Renán Alcides Orellana
I
De allá al pie de la montaña
– Cacahuatique milenaria
Ciudad Barrios ancestral y lenca –
un peregrino verdadero seguidor de Jesucristo
se nos vino encima con todo. Oscar Arnulfo nos sacudió
con su voz y su estandarte. Nos enseñó
la sonrisa negada a los abuelos. Las primeras letras
para escribir solidaridad en las paredes y el llanto
más sublime cuando se da la vida por los otros.
Con su sangre inmortal y su cosecha
hizo luz el camino por fe y obediencia.
Siervo copiloto de Dios llevó hasta lo más alto
la fe y la esperanza de los que así creyeron.
II
Predicador de las bienaventuranzas
y de la buena nueva ámense los unos a los otros
te diste entero Oscar Arnulfo; sin reservas,
sin condiciones, con ofrenda total de tu martirio.
Como Jesús demandaste respeto a la casa del Padre,
casa del campesino y del obrero. Echaste a latigazos
a los mercaderes del oprobio y la injusticia.
Y resonó desafiante por los aires tu sentencia:
– En el nombre de Dios, pues, y en nombre
de este sufrido pueblo, cuyos lamentos
suben hasta el cielo cada vez más tumultuosos,
les suplico, les ruego, les ordeno ¡Cese la represión!…
Así sellaste tu suerte. Tu anticipada muerte.
Para que se cumplieran las insagradas escrituras del tirano:
«Haga patria, mate a un sacerdote». Igual que el Maestro
irías a la muerte. Y una muerte de fusil para alentarnos.
Tu voz profética se alzó sobre las sombras:
– Si me matan resucitaré en mi pueblo.
Y lo hicieron: te mataron.
Y lo hiciste: resucitaste en medio de nosotros.
III
Cuentan que se cuentan milagros y misterios.
Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador,
cuentan que dijo Ellacuría, uno de los dos Nachos
mártires de la fe y el conocimiento. Y se cuenta que,
con el pueblo a cuestas, el obispo poeta don Pedro
elevó a los altares a su hermano entrañable Oscar Arnulfo.
Sos el San Romero de América, cuentan que le dijo.
Signo popular anticipado a la santificación de los conventos.
Por obra de Dios, Romero se hizo vida en el martirio.
En los anhelos de justicia de los pueblos Monseñor Romero
ha resucitado, cuentan que cuenta el padre Jon Sobrino.
Pero cuentan también – y quien lo cuenta da fe
para que sea creído- que en la orilla opuesta cada día
son menos los aplausos de los que hace veinticinco años
compartían el champán con los celebradores de la muerte.
Desvelo de conciencias. La doble moral palidece
en los confesionarios. Ahí los judas, los caínes
los pilato, los herodes, los sumos sacerdotes,
los de siempre legisladores del mal.
Se oyen los pasos del profeta seguido de su pueblo.
Cada vez más cerca las pisadas son ruido de pie grande.
Resucitado entre su pueblo Monseñor Romero hace vida
su temprana muerte. Entre ayer y mañana el Profeta y Mártir
sigue y camina. Monseñor Romero camina y sigue
hasta el día de su canonización, por los siglos
de los siglos… ¡Amén!
En el 25 aniversario martirial
de Monseñor Romero, III-2005.