Hno. Carmelo Galdós
Tomado de Agenda Latinoamericana
Según los expertos, los 9 puntos de no retorno ya están activos y si no se toman acciones prontas y oportunas para el cambio de dirección, la destrucción de la vida humana en el planeta tierra es irreversible. Esto nos lleva al compromiso y responsabilidad de asumir, en forma personal, comunitaria y universal una opción por la “Conversión ecológica”.
Los científicos han señalado 9 puntos geográficos de no retorno:
1. La Amazonía, como uno de los grandes pulmones de la tierra, está siendo deforestada por incendios y el negocio de la madera, lo cual está provocando sequías frecuentes.
2. El Hielo del Artico, se está reduciendo su área, debido al calentamiento global, lo que incidirá en el nivel del agua y el cambio de corrientes, por la mezcla de agua dulce y salada.
3. Ralentización de la circulación del Atlántico, provoca que el agua acumule menos calor, por lo que el aire de la tierra se calienta más.
4. Destrucción del bosque boreal o taigas, es el pulmón más grande de la tierra que transforma el dióxido de carbono en oxígeno, pero está siendo devastado por incendios y la industria maderera.
5. Mortandad de los corales, que son la base de la cadena alimenticia de la mayoría de los peces y que causaría la desaparición de la mayoría del pescado consumido por los humanos.
6. Hielo de Groenlandia, la pérdida acelerada de hielo irá provocando un aumento paulatino del nivel del agua del mar, atacando a las poblaciones cercanas.
7. Permafrost, es la capa helada del subsuelo terráqueo que almacena gases contaminantes y virus, pero al estar derritiéndose, permitirá la liberación de éstos.
8. Hielo del oeste de la Antártida, la pérdida acelerada provocará el aumento del nivel del agua de mar y graves cambios en los ecosistemas.
9. Derretimiento de la Cuenca Wilkes, este de la Antártida, provocaría una descarga persistente de hielo al mar y un ascenso imparable del nivel del mar, durante años.
Supongo que entre los articulistas de la Agenda habrá algunos especialistas que puedan explicarnos y dar a conocer con mayor profundidad las causas y efectos de estos peligros que acechan a la supervivencia del ser humano sobre el planeta tierra, por lo que yo me enfocaré más en la solución que nos propone en varios de sus escritos y mensajes el Papa Francisco: la conversión ecológica.
Este concepto ha tomado una mayor relevancia a partir del uso y desarrollo que de él hace el Papa Francisco en la encíclica “Laudato si” 216-221 (LS), pero ya había sido utilizado con anterioridad por los Papas Juan Pablo II (Mensaje Jornada de la Paz 1990, Nº3; Catequesis del 17 de enero del 2001) y Benedicto XVI (Mensaje Jornada de la Paz 2007, Nº 8; y 2010, Nº4; CV 51).
El concepto conversión tiene una gran tradición en la Iglesia católica y surge desde el primer mensaje evangélico de Jesús “Conviértanse…(Mt. 3,17). Implica un cambio de actitudes en las personas para ponerse a la escucha de la voz de Dios y ponerla en práctica en su vida. Todavía hoy es el mensaje primero al iniciar la cuaresma, pero no es algo que debemos reducir a este tiempo, sino a todos los aspectos de la vida.
Así es como se amplía el concepto cuando se lo relaciona con el tema ecológico que, primeramente ha podido interpretarse como un deseo de mejorar el ambiente plantando algunos árboles, o con alguna otra actividad. Sin embargo, a partir de la LS, el Papa Francisco ilumina el concepto de conversión ecológica, con otro concepto “ecología integral” que amplía el tema a la relación y responsabilidad de la persona humana con Dios, con los demás, con las plantas y animales y con todas las criaturas.
En el cap. IV de la LS, podemos encontrar el sentido que el Papa Francisco da a la Ecología Integral, partiendo de la afirmación: es aquella “que comprende claramente las dimensiones humanas y sociales” (#137); y explica cuáles son los distintos tipos de ecología: la ambiental, la económica y la social; la cultural y finalmente la de la vida cotidiana. El capítulo se cierra con una mirada a dos principios importantes: el del bien común y el de la justicia entre generaciones.
En la Biblia (Gn. 1,28-30; 2,20) a las personas se les da la responsabilidad de re-crear todas las cosas, sirviéndose de ella y poniéndoles nombre, colaborando para que puedan cumplir la misión para la que han sido creadas. También el trabajo es entendido como re-creación.
Las personas no somos algo extraño a la naturaleza, sino parte de ella. Somos criaturas a las que se nos ha dado una misión: cuidar la Casa Común que, a juzgar por la situación actual, no hemos sabido cumplir.
Si ya el título de la encíclica toma su referencia en el Cántico de las Criaturas de san Francisco, la figura de Francisco y su relación con Dios y con el resto de la naturaleza, las propone el Papa como un modelo a seguir y un ejemplo para la sociedad actual: “Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad.
Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal.
Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (LS 10).
Una vez más, el Papa presenta a san Francisco como modelo de la conversión ecológica en el nº 218: “al proponer una sana relación con lo creado como una dimensión de la conversión íntegra de la persona. Esto implica también reconocer los propios errores, pecados, vicios o negligencias, y arrepentirse de corazón, cambiar desde adentro”.
Cuando en el Cap. V el Papa ofrece “Algunas líneas de orientación y acción” propone como primer paso el diálogo para superar la espiral de autodestrucción. Este diálogo debe darse a varios niveles: a nivel de política internacional, con nuevas políticas nacionales y locales, con transparencia en los procesos de decisión, diálogo entre economía y política y diálogo entre las religiones y de éstas con la ciencia.
Todo esto será imposible si no hay un proceso de educación que nos conduzca hacia un nuevo estilo de vida y nos anime a todos a rechazar el consumismo; tenemos que educarnos en la alianza entre la humanidad y el medio ambiente; el Papa sugiere “la necesidad de una espiritualidad ecológica, fundada en la convicción de nuestra fe porque lo que el Evangelio nos enseña, alimenta la pasión por el cuidado del mundo” (#216); “la espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco” (#222); una vida en simplicidad y sobriedad es liberadora, una vida plena; y afirma que “el cuidado por la naturaleza es parte de un estilo de vida que implica la capacidad de vivir juntos y de comunión”, ampliando el sentido de “fraternidad universal” a todas las creaturas, incluso al viento, al sol y a las nubes (#228).
Mientras las cumbres mundiales nos demuestran la incapacidad de los gobernantes para tomar las medidas necesarias, el impulso de jóvenes como Greta Thunberg nos anima a seguir creyendo y manteniendo la esperanza. El mismo Papa en el Nº 61 de la LS, señala que todavía estamos a tiempo, pero también avisa, en el Nº 161 que si no tomamos las medidas necesarias, “el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes, como de hecho ya está ocurriendo periódicamente en diversas regiones”.
La conversión ecológica nos exige grandes cambios en nuestros estilos de vida (menos derroche y consumismo y más sobriedad), tanto a nivel personal como comunitario, y compromisos políticos que no sean meras palabras, sino acciones concretas.