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Coronavirus y neoliberalismo

José Acosta
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En 1935, en su mensaje anual al Congreso de los Estados Unidos, el presidente Roosevelt expresó: “la primera obligación del Estado es utilizar sus poderes y distribuir sus recursos para erradicar la pobreza y el hambre, y para garantizar los medios de vida frente a contingencias y vicisitudes imprevistas”. El discurso fue pronunciado en un contexto en el que el mundo estaba saliendo de una recesión económica, conocida como la crisis de 1929, provocada por una excesiva libertad de mercado.

A pesar del fracaso del liberalismo económico, décadas más tarde Milton Friedman, un profesor de economía de la Universidad de Chicago y August Von Hayek, profesor de Ciencias Sociales de la misma universidad establecieron las bases teóricas de un nuevo modelo económico basado en la doctrina liberal, al que se le denominó neoliberalismo. “Las únicas sociedades que han sido capaces de crear una prosperidad relativa ampliamente extendida han sido aquéllas que han confiado principalmente en los mercados capitalistas”, sostenía Friedman a principios de la década de los 70.

Precisamente, el neoliberalismo es una doctrina y un modelo que promueve el libre mercado y limita la intervención del Estado en la economía, desde esta perspectiva se afirma que la libertad de mercado es el fundamento del bienestar social y que los estados deben reducirse a su mínima expresión, sobre todo, en su política social; pero que en economía el Estado debe impulsar políticas que prometen la “prosperidad”, principalmente orientadas a otorgar facilidades a los capitales, como: reducir impuestos, asegurar mano de obra con bajos salarios y mínimas prestaciones, construir infraestructura logística, flexibilizar la legislación laboral y medio ambiental, entre otras.

Este modelo se introduce en América Latina en la década de 1970, imponiéndose en primera instancia en Chile mediante un golpe militar contra el gobierno de Salvador Allende, y de ahí se extendió a todos los países de la región. En El Salvador se introdujo con el primer gobierno de ARENA (1989-1994), a través del mecanismo denominado Programa de Ajuste Estructural, que básicamente consistió en “la receta” del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional para implantar el neoliberalismo en el país.

Siguiendo los postulados de la doctrina neoliberal, el Programa de Ajuste Estructural impuso la privatización de un importante número de bienes del Estado, incluida la banca; se liberaron los precios a 230 productos de primera necesidad; se quitó al Banco Central de Reserva la facultad de fijar los intereses que cobraría la banca ya privatizada. Por otra parte, se cerraron instituciones que tenían un rol importante en la política social, como, por ejemplo, el Instituto Regulador de Abastecimiento (IRA) y el Instituto de Vivienda Urbana (IVU). También desapareció la Dirección de Desarrollo de la Comunidad (DIDECO), que era una instancia adscrita a las alcaldías donde las comunidades gestionaban apoyo para la organización y ejecución de proyectos de beneficio social.   

Además, se implementó una reforma tributaria que eliminó impuestos a las exportaciones de café y azúcar y en su lugar se creó el Impuesto al Valor Agregado (IVA), establecido por el gobierno de Cristiani en un 10 % en 1992, y aumentado por Calderón Sol, al 13%, en 1995. La dolarización de la economía salvadoreña, en 2001, y la firma del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, en 2005, son otras medidas neoliberales aplicadas por los gobiernos de ARENA. Asimismo, se debe señalar que durante el gobierno de Francisco Flores hubo un intento de privatización del sistema de salud, lo cual fue evitado gracias a una fuerte movilización social, que tuvo como una de sus expresiones las “marchas blancas”.

Por su parte los gobiernos del FMLN (2009-2019), se destacaron por el impulso de la política social mediante la ejecución de programas dirigidos a beneficiar a los sectores sociales más vulnerables (niñez, mujeres, personas adultas mayores, entre otros) en educación, salud, agricultura, transferencias de tierras y vivienda, sin embargo, no tuvieron la capacidad de desmontar las bases del modelo neoliberal implantado y fortalecido durante los veinte años de gobiernos de ARENA, lo que imposibilitó la organización de la economía del país bajo otros paradigmas.

En el actual Gobierno ni siquiera está en cuestionamiento el modelo económico neoliberal, al contrario, todo indica que la apuesta es a fortalecerlo. El mismo Nayib Bukele que en su campaña presidencial calificó al FMLN de ser “igual de neoliberal que ARENA”, un mes después de su elección visitó The Heritage Foundation, una organización de los sectores más conservadores de Estados Unidos, donde habló de su fe en el libre mercado y de su creencia en un Estado Pequeño.

Ahora, en tiempos del coronavirus, el modelo neoliberal muestra con mayor claridad su incompatibilidad con la preservación de la vida; pues con este modelo económico, se ha logrado la “prosperidad” de las empresas transnacionales y la gran empresa nacional al haberse multiplicado sus ganancias; sin embargo, el bienestar social prometido no llegó, más bien se han incrementado los problemas sociales. Además, el Estado se debilitó y se endeudó. Un área que evidencia tal debilidad es el frágil sistema de salud pública, empeorado por el actual Gobierno, al reducirle la asignación del presupuesto para el año 2020. En estas circunstancias la posibilidad de enfrentar con relativo éxito la pandemia, se proyecta muy dudosa.

Albert Einstein dijo: “Si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo”. Es momento de entender que como país no podemos continuar bajo la lógica de un modelo económico que da privilegios a las grandes inversiones privadas, pero que en tiempos de crisis se le deja toda la responsabilidad al Estado, de enfrentar el momento crítico y posteriormente de recuperar la economía, para lo cual no hay otra alternativa que contraer más deuda, condenándonos a la pobreza y a mayor sometimiento por décadas.

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