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Crecimiento inclusivo

Ricardo Olmos Guevara
Economista

Los organismos internacionales definen por crecimiento inclusivo a “la distribución más equitativa de los beneficios de una mayor prosperidad, el empleo bien remunerado, la igualdad de oportunidades de empleo y educación y la mejora del acceso y la prestación de servicios financieros y de salud”. (FMI, Finanzas y Desarrollo, marzo 2017).

Este año, el BID presentó el 6 de abril el libro que lleva por título “Crecimiento inclusivo: retos y oportunidades para Centroamérica y República Dominicana”, cuyos coordinadores fueron Jordi Prat y Arnoldo López. Este documento merece ser comentado por la importancia de los resultados que presenta.

En primer lugar, el documento indica que “…El Salvador con 2.3% de crecimiento para el año 2017 aparece como uno de los países con un nivel por debajo del crecimiento mundial, el cual alcanzó la cifra del 3.9%, de la región de América Latina con 2.9% y la región más próxima a nuestro país, me refiero a Centroamérica y República Dominicana (CARD) con 3.8%”. Esta tendencia es la que se ha venido observando a lo largo de los últimos años. ¿Es posible un crecimiento inclusivo con estos resultados para El Salvador? Parece que no. Más cuando se considera que lo inclusivo está referido a la reducción del nivel de desempleo y subempleo prevalecientes, así como los niveles de pobreza y la mejora de los componentes del capital humano.

El referido estudio del BID señala que en efecto ”el crecimiento ha sido moderado, pero preocupa el hecho de que se ha caracterizado por su baja inclusividad, dado su poco poder para disminuir la pobreza y mejorar la distribución del ingreso”, (Crecimiento inclusivo, BID, Jordi Prat, et al, 2018, p.11) ¿El modelo económico de la región resolverá la distribución del ingreso? Parece que no.

En segundo lugar, los autores del informe aciertan cuando indican que no obstante el entorno externo favorable, los aparatos económicos nacionales no parecen reaccionar frente a la reducción de los costos referidos a los precios del petróleo, cuando estos se encuentran por debajo de un 30% del nivel de precios prevaleciente en los últimos tres años; además, la reducción de los niveles de incertidumbre vinculados al control y reducción de los déficit fiscales los cuales para CARD han alcanzado cifras promedio o por debajo del 2.9%. El entorno internacional ha sido favorable para que las economías de la región hayan reducido su déficit de la cuenta corriente, habiendo observado un crecimiento de los flujos de inversión extranjera directa, no obstante que el comercio exterior no ha variado en su composición desde hace treinta años.

En el informe además se indica de los resultados favorables para las economías en su conjunto durante el año 2017 y se pronostica que para el 2018 se mantendrán esas condiciones favorables, sin embargo no se prevé una mejora en los indicadores macroeconómicos para la región.

En tercer lugar, se afirma que “…las apreciaciones en materia de crecimiento económico y capital humano para CADR aparecen por debajo de los resultados alcanzados con respecto a América Latina y al promedio de los países del resto del mundo…”.

La aguda informalización del trabajo, la deserción escolar, los niveles nutricionales y de salud del CADR frente al promedio de América Latina continúan siendo preocupantes y no se presentan propuestas de políticas consistentes para superar este desafío. ¿Por qué América Latina no resuelve estos problemas sociales no obstante haber tenido gobiernos progresistas en algunos casos con más de una década? Sencillo, no cambiaron ni modificaron el modelo económico oligárquico capitalista dependiente.

En cuarto lugar, en el mismo estudio del BID se afirma que “entre los años 2000 y 2017, el ingreso per cápita en América Latina creció en 1,8% y la pobreza se redujo en 13 puntos porcentuales (pasó de 43,8% en 2000 a 30,7% en 2017). Para CARD, estos números son 2,3% y 12,1% (al pasar de 51,8% en 2000 a 39,7% en 2017). Esto implicaría que la elasticidad de la pobreza al ingreso en la región es un tercio menor a la elasticidad de América Latina”, (BID, 2018, p.10).

Cuando se realizan esas afirmaciones existe la creencia por parte de los autores del estudio que es el modelo económico prevaleciente en América Latina y en Centroamérica el que ha reducido la pobreza.

Este error es evidente al no considerar en el referido estudio los impactos de las remesas y su incidencia en la reducción de la pobreza. ¿Cuánto impacto poseen las políticas públicas en la reducción del desempleo, la pobreza y la mejora en los niveles de capital humano? ¿Cuánto impactaron en esas variables los casi 5 mil millones de dólares recibidos por El Salvador procedentes de las remesas para el año 2017? Durante 2017, los recursos transferidos por los emigrantes hacia América Latina sumaron más de US$73,000 millones. (Bermúdez, Ángel, BBC Mundo, LPG. 12/02/2018). Esto último no se indica en el referido estudio del BID ni los impactos de ello en la reducción de la pobreza.

Por consiguiente, me parecen más que afortunadas las palabras de los comentaristas sobre este informe cuando mencionaron al final de la presentación del referido libro que para procurar nuevas “oportunidades productivas” en el país es necesario ampliar la sostenibilidad fiscal; espacio fiscal que debe de tomar en cuenta cubrir las brechas sociales, así como los pagos de la deuda que se han tornado cada vez más crecientes. Se debe continuar la ruta en donde el espacio fiscal cubra las brechas sociales heredadas; asimismo, elevar los niveles de productividad y de las capacidades productivas. Sin duda alguna es preciso revisar los niveles de inversión pública y privada que requiere nuestra economía, así como detener los niveles crecientes de desigualdad de ingresos que por cierto limitan el crecimiento económico nacional frente al promedio de los países del área.

Mientras se tenga un modelo centrado en el apoyo exclusivo de los mismos productos que son comercializados al exterior sin darles apoyo a aquellas actividades que generan producción para el país, y que promueven el mercado interno de CARD, será imposible transitar hacia un modelo con capacidades productivas nacionales a fin de promover el crecimiento inclusivo.

Por consiguiente, los niveles de crecimiento promedio obtenidos por la economía salvadoreña no resuelven el problema del crecimiento inclusivo pues no se han superado en los últimos años las vulnerabilidades de las mayorías salvadoreñas.

¿Es cuestión de modelo económico? ¿Qué estamos haciendo para que los pobres sean artífices del crecimiento económico? Lo más probable es que el modelo económico sobre el cual se pretende reducir los niveles de marginación social y económica solamente profundiza estos problemas puesto que la distribución del mismo crecimiento económico se realiza en el marco de profundos desequilibrios que favorecen a las élites nacionales.

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