Begoña Iñarra
Tomado de Agenda Latinoamericana
El individualismo y la competitividad promovidos por el sistema capitalista neoliberal destruyen la cultura comunitaria de la cooperación y colaboración esencial al ser humano y han contribuido así a la crisis provocada por la explotación humana y del planeta.
Los descubrimientos científicos nos dicen que el ser humano, como parte de la Tierra y del cosmos, es en esencia cooperativo. La evolución nos muestra que a partir del Big Bang los átomos en vez de separarse, se unieron y se organizaron en moléculas cada vez más complejas que originaron los minerales y las primeras formas de vida, que fueron complicándose para formar seres maravillosos cada vez más complejos. Es la colaboración y no la competición lo que triunfa en la evolución. Muchos animales, incluidos los seres humanos conectaron unos con otros formando comunidades, para cuidarse y protegerse. Cooperan y colaboran porque eso les beneficia. El lenguaje humano surgió de la necesidad de colaboración entre grupos. El cerebro se ajusta a las perspectivas y emociones de los otros para poder cooperar. Cuanto más fuerte es la relación de cooperación -alianza profesional, confianza, amistad, amor- mayor es la sensación de bienestar y de satisfacción, aunque eso implique sacrificios personales. Todos estos hallazgos científicos afirman que los seres humanos estamos diseñados para conectarnos y colaborar, en vez de competir con los otros. Tomar conciencia de los beneficios y consecuencias psicológicas y sociales de la colaboración a nivel local y global nos ayudará a organizarnos alrededor de una nueva visión y nos dará energía para emprender los cambios que se avecinan.
Felizmente nuevas tendencias de cooperación y colaboración surgen en todos los ámbitos de la sociedad. Ciudadanos se unen en acciones colectivas, la mayoría pacíficas, para hacer valer sus derechos: revueltas en Chile, Bolivia, Colombia, Venezuela, Cataluña, Francia, Hong Kong, Sudan… En todos los países las personas cooperan en alternativas para resolver sus problemas de manera diferente. En la empresa, el núcleo del capitalismo, los start-up y los nuevos emprendedores sociales se unen para montar negocios cuyo objetivo no es solo ganar dinero, sino sobre todo transformar la sociedad y construir un futuro más justo, participativo y sostenible. Aumenta el emprendimiento social, las empresas cooperativas, las economías solidarias, los proyectos y empresas de economía social, solidaria y ecológica que se han convertido en un importante factor económico en muchas partes del mundo. Hoy organizaciones y empresas, aunque a veces sea para lograr más beneficios, fomentan el trabajo en equipo y apuestan por un modelo basado en la cooperación y colaboración, que aumenta la creatividad y la innovación. Internet al posibilitar la cooperación y la colaboración a distancia, facilita el surgimiento de movimientos de todo tipo, y de redes de cooperación y colaboración descentralizadas que ofrecen nuevas formas de trabajar, de relacionarse y de vivir la democracia y la solidaridad.
El reto actual de muchas de esas experiencias colaborativas es ir a la raíz de los problemas y promover palancas de cambio, para que los problemas no solo se solucionen puntualmente en el momento, sino que aporten una solución hacia el futuro que sea definitiva y sistémica, si posible. Se trata no sólo de dar la caña de pescar y enseñar a pescar a quien tiene hambre, sino de transformar la pesca. Y eso solo se puede hacer en colaboración con muchos otros.
Cooperar y colaborar son dos procesos distintos. Cooperar viene de operar, obrar, mientras colaborar, viene de laborar, trabajar. Cooperar es obrar individualmente en una estructura conjunta para lograr un objetivo, mientras que al colaborar el resultado final se logra en la interacción entre varios colaboradores. Si hay una fiesta y 5 personas hacen cada una 1 tarta, es cooperar. Si las 5 personas trabajan juntas en las 5 tartas es colaborar. En la colaboración el resultado final es mucho más que la suma de las acciones individuales.
En el mundo complejo en que vivimos, la colaboración es necesaria para generar conocimiento, innovación y equilibrio social. Sus efectos positivos están demostrados: mayor satisfacción de los colaboradores y mejores resultados. Colaborar exige confianza, adaptabilidad y generosidad ya que sin una mínima dosis de generosidad no hay colaboración posible.
Las empresas cooperativas, una alternativa al modelo capitalista, donde los trabajadores-propietarios administran la empresa democráticamente es un modelo de cooperación. Este movimiento surgió en el s. XIX, como respuesta a la precariedad de los trabajadores causada por la industrialización. Su existencia y viabilidad cuestiona la economía capitalista del interés individual, al que opone la fuerza de la asociación de trabajadores. Frente a las empresas competitivas orientadas exclusivamente al beneficio económico, opone una preocupación económica pero también social y hoy ecológica. El movimiento cooperativo aspira a la transformación social del mundo y del ser humano. Hoy las cooperativas, incluidas las mutualidades de seguros y finanzas, emplean a 280 millones de personas en todo el mundo, casi el 10% de la población activa. En Europa alrededor del 10 % de las empresas y el 6 % del empleo total se encuentra dentro de la economía social y solidaria.
Un destacado referente del cooperativismo universal, es la Corporación Mondragon, con 264 empresas y cooperativas, 15 centros de investigación y desarrollo, y 7 delegaciones internacionales. Los trabajadores, socios-propietarios participan en la gestión de las empresas. Su eslogan es “humanidad en el trabajo”.
En 1943, el sacerdote José Maria Arizmendiarrieta crea la escuela profesional que prepara técnicos para las empresas del entorno de Mondragon. En 1955 asesora a un grupo de exalumnos a comprar un taller de aparatos domésticos que se convierte en la cooperativa Ulgor, luego Fagor electrodomésticos. Pronto se crearon nuevas cooperativas de maquinaria y componentes que Ulgor necesitaba. Siguiendo su estela, en 10 años se crearon 41 cooperativas de trabajo asociado, caracterizadas por la transformación social del entorno. Para proporcionar créditos y no perder independencia frente a la banca privada, en 1959 se constituye la Caja Laboral Popular.
El gobierno negó a los cooperativistas el derecho de afiliación a la Seguridad Social por ser propietarios. Por eso en 1967 surgió una mutua de previsión social que ofrecía a los cooperativistas servicios sanitarios y sociales. En 1966 se constituyó una fábrica con empleos a tiempo parcial reservados a los estudiantes para que pagaran sus estudios trabajando.
Hasta los años 70 cada cooperativa desarrollaba su estrategia sin apenas lazos estructurales de relación, salvo su vinculación a Caja Laboral que les aseguraba los apoyos financieros y de gestión, hasta que en los 80, se completan las cuatro columnas vertebrales de la Corporación Mondragón actual: el área del conocimiento, la industrial, la financiera y la distribución. En 1991 adoptó la actual estructura. Las cooperativas asociadas conservaban su independencia, pero decidieron un desarrollo armonioso y coordinado que considerara las necesidades de cada cooperativa y del conjunto, con el mismo régimen laboral, modelo de gestión y valores.
En la crisis de Fagor, el apoyo solidario intercooperativo, no aseguró su viabilidad y en 2013 comenzó el cese de la actividad. La Corporación aplicó los “mecanismos de solidaridad” para reducir el impacto en el empleo: recolocaciones en otras cooperativas del grupo, prejubilaciones y programas de formación. Esta crisis fue duro un golpe, pero el grupo se ha repuesto.
Las diferentes experiencias de colaboración y cooperación nos hacen ver que los procesos de colaboración siempre tienen implicaciones sobre elementos estructurales al desarrollar las capacidades y mejorar la práctica organizacional del grupo, lo que poco a poco influye en el sistema.
El modelo de trabajo del futuro será de colaboración con visión de especie humana en el planeta Tierra, o no se conseguirá mitigar el cambio climático y evitar el punto de no retorno. El remplazar la colaboración por la competitividad, al sustituir la individualidad por el grupo y la comunidad, cambia la raíz de las relaciones entre personas, grupos y con los otros seres de la Tierra, lo que deja prever una sociedad más solidaria, mas respetuosa de todos los seres del planeta y mas igualitaria.