Kazán/Rusia/dpa
Lo había prometido y lo cumplió. Cristiano Ronaldo guardó silencio tras su debut en la Copa Confederaciones de Rusia, donde desafió la enorme expectativa y se marchó del estadio sin decir una palabra sobre su futuro, al parecer, incierto en el Real Madrid y en España.
No era tan sencillo lograrlo: el delantero de 32 años tuvo que pasarse por alto el protocolo de la FIFA que lo obligaba a presentarse en la rueda de prensa por haber sido elegido “mejor jugador del partido” del empate 2-2 con México.
No lo hizo -la FIFA argumentó que estaba recibiendo un tratamiento en la pierna-, y su único encuentro con la prensa dejó una escena particularmente tensa: con gesto adusto, la vista fija hacia adelante y dos funcionarios escoltándolo, el astro del Real Madrid recorrió la larga zona mixta ante la mirada de los periodistas.
Sí se detuvo ante la marca que patrocina la elección del “mejor del partido” para ofrecer un comentario limitado solo al encuentro: “No es el resultado que queríamos. Es un partido que teníamos casi ganado y encajamos un gol en los últimos minutos, pero estas cosas pasan”, explicó sobre el agónico empate de México en el descuento.
“No hay que encender las alarmas, estamos bien, estamos tranquilos”, continuó el delantero limitándose claramente a lo futbolístico, porque la situación fuera de la cancha presenta un aspecto diferente.
Justo cuando Cristiano Ronaldo estaba por tomar el avión a Rusia, la Fiscalía de Madrid lo acusó de crear una estructura societaria para defraudar 14,77 millones de euros (16,6 millones de dólares).
Al día siguiente, la prensa portuguesa desató otro tsunami al asegurar que el jugador tenía decidido irse del Real Madrid y de España por no sentirse suficientemente protegido ante el escándalo fiscal. Los medios de todo el mundo se lanzaron a especular sobre motivos, cifras de traspaso y destinos posibles para el portugués.
“A veces la mejor respuesta es estar callado”, publicó el jugador el miércoles en su cuenta de Instagram con una foto suya llevándose el dedo a la boca en señal de silencio. Toda una declaración de intenciones sobre lo que ocurriría los días siguientes en Kazán. Con esa tensión acumulada por el terremoto mediático y el largo silencio se llegó al partido de ayer, donde el mundo pudo volver a ver en acción al futbolista más en forma del planeta.
Su figura centró la atención los 90 minutos en Kazán: la mera mención del delantero cuando la megafonía del estadio anunció su nombre encendió a los 34.000 espectadores, y el bramido se repitió cada vez que la pelota llegaba a sus pies.
Por lo demás, el hombre que viene de ganarlo todo en el Real Madrid y ya hace hueco en sus vitrinas para un quinto Balón de Oro dejó solo destellos aislados de inspiración, sobre todo en el primer tiempo del partido.
En uno de esos fogonazos habilitó casi de espaldas a Ricardo Quaresma para regalarle el primer gol del partido. Minutos después repitió una hazaña similar -esta vez de taco-, pero el tiro de Quaresma salió besando el palo. Otro zurdazo que estrelló en el travesaño anticipó un gol de Nani luego anulado por el videarbitraje.
El resto del partido, Cristiano Ronaldo pasó más bien desapercibido y bien anulado por la defensa mexicana. Muchos se sorprendieron cuando su nombre apareció elegido como el mejor del encuentro. El máximo goleador histórico de Portugal tampoco pudo continuar su impactante racha con la selección, donde lleva 12 goles en seis partidos internacionales desde la conquista de la Eurocopa hace un año. El miércoles, ante la anfitriona Rusia, tendrá una nueva oportunidad de volver a marcar. Y tal vez de romper su silencio y responder algunas de las preguntas que el mundo del fútbol se hace en torno a su figura.