Luis Arnoldo Colato Hernández
El domingo 1o del corriente México celebró electorales ganadas por AMLO.
Su triunfo es respaldado por el 54% del electorado de acuerdo al INE, inédito en América Latina y que supone la base social que legitima sus programas políticos, económicos y sociales, además del soporte legislativo, donde Morena también se impuso.
También inédito para México es el triunfo en ciudad capital, de Claudia Sheinbaum, miembra de Morena y 1a mujer en alcanzar tal posición.
Esto en medio de la caída del priísmo por el rechazo que la sociedad mexicana le hace por los niveles de corrupción e inviabilidad del modelo derechista.
Y es que elemental para entender este triunfo es considerar el cansancio que los mexicanos resienten por los políticos, considerados un bulto cuya razón de ser es el expolio, la corrupción y la ineptitud e incompetencias que han colocado a México ante un oscuro futuro.
Esto aunado a una guerra contra el narco, que tampoco supone beneficios y sí un aumento de la ilegalidad (hasta 234,000 asesinatos en 11 años) y pérdida de soberanía ante los EU, degenerando en ausencia de autoridad en algunas regiones donde los carteles se ceban en luchas intestinas y enfrentamientos contra fuerzas paramilitares.
En este escenario el triunfo de Morena era previsible pero además inevitable, como improbable de ocultar como múltiples observadores sugieren de los procesos de 2006 y 2012.
Sin embargo, el arribo de la izquierda no implica “girar a la izquierda”, puesto que el modelo económico determina la ruta económica, y las variables política y social, por lo que las expectativas que la población ponen en el ejecutivo chocan contra los límites de esta realidad. Es decir, el desmontaje del Estado fallido existente, pasa por un proceso sostenido que implica relevar a las clases política y jurídica, protectoras del modelo, así como sustituir a la burocracia anquilosada e inefectiva, elegida política y no profesionalmente, para la que la coima es una práctica cotidiana y natural. Se suman a ello las relaciones que México sostiene con EU, benéfica para las élites y los EU, y no para la ciudadanía.
Estas consideraciones no deben sin embargo turbar el hecho de que al arribar Amlo al ejecutivo se oxigena el progresismo latinoamericano, así como los demás proyectos de esta orientación latinoamericanos, mientras que se evidencia que los conservadores lo logran mediante el golpe suave, respaldado por EU, o en el mejor de los casos, por pobres patrocinios electorales, agotados de esperar cambios que impedidos por la derecha, hace del voto una herramienta de castigo y no de rechazo como se ha supuesto.
Queda entonces considerar las posibilidades reales de Amlo, quien se divorció de todo populismo, construyendo sobre la base electoral existente la plataforma que será el proyecto sostenido que rescate a México, trazando objetivos que pueden alcanzarse junto a las fuerzas vivas que constituyen el México pujante, 10a economía global, para que su ciudadanía logre finalmente acceder a las riquezas a las que tiene derecho, pues las ha construido, y es su más legítima heredera.
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