Estrasburgo/AFP
La Eurocámara se pronunciará el miércoles sobre el controvertido acuerdo comercial entre la Unión Europea y Canadá, firmado en octubre tras arduas negociaciones de última hora, y que
Bruselas considera todavía más importante tras la llegada del proteccionista Donald Trump a la Casa Blanca.
«Nunca ha sido más importante que aquellos de nosotros que creemos que el comercio puede ser importante (…) nos mantengamos unidos», subrayó recientemente la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström, tras criticar veladamente el proteccionismo del nuevo mandatario estadounidense.
Para Bruselas, la importancia de este tratado comercial conocido como CETA no se resume a la creación de este espacio de libre comercio de 550 millones de habitantes, sino que busca también convertirlo en el modelo de los futuros acuerdos comerciales, como el negociado con Mercosur.
Y todo ello en un momento en que la incertidumbre planea sobre el comercio internacional, después de que Trump retirara a su país del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y anunciara su intención de renegociar el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN).
El ‘sí’ de la Eurocámara abriría el camino a la próxima aplicación provisional de este acuerdo, que dejaría fuera algunos de los aspectos más controvertidos como el mecanismo de resolución de litigios que facilita a las multinacionales denunciar a los Estados si consideran sus políticas contrarias a sus intereses comerciales.
La correlación de fuerzas en la Eurocámara parece favorable a los partidarios del CETA (derecha, liberales y mayoría de socialdemócratas) frente a sus detractores (verdes, izquierda radical, algunos socialdemócratas y ultraderecha). Todos ellos escucharán las palabras del primer ministro canadiense Justin Trudeau el jueves.
Ganaderos, empleos y medioambiente
El CETA, negociado durante siete años, sigue siendo un acuerdo controvertido, pese a que, según Bruselas, este tratado comercial suprimirá el 99% de los aranceles e implicará el ahorro de 500 millones de euros para los exportadores europeos.
El voto en Estrasburgo vendrá así acompañado de protestas en esta ciudad del noreste de Francia por parte de manifestantes que lo consideran demasiado favorable a las multinacionales y peligroso tanto para el medioambiente como para los agricultores europeos.
Varios estudios contestan los aparentes beneficios del acuerdo, como el de la universidad estadounidense de Tufts, cerca de Boston, que estima que el CETA «implicará la pérdida de 230.000 empleos de aquí a 2023», 200.000 en la UE.
O el encargado por los ecologistas y el sindicato interprofesional de productores de carne, Interbev, que considera desequilibrado el tratado, especialmente para los ganaderos europeos frente a los más potentes productores canadienses.
El asunto de la carne también se encuentra en el centro de las diferencias de las negociaciones en curso entre la UE y países del Mercosur, que decidieron posponer el intercambio de ofertas de este producto hasta la celebración de varios comicios en el bloque, especialmente en Francia.
Para su entrada en vigor completa y definitiva, el acuerdo del CETA deberá ser ratificado por todos los parlamentos nacionales y algunos regionales de los 28 países de la UE, un largo trámite de años con final incierto, visto el veto durante días impuesto en octubre por la región belga de Valonia antes de la firma final.
El parlamento valón reclamaba entonces más garantías respecto al tribunal de arbitraje del CETA, pero con la mente puesta en el más controvertido acuerdo negociado entre la UE y Estados Unidos (TTIP) y que, ahora, la llegada de Trump parece haber puesto «en el congelador», en palabras de Malmström.