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Coyuntura y perspectivas de la economía salvadoreña y el neoliberalismo: un callejón sin salida

Salvador Arias

PRIMERA PARTE

Este artículo consta de dos partes, en esta entrega hacemos llegar nuestra reflexión sobre el crecimiento, la inversión y la salida de capitales del país, en ella podrán ver el callejón sin salida que tiene nuestra economía y las posibilidades de resolver los problemas estructurales que dañan profundamente a nuestro pueblo, situación que a la vez transparenta cómo este modelo está hecho para extraer sistemáticamente capitales del país, negándole a nuestra economía la posibilidad de salir de esta crisis y dejando sin posibilidades las esperanzas de una mejor perspectiva para nuestro pueblo.

La economía salvadoreña en 2017 ha presentado tendencia a mantener un dinamismo de bajo crecimiento, esto lo sostenemos a partir de que el país tiene un débil desarrollo de sus fuerzas productivas y creciendo a tasas del 2.7% o menos, es decir, una debilidad en la posibilidad de tener un crecimiento que la saquen del estancamiento en la capacidad de generar riqueza. Estas tasas de crecimiento solo sirven para mantener un esquema de alimentación del proceso de ser una economía exportadora neta de capitales, con un desempleo masivo creciente, un Estado quebrado financieramente y altos índices de pobreza y marginación, paralelamente a una fuerte concentración del ingreso y la riqueza del país. Tanto es así que, sin cambios sustanciales que comiencen a desarticular el actual modelo económico, estos crecimientos son insuficientes para aliviar la presión sobre las condiciones de vida de la población (fundamentalmente de la clase trabajadora más vulnerable) y para resolver los problemas macroestructurales de la crisis financiera del Estado, de la deuda, de la balanza comercial, de la fuga de capitales, etc.; todo esto en la medida que se mantiene el impulso a un modelo de desarrollo basado en la promoción de exportaciones de bajo valor agregado y terciarización de la economía, lo cual provoca un mercado interno deprimido que alienta los bajos costes laborales, o sea, la sobreexplotación (característica de un capitalismo primario), como mecanismo de competitividad internacional.

Las perspectivas de este modelo se perfilan más graves aun, según plantea el FMI, quien prevé un crecimiento alrededor del 2.3% para 2017 y 2018, llegando a estabilizarse en 2% para el 2020. Estas tasas de crecimiento previstas dan cuenta de un modelo económico sin salida para los problemas del país, brevemente mencionados en el párrafo anterior. Para nuestro punto de vista, leyendo y conociendo los problemas del modelo económico neoliberal imperante, la perspectiva es hacia una crisis con tendencia depresiva, hasta llegar a la recesión, la cual tendrá dimensiones graves, más cuando la relacionamos con la clara tendencia hacia una crisis profunda del capitalismo a nivel mundial y del imperialismo del dólar, pues seguimos absurdamente 100% atados a él al estar dolarizados. Nos preocupa que, a pesar que el FMI (institución en la que siguen creyendo y considerándola como el maestro de la economía mundial) les dé estas perspectivas, se siga en el país haciendo gala de que la CEPAL dijo que vamos a crecer 2.7%, esto nos hace concluir (lo decimos con mucho respeto) que hay un alto nivel de desconocimiento sobre economía en los políticos que tienen presencia en las diferentes instancias del Estado, ya sea porque han sido electos por el pueblo que vive en una ignorancia mayor, o puestos en responsabilidades estratégicas por los políticos a quienes el pueblo les entregó el control del Estado.

Para el primer trimestre del 2017, la economía salvadoreña ha presentado un crecimiento del 2.3% con respecto al primer trimestre del año pasado, lo que se corresponde con las proyecciones del FMI. Los sectores que mayor crecimiento presentan han sido el de bienes inmuebles y servicios prestados a las empresas (4.6%) y el de servicios comunales, sociales, personales y domésticos (4.1%). Desempeños también positivos han tenido los sectores de la agricultura (3.2%), la construcción (3.1%) y los establecimientos financieros y de seguros (3.1%).

Sin embargo, estas tasas de crecimiento son incapaces de sustentar un verdadero desarrollo de las fuerzas productivas de la economía nacional1, sobre todo si se analiza el tipo de crecimiento que implican estas tasas. Los sectores con mejor desempeño son los que apalancan el modelo terciarizado salvadoreño. El caso de la construcción, con un crecimiento del 3.1%, ha tenido un comportamiento bastante disperso (con tasas bajas en los últimos períodos), por lo que no se puede establecer una tendencia a partir de esa tasa.

INVERSIÓN

Estas tasas de crecimiento bajas, tienen a su base un esquema de inversiones productivas también bajo. La formación bruta de capital fijo, que representa la nueva inversión productiva, ronda apenas el 17% del PIB, con un comportamiento irregular durante los últimos años, con alzas y bajas pronunciadas, luego de la gran caída sufrida en 2009 a raíz de los efectos de la crisis internacional.

Es importante aclarar que cuando hablamos de inversión o formación bruta de capital, no quiere decir que en ese porcentaje se están desarrollando las fuerzas productivas, ¿por qué?, por dos razones, primero habría que restar la depreciación del capital existente para poder tener claridad sobre la inversión neta, y para poder esclarecer esto necesitamos saber el inventario de capital de diferente tipo en la economía, establecer su depreciación anual y esta restársela a ese 17% de crecimiento. En segundo lugar, tendremos que analizar qué tipos de inversión se están dando, por ejemplo, la inversión en la construcción tiene un impacto importante en el empleo al momento del desarrollo de esa inversión, pero luego ese impacto es marginal y, en consecuencia, en la generación de excedente; el tener una economía de ensamble también hace entender que las inversiones en el país no tienen un impacto dinámico en la generación de excedentes o riqueza.

En fin, la tasa del 17%, aunque superior al 14% promedio histórico, no es suficiente para sacar al país de la crisis, esa tasa debería ser del 30% ó 35% para comenzar a alegrarnos, siempre y cuando esa inversión sea orientada del desarrollo de cadenas integradas en los diferentes sectores reales de la economía y no predominantemente en un sector de servicios, como es la realidad actual.

Por otra parte, este comportamiento de la inversión en el país tiene su explicación fundamental en un modelo económico neoliberal extractor de capitales, tanto con flujos lícitos como con ilícitos. En los últimos 16 años las empresas transnacionales han extraído un total de 15,697.3 millones de dólares. Los flujos de entrada de capital en el mismo período suman US$11,311.8 millones.

Las empresas transnacionales generan un proceso sistemático de salida neta de capitales del país de alrededor de 138% de lo invertido, sin tomar en cuenta la fuga ilícita (también de capitales).

Además, la salida de capitales desde El Salvador hacia paraísos fiscales se ha multiplicado por 18 entre 2001 y 2014, y para este último año alcanza los US$1,700 millones, el 7% del PIB.

La alta presencia de las transnacionales en la inversión extranjera directa (IED) se ha caracterizado por estar constituida de empresas rentistas, que además tienen muy poca o nula fiscalidad, lo que las ha convertido en exportadoras netas de capital. Es así que, en los últimos 17 años, estas empresas enviaron a sus matrices US$9,272 millones en concepto de utilidades y US$3,554.2 millones por repatriación de capitales; en total sustrajeron del país US$12,826.2 millones. De esta manera, bajo el esquema de dolarización y tratados de libre comercio, por cada dólar que las transnacionales han invertido en el país, han extraído 1.40 dólares.

Este comportamiento de la IED explica, en buena parte, la bajísima inversión en El Salvador y permite inferir que la política implementada para atraer inversión extranjera, limita las capacidades de desarrollo de la estructura productiva, a partir de la promoción de empresas rentitas que no transfieren tecnología, con bajo encadenamiento en la matriz productiva doméstica y que generan muy bajo valor agregado al encontrarse en los últimos eslabones del encadenamiento productivo internacional. Además, estos capitales transnacionales mantienen competitividad por reducción de costes laborales, lo que implica condiciones precarias de empleo.

Sin mayores cambios en las tendencias macrofinancieras dadas por el neoliberalismo, la consecuencia lógica es un Estado desfinanciado para llevar a cabo programas que, por lo menos, sean capaces de paliar los efectos de un modelo que amplía las brechas distributivas y, como efecto, profundiza la polarización en términos de subordinación ante la clase hegemónica que ha impulsado esta transformación. En el cuadro que continúa podemos sintetizar la dinámica extractiva de capitales que ha implementado el modelo neoliberal en El Salvador, esta dinámica, entre el año 2001 y el 2016, a provocado una salida de capitales de más de US$60,555 millones, marcando este proceso una de las razones principales de porqué este modelo es un callejón sin salida para la economía salvadoreña, además, si no se desmonta, es una condena para el pueblo que no saldrá jamás de la miseria ni de la pobreza.

En el año 2016 la salida de capitales significó el 21.8% del PIB, una quinta parte de este, ningún economista serio, que no hable ideológicamente en defensa del capitalismo salvaje, puede decir que en esta dinámica del modelo económico imperante, este país tiene posibilidades para salir de la crisis, ninguno, y menos podría decir que tenemos posibilidades para entrar en una dinámica de un desarrollo económico y social.

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