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CRÍTICA NECESARIA Y URGENTE A LOS FANÁTICOS Y OPOSITORES DEL DICTADOR BUKELE

Por David Alfaro
7/10/2024

La realidad política en El Salvador ha sido históricamente compleja, y el fenómeno Bukele y su gobierno no es una excepción. En los discursos entre fanáticos y opositores, uno de los aspectos más preocupantes es la ausencia de un análisis profundo que trascienda las pasiones inmediatas y las dicotomías simplistas de «buenos» y «malos». El país, a través de los años, ha pasado por ciclos de autoritarismo, democracia frágil y la consolidación de figuras políticas mesiánicas, en los que cada fase ha sido modelada por una serie de factores estructurales que, lamentablemente, han quedado invisibilizados en el debate actual.

Lo primero que resalta es la tendencia de ambos grupos, tanto fanáticos como opositores, a evitar confrontar una verdad más profunda: la situación actual no se origina únicamente en Bukele, sino que es el resultado de un largo proceso de erosión política, social y económica. Al centrarse exclusivamente en la figura de Bukele, tanto sus seguidores como sus críticos caen en una trampa narrativa que personaliza en exceso y en una sola figura los problemas estructurales del país. La política salvadoreña ha sido siempre mucho más que la lucha de líderes individuales o partidos políticos. Ha estado marcada por la influencia de factores históricos, como el papel de las capas medias, la oligarquía, y el intervencionismo estadounidense, que han moldeado las dinámicas del poder de manera más determinante que cualquier figura particular.

Determinismo Electoral: La Ilusión de la Participación Democrática

Este enfoque limitado a lo personal ignora la profundidad de los problemas. Por ejemplo, el determinismo electoral que ha permeado a la ciudadanía salvadoreña desde hace décadas, una creencia casi ciega en que el acto de votar es suficiente para resolver los problemas del país. Este es un síntoma de una «democracia» que ha degenerado en rituales formales vacíos de sustancia participativa. El modelo de democracia que se ha defendido tanto en el pasado como en la actualidad ha reducido la participación ciudadana a la elección periódica de autoridades gubernamentales, sin mecanismos reales para una participación continua y efectiva. En este sentido, Bukele y su estilo autocrático son simplemente la consecuencia más reciente de un sistema democrático que ya estaba profundamente torcido, podrido y adulterado mucho antes de su ascenso al poder. Y es que Bukele sólo es el síntoma perverso de la podredumbre del estado de cosas, de un sistema económico, social y político terriblemente enfermo.

El Desencanto con Bukele y la Búsqueda del Próximo Mesías Político

El desencanto emergente entre los fanáticos de Bukele es también un indicio de la fragilidad del culto a la personalidad que lo ha sostenido hasta ahora. Este fenómeno de desilusión puede predecir un nuevo ciclo: el pueblo salvadoreño está siempre en busca de un Mesías Político, alguien que encarne la promesa de solucionar todos los problemas a través del poder centralizado. Pero este ciclo no es nuevo. En la historia reciente de El Salvador, las masas han depositado su fe una y otra vez, incontables veces, en figuras que prometían cambios radicales, solo para encontrarse más tarde con la realidad de que ningún líder pueda o quiera resolver los profundos problemas estructurales que aquejan al país. Así, el proceso de desencanto que comienza a surgir puede desembocar en la búsqueda de un nuevo «salvador», perpetuando el ciclo autoritario y alimentando la falsa esperanza en líderes mesiánicos.

Oposición sin Proyecto: Crítica Vacía y Ausencia de Propuestas Viables

Mientras tanto, los opositores de Bukele, en lugar de ofrecer un análisis profundo y una visión de futuro clara, se limitan a la consigna vacía de «sacar a Bukele» o «rescatar la democracia». La ausencia de propuestas claras y viables refleja una desconexión con la realidad de lo que debe ser una democracia genuinamente participativa. Simplemente restaurar la democracia de antes de Bukele no es una solución, porque esa misma democracia fue incapaz de prevenir la emergencia de un líder autoritario. ¿Qué significa «rescatar la democracia»? Si solo se trata de regresar a un sistema donde la participación popular se limita a marcar una papeleta cada cierto tiempo, esa «democracia» seguirá siendo terreno fértil para la corrupción, la concentración de poder y el surgimiento de nuevos dictadores.

El Problema Sistémico: Democracia Grotesca y Autoritarismo Recurrente

Por tanto, tanto los fanáticos como los opositores deben preguntarse si realmente están dispuestos a enfrentar los problemas estructurales del país, o si prefieren seguir navegando en la capa superficial del debate político. Un análisis más profundo debe comenzar por reconocer que la figura de Bukele no es la raíz, sino el síntoma de un problema sistémico que ha estado en gestación durante décadas. Los partidos políticos, la burguesía, los medios de comunicación, las instituciones, los gobiernos estadounidenses y el mismo pueblo salvadoreño han contribuido, de una u otra manera, a la creación de este sistema político que ahora da cabida a una democracia cada vez más retorcida y podrida.

Si no se logra avanzar hacia un análisis conceptual más sólido, El Salvador podría estar condenado a vivir bajo la sombra de autócratas y figuras autoritarias que capitalizan sobre el descontento social sin ofrecer una transformación real. En este contexto, la democracia, tal como la conocemos, se convierte en una caricatura grotesca de lo que debería ser: un sistema participativo, inclusivo y que refleje las verdaderas necesidades del pueblo.

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