Por Sam Jahan/Nick Perry
Cox’s Bazar/AFP
Al menos 60 rohinyás de Birmania que intentaban sumarse a los 500.000 refugiados en el vecino Bangladés murieron o desaparecieron en el mar, anunció el viernes la ONU, que denuncia una «pesadilla humanitaria» en uno de los mayores campos de refugiados del mundo.
«Mi mujer y mis dos hijos sobrevivieron. Pero he perdido a mis tres hijas» explica entre llantos Shona Miah, un rohinyá de 32 años que esperaba poner a su familia a salvo de los violentos enfrentamientos iniciados hace un mes entre el ejército birmano y los rebeldes musulmanes rohinyás.
A medida que son descubiertos, los cuerpos de los naufragados son colocados en el suelo de una escuela cerca de la playa en Cox’s Bazar.
De momento hay 23 muertes confirmadas, mientras que 40 personas están desaparecidas y «presuntamente ahogadas», según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
La embarcación salió el miércoles por la noche de una localidad costera del Estado birmano de Rakáin, epicentro de los enfrentamientos entre ejercito y los rebeldes musulmanes rohinyás. Según testigos, la embarcación naufragó muy cerca de tierra firme debido a las lluvias torrenciales y los vientos violentos en el golfo de Bengala.
Este drama recuerda que los rohinyás, una minoría apátrida de un millón de personas instalada en Birmania, siguen afluyendo hacia Bangladés, pese a las promesas de Birmania de que han cesado las violencias y que numerosos pueblos musulmanes no fueron incendiados.
Pero hasta que se produzca ese muy hipotético retorno, en los campos de Bangladés las autoridades y las oenegés están desbordadas por la marea humana.
La policía bangladesí anunció el viernes haber impedido a más de 20.000 rohinyás que crucen la frontera.
Y la Cruz Roja denunció el viernes los riesgos sanitarios y de epidemias, con miles de casos de diarrea aguda provocados por las desastrosas condiciones de higiene.
Vacunas contra el cólera
La Cruz Roja indica que en algunos campos hay un solo WC para varios centenares de personas, con lo que los excrementos se acumulan por todas partes.
Además un lote de 900.000 dosis de vacuna contra el cólera está siendo llevado a los campos, donde las oenegés temen una epidemia.
La Cruz Roja estima en unos 3,6 millones de litros por día las necesidades de agua para el medio millón de personas que se hallan en los campos.
A ello se añade el hecho de que los refugiados vienen de una de las regiones más pobres de Birmania, y llegan en estado de gran fragilidad física: uno de cada cinco sufren de desnutrición severa, indicó el viernes la agencia para los refugiados de la ONU.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, pidió el jueves a Birmania un «cese de las operaciones militares» en el oeste del país y denunció una «pesadilla humanitaria.
En una inusual reunión pública del Consejo de Seguridad sobre Birmania -la última remontaba a 2009- Guterres pidió al gobierno birmano un «acceso humanitario» en el oeste del país y «asegurar el regreso en seguridad, voluntario, digno y durable» a sus regiones de origen de los refugiados que han huido a Bangladés.
Pero más allá de las habituales condenas a la violencia y los llamados a poner fin a los combates, Pekín, con el apoyo de Moscú, rechaza cualquier injerencia en los asuntos interiores birmanos.
China es el principal apoyo de Birmania, donde tiene importantes intereses económicos, sobre todo en el oeste.
Es en esta región donde el ejército birmano está llevando a cabo una campaña de represión, consecuencia de los ataques de los rebeldes rohinyás el 25 de agosto.
Los rohinyás, la población apátrida más grande del mundo, están considerados como extranjeros en Birmania, un país con más del 90% de la población budista.
La ONU considera que el ejército birmano y las milicias budistas están perpetrando una limpieza étnica contra esta comunidad en Rakáin.