Santiago / AFP
Torturados, amenazados, amordazados y a veces expulsados del país. Así vivieron los corresponsales de prensa extranjeros los años de plomo de la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990), que los consideraba portavoces de una «campaña del marxismo internacional».
Diecisiete periodistas chilenos que trabajaban en esa época para las agencias internacionales, entre ellas la Agence France-Presse, relatan las dificultades que encontraron para informar al exterior de lo que ocurría en el país en el libro «Corresponsales bajo dictadura (Chile 1973-1990)».
En esta serie de cuentos cortos de no ficción desgranan cómo vivieron el 11 de septiembre de 1973, cuando los tanques bombardearon el Palacio de la Moneda y acorralaron al entonces presidente socialista Salvador Allende, que acabó suicidándose en su despacho.
En una época en que no había redes sociales ni teléfonos móviles, relatan cómo se las ingeniaban para burlar la censura y los cortes de comunicaciones para sacar la información del país, generalmente mediante una línea telefónica abierta con Mendoza, en Argentina, desde donde se difundía por los teletipos de las agencias internacionales.
«Leído con los ojos de hoy, esta labor de los corresponsales en Chile habla de una gran hazaña colectiva», dijo Olivia Mönckeberg, premio nacional de periodismo 2009, en la presentación de esta obra en la Feria del Libro de Santiago, el lunes por la noche, ante una nutrida concurrencia.
«El público extranjero sabía más de lo que pasaba en el país que los propios chilenos», afirmó en tanto Orlando Milesi, coordinador de la obra.
Ello a costa de arrestos arbitrarios, expulsiones, hostigamientos, censuras, ataques físicos y amedrentamientos constantes, así como el cierre de algunas corresponsalías.
Antes del golpe, el primer acto criminal contra la prensa extranjera tuvo lugar el 29 de junio de 1973 -durante el «tanquetazo», un primer intento de deponer al gobierno democrático-, con el asesinato del camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen, que había llegado a Santiago para documentar la revolución pacífica de Allende.
El hostigamiento a la prensa internacional, que permitió dar a conocer al mundo las violaciones de los derechos humanos y la implacable barbarie del régimen contra cualquier atisbo de oposición, fue una constante de la dictadura, durante la que murieron o desaparecieron más de 3.200 personas y otras decenas de miles fueron exiliadas.
Varios corresponsales extranjeros fueron obligados a abandonar el país ya fuera por la fuerza o porque se les impidió regularizar su situación mediante una visa de trabajo. Y algunos periodistas chilenos se vieron obligados a emprender también el camino del exilio para salvar su vida.