenía, pero sí que la lectura me resultaba cansada porque recién aprendía a leer. Así que los dibujos me ayudaban a encontrarme con ese mundo al que poco a poco entré.
Por esos años el Canal 10 presentaba una serie sobre El Quijote que no me perdía. La canción de inicio me encantaba y se presentaba el combate en contra de los molinos de viento que me había impactado en el libro, así como otras escenas de aquel sujeto que “de tanto leer se le secó el cerebro”.
Incluso me parece que no existe pieza literaria con una entrada tan maravillosa como la escrita por “el manco de Lepanto”:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”. En mis talleres la usa como obligado ejemplo.
Ese detalle de no querer acordarse es el motivo por el que uno indaga los treinta y cinco capítulos sin encontrar más respuesta que el excelso ideal que mueve a los osados, a los intrépidos que a pesar de la adversidad y lo imposible se resisten a ser uno más y se aventuran a la vida. Es una hermosa alegoría de la vida.
Así que Don Quijote se convirtió en un ejemplo de perseverancia y osadía, del que vi enseñarse como una tipología de aquellos soñadores. Y los valientes les llamaron quijotes, al igual que emprender acciones como editoriales independientes en nuestra tierra le pusieron el apelativo de quijotada. En pocas palabras nos influyó el Quijote y nos hicimos como él, soñadores que emprenden con la ilusión de la victoria en todo lo que hacemos, aunque a veces quedamos tendidos y derrotados al pie de nuestros retos para volver a ponernos de pie y subir al caballo para continuar luchando.
En mis primeros ejercicios publicados en la plaquette Tiempo en la Marea le dediqué un poema, en el cual existe un verso primitivo en el que le llamé “caballero diletante” por esa su imagen excelsa perdiéndose en el horizonte del tiempo. ¿Qué puedo hacer? Uno admira a algunos personajes, y este es uno de los que más me han impactado en mis casi cuarenta años de vida.
En mi adolescencia tomé fascinación por el capítulo en que cena junto a los cabreros y trae a cuenta en la conversación “aquellos tiempos en que no existía lo mío, sino lo nuestro”. Me fascinó el ideal. Un detalle maravilloso de aquello que conocemos como comunitario, en el que se busca el bien común. Así sigo viendo la vida, como en esas escenas.
Con el tiempo encontré investigaciones en las que a Miguel de Cervantes le señalaban como cristiano nuevo o benei anusim o criptojudío (al final todos los terminos implican lo mismo: hijo de judíos). Eso me hizo interesarme más por el personaje, ya que por casualidades mi familia también lo era. Y se mencionaban detalles y terminologías cabalísticas sobre todo en esa gran novela que me había impactado, por lo que me llevaron a procurar una alianza secreta con él. En mi obra comencé a utilizar esos modelos que además usa a lo largo de sus Soledades don Luis de Góngora (otro cristiano nuevo).
El Quijote fue escrito de 1605 a 1615 y es una de las obras universales de la literatura, una de las más excelsas obras en lengua castellana que es signa de seguirse leyendo.