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Criminalización de la protesta

René Martínez Pineda

Director Escuela de Ciencias Sociales, UES

La otra arista del pensamiento crítico es la utopía (no hay sociología sin utopistas, así como no hay memoria sin olvidos), o sea, la idea-plan de que el pueblo merece vivir en condiciones dignas estables y que debe luchar por ellas para no caer en la triste condición del súbdito que se arrastra ante el rey. En tal sentido, la protesta social y los emergentes agrupamientos políticos (que defino como la “pre-izquierda”), son los hechos que, por su audacia y combatividad pre-insurreccional, inciden más en el pensamiento crítico sociológico y en las readecuaciones políticas de las izquierdas de cara a recuperar, si pueden hacerlo a tiempo, su perfil histórico de vanguardia popular. La nueva protesta social no exige socialismo ni revolución social, exige “dignidad” y seguridad, y los grupos de izquierda deben tomar en cuenta eso porque, detrás de la exigencia, está la formación de las “pre-izquierdas”, las cuales siempre son mejor opción que las derechas sociales porque pueden llevar a la revolución social. En ese sentido, las nuevas y heterogéneas protestas colectivas, en todo el mundo, son al final resistencias por la dignidad y por el ser, y quienes dieron la pauta fueron los del grupo “los indignados” que, por generación espontánea, apareció en el sur de Europa protestando, principalmente, por el problema del desempleo y la migración criminalizada.

En mi opinión, desde hace diez años se están creando las condiciones subjetivas de una situación revolucionaria (similares, por sus premisas y formas, a las de la Comuna de París, en 1847-1848; las de Tlatelolco, en 1968; las de San Salvador, en 1975) que muchos movimientos de izquierda no logran ver, ya sea porque no tienen una estructura orgánica sólida y consciente dispuesta a todo, o porque se han acomodado a los vicios del sistema capitalista, tal cual es y tal cual está. En esta situación, lo que predomina es la desilusión y el desencanto como formas de concientización. Las personas están indignadas por el trato indigno y aunque no tienen claro cómo podría ser la nueva sociedad, sí tienen claro que no quieren seguir viviendo en esta sociedad en la que el consumismo es la identidad. Es esta la diferencia ideológica entre las situaciones revolucionarias del sigo XX (en las que los grupos de izquierda luchaban por el socialismo) y las del siglo XXI (solo se lucha por la dignidad, independientemente del sistema). Por tal razón, en los últimos cinco congresos latinoamericanos de sociología la temática central en los debates ha sido: “otra América Latina es posible” y el referente, en términos sociales, ha sido Cuba. La temática teórica ha estado clara; la forma de llegar a concretarla sigue estando en el limbo, porque la opción de la vía armada (las guerrillas tradicionales) no parece tener muchas posibilidades, sobre todo después de la experiencia zapatista, y la opción parlamentarista o electoral no parece dar los frutos deseados en aquellos países donde la izquierda es un partido político legal.

Entonces, “la otra sociedad posible” tiene varias opciones liberadoras pero, por el momento, tales opciones no logran traspasar las fronteras del imaginario colectivo. Sin embargo, las nuevas protestas sociales (las más pacíficas de visión romántica, y las más radicales, de visión combativa) podrían ir aclarando el horizonte de los pueblos y las doctrinas de las izquierdas para que vuelvan a la exitosa premisa revolucionaria de la unidad más amplia posible del pueblo como principal arma de lucha, como la forma organizativa más audaz que, por la exigencia de un liderazgo histórico, consolidaría su poder hegemónico en la sociedad, el cual es básico para arribar a la conciencia política democrática que hace significativos los cambios sociales en esa lucha contra la galopante y obscena desigualdad social, mucho más feroz que en el siglo XX. En la actualidad, una sola persona puede ser mucho más rica que países enteros. En la edición 32 del ranking de los multimillonarios de Forbes “se ha establecido un récord de 2,208 multimillonarios de 72 países distintos. La suma de las fortunas de los 32 más ricos del mundo asciende a 7.3 billones de euros, un 18 % más que el año pasado, con un patrimonio neto promedio récord de 3,300 millones de euros. Jeff Bezos, el fundador de la plataforma de comercio electrónico Amazon, ocupa el primer puesto. Este pobre empresario ha desbancado al que, en los últimos 24 años, había sido el 18 veces más rico del mundo, Bill Gates. Bezos se consolida como la persona más rica del mundo, con una fortuna valorada en 90.284 millones de euros. Su fortuna es unas veinte veces el presupuesto nacional de El Salvador. Dependiendo de cómo se le analice, esa es una fortuna realmente escandalosa, o es una pobreza realmente inhumana e intolerable. Esa desigualdad económica, obviamente, se refleja en los tipos, colores, sabores y vicios de los gobiernos regionales en los que el poder del Estado se ejerce, violentamente, en contra del 99 % de las poblaciones. En esa disyuntiva analítica, las nuevas protestas sociales por la dignidad son la esperanza orgánica de que los pueblos ya estén cansados de tolerar tanta injusticia sin meter las manos ni abrir la boca.

Para administrar tanta desigualdad sin tener problemas de gobernabilidad (como cuando se instauraron dictaduras militares genocidas), el capitalismo recurre a otro tipo de dictaduras cuyos ejércitos nutren sus filas con publicistas y políticos corruptos, y cuyo himno nacional enaltece las hazañas del neoliberalismo, el que nunca da la cara para que los pueblos no puedan identificar un enemigo directo de cuyo semen amargo hemos nacido y amado sin descanso a su bien consagrar. Pero la calle ha tomado la palabra, los indignados -por haber sido convertidos en indignos- han tomado la palabra con los grupos emergentes de protesta que ponen a pensar y actuar a los gobiernos y a las izquierdas que, por indecible acomodamiento, están perdiendo sus valores históricos. El vendedor de la calle y las mujeres que trabajan en las maquilas son los futuros comandos urbanos; los jóvenes que están desencantados por la falta de oportunidades son las futuras milicias urbanas, cuyas trincheras son las redes sociales desde las cuales le dan “golpes de mano” a la democracia electoral, a la corrupción y a los liderazgos obsoletos o incompetentes, en tanto que han permitido que el capitalismo derrote a la utopía y a los procesos electorales que replican a las ruedas de caballitos.

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