Álvaro Darío Lara,
Escritor
El poeta Mauricio Vallejo Márquez (1979) lo ha contado muchas veces, cómo después de tanta insistencia, su familia, su abuela materna, para el caso, cedió ante el jovencito que preguntaba y preguntaba sobre su padre y sobre su obra. Finalmente, el silencio fue derrotado, y Mauricio desenterró de la casa de su abuela, no sólo antiguos fólderes y páginas del ayer, sino toda una dimensión afectiva y literaria de su progenitor, el escritor Edgar Mauricio Vallejo Marroquín (1957-1981), secuestrado y desaparecido a inmediaciones de la UCA, en esos años fatídicos de la historia salvadoreña.
De esa obra de su joven padre, Mauricio, publica ahora “Cosita linda que sos”, bajo el sello “La Fragua Ediciones”. El libro constituye un vivo testimonio del amor de un hombre por su familia, y por la utopía revolucionaria de los años 70 y 80. Dedicado a su esposa Patricia, y a su hijo, Vallejo Marroquín nos entrega catorce textos poéticos que adoptan la estructura versal y de la prosa, y de los cuales emana, de una forma singularísima, un gran ímpetu juvenil, una energía desbordante, que se manifiesta en su honda proclamación amorosa.
Es el canto de un joven que está en pleno desarrollo de su expresión, que está identificando sus universos temáticos, que va tras el lenguaje. Y es el lenguaje poético, la justa medida, con la cual, Vallejo Marroquín, sentía y respondía ante el mundo.
Buceando en la magia del país mítico, el poeta se regodea en lo real maravilloso de Cuscatlán. Por ello su devoción por las creencias misteriosas de nuestra gente; por el entorno, que lo deslumbra, volviéndolo feliz en su vivencia con la mujer amada. Todo es sobrenatural en esta poesía: “No pensaré en la prueba del puro, ni en la oración de las siete candelas, ni me pondré en una esquina de cuatro puntos a degollar una gallina negra, hacer un círculo con la sangre invocando al diablo para tenerte muertita por mí, tampoco diré la oración de San Luis Beltrán que cura todo mal, hasta el mal de las ganas de estar siempre contigo” (Poema: “Cosita linda que sos”).
Un erotismo que pasa por la cocina criolla, revelándonos sugestivas imágenes: “No huele a guaro. Huele a jutes en alguashte, a cuero con rosas, / a la espuma del mar limpiando el tímpano de una concha tirada en la/playa”. La sensorialidad transita de lo social, de lo amoroso, fundiéndose en un ideal lozano de la vida: “Huele a la victoria en las manos del pueblo. Huele a rumbo. /Huele a ti. Huele rico”. (Poema: “Huele”).
Vallejo Marroquín tiene una expresión desnuda, amatoria; se deleita en lo conversacional, desde la raíz popular salvadoreña, mediante estas imágenes metafóricas: “Eras una malicia, cuando te venadié ya me tenías en la olla. Tu lengua sabía a jocote, almendra y mamey. Estabas rica. Si me ponés el dedo en el ombligo sacabas un cosmos” (Poema: “El sol de la rama de agua”).
La premonición de la muerte se hace presente, al igual que en la obra de algunos de los jóvenes poetas del período bélico, que se inmolaron en los campos de batalla o que fueron cobardemente desaparecidos o asesinados. Es un canto, siempre inspirado en las regiones terribles y fabulosas de lo indígena: “Sólo que no te engañes, yo soy éste, el que va a morir. Ni prócer ni Dios, ni héroe ni mártir. Ni el corazón del quetzal ni el pico del cenzontle. Ni el rayo de Tláloc ni la onda que aja el humo del copal. Escuchá como se insolenta el tecolote, los perros aúllan y revolotean las papalotas. Antes que te digan otra cosa y veas en tu mente caer a Quetzalcóatl y hundirse en el relámpago, recuerda que voy a morir” (Poema: “De probada y correr o quedarse”).
El nacimiento del hijo (una generación que formó familia rápidamente, probablemente como natural instinto a favor de la vida, en medio de un mundo cada vez más precipitado hacia la muerte), es símbolo del nuevo orden, “del nuevo sistema”, su llanto anuncia un mundo mejor en la plenitud del maravilloso principio: “Este brazo es brujo, más que brujo, es el brazo izquierdo que sostendrá el llanto de tus hijos, hijo. Que chillido hijo, hermoso llanto, como escuchar el llanto del nuevo sistema” (Poema: “Nota urgente para el cipote ni tan urgente (Nota nada más)”).
La publicación de “Cosita linda que sos”, ha iniciado, con éxito, una ruta divulgativa de la obra de Vallejo Marroquín. Una obra que merece salir a la luz, para irradiarnos todo ese fuerte humanismo, que más allá de la época en que se gestó, aún continúa iluminando este presente.
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