@caralvasalvador
Paul Krugman Premio Nobel de Economía, viagra a firmó en octubre de 2009: “En 2005 estaba de moda adoptar el sistema de pensiones chileno. Gracias a Dios seguimos teniendo un modelo estatal de pensiones”, aseveró Krugman, quien añadió que de haber hecho suyo el modelo de las AFP, en el país del norte “se hubiera producido otra gran crisis” (f: La Nación), por aquellos años la crisis económica aún golpeaba a las economías mundiales por la depresión de esa década.
En fechas más recientes Joseph Stiglitz Premio Nobel de Economía 2001, mostró su preocupación por el sistema de pensiones chileno, el 22 de junio de 2015 al indicar: “Chile tendría que estar sumamente preocupado, porque es uno de los países de la OCDE que tiene mayor cantidad de inequidad” dijo el economista al participar vía videoconferencia en el Seminario “Sistema de Pensiones: experiencias y tendencias internacionales”.
En esa línea, propuso alejarse de este sistema de pensiones y contar con uno público.
“A pesar que toda la sociedad está pagando este enorme costo, aquí el que gana, ciertamente, es el sector financiero. Esto simplemente ha realzado el ingreso al sistema financiero en ese país y esto es un juego con una suma negativa. Esto es una enorme pérdida para la sociedad. Es muy importante alejarse del segundo pilar que se refiere al sistema privado” (Diario financiero Chile).
Y agregó: que en el mundo hay 23 países que privatizaron sus sistemas de pensiones, pero siete de ellos ya revirtieron su decisión y muchos lo están reconsiderando.
Como hemos anotado en otro comentario, en nuestra nación parece que hablamos de deudas sobre deudas, no de liquidez de las pensiones, si el Estado debe endeudarse cada año para pagar un fondo adquirido hace décadas, es un juego de sumas negativas, un pozo sin fondo, que terminará en un colapso económico.
Resulta que pagamos deudas por el modelo actual de pensiones, mientras se disminuye el presupuesto para la seguridad, educación, salud, infraestructura y al final el desarrollo de la nación, según el modelo actual disminuiremos el beneficio de servicios estatales de la población salvadoreña, profundizando la brecha de la desigualdad social.
Hace algunos años economistas pronosticaron este agudo problema financiero, fue objeto de campaña 2009, en aquellos tiempos el candidato presidencial del partido ARENA en su proyecto “un país más justo” anotaba: “El financiamiento del programa incluye, además de la utilización de fondos de pensiones y algunas medidas concretas de gestión fiscal y financiera, un escenario en el que proyectan crecimiento de la recaudación fiscal en más de $300 millones anuales y ahorro con la focalización de subsidios”. Si somos objetivos, estas palabras tienen diferentes interpretaciones, pero como sociedad debemos encontrar una solución posible, un encuentro con una realidad que no sacrifique a los trabajadores, pero tampoco aumente la incertidumbre sobre la pensión de los beneficiarios; acá no se trata de imponer una solución a las fuerzas política, sino de ganar como nación, si dejamos por fuera los motivos ideológicos o el peso mediático sobre una posición u otra, la realidad obliga a encontrar una salida donde ganemos todos. La reforma al sistema de pensiones no es una campaña política, es una estrategia para beneficiar y ampliar la pensión a cientos de miles de salvadoreños.
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