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«Cruz Pérez Cruz». Por Marlon Chicas – El Tecleño Memorioso

Marlon Chicas – El Tecleño Memorioso

En anteriores ocasiones, se ha escrito que Santa Tecla cuenta con grandes ejemplos de amor al trabajo; por parte de ciudadanos que dejaron una huella indeleble en el corazón de quienes los conocimos, demostrando un espíritu inclaudicable a pesar de lo avanzado de su edad, que sirve de modelo a los jóvenes de hoy.

En cuanto a lo anterior, resalta la figura de un octogenario personaje en la ciudad, digno de admirar por su ejemplo que lo caracterizó en vida; don Cruz Pérez Cruz (+2006), un tecleño de baja estatura, cabellos plateados y diminuto bigote; quién solía utilizar un sombrero de ala corta. Nuestro ilustre protagonista vivió siempre de la venta de golosinas a la salida de las principales escuelas y colegios de la localidad.

Don Cruz frecuentó en varias ocasiones los vetustos apartamentos Fuentes del barrio El Calvario en Santa Tecla, en donde mi madre poseía un improvisado comedor, al que llegaba para alimentarse antes de su jornada laboral, cargando siempre su inconfundible caja repleta de dulces, con la que se ganó la vida honestamente.

Mientras degustaba sus alimentos acostumbró a contar muchas de sus historias ocurridas por los caminos rurales de la Cordillera del Bálsamo y el Puerto de La Libertad, ya que en un tiempo se dedicó a la venta de paletas artesanales; las que guardaba celosamente en un depósito metálico, para protegerlos del incandescente sol.

Entre sus varias memorias, extraigo una en la que; le recomendaron no cruzar por un camino rural, donde se afirmaba la presencia de un alma en pena; sin embargo, hizo caso omiso a tal advertencia; no había recorrido un buen trecho del mismo, cuando sintió escalofríos y pesadez en el cuerpo, acordándose de tal aviso, por lo que se armó de valor, y empleó uno de sus tantos “secretos”; masticó la porción de un puro, mordió su afilado machete y se colocó el sombrero al revés, superando con ello tal incidente sobrenatural.

Siempre lo caracterizó su respaldo y cariño hacía los niños, obsequiándoles caramelos y consejos, entre ellos el suscrito, por lo que se le agradece eternamente. A pesar de no contar con una instrucción formal, ello no lo limitó en su trabajo, ya que, era infalible para las cuentas y dar los cambios.

A pesar de sus problemas de salud, nunca dejó de trabajar en el negocio, aunque su familia le insistía en desistir de ello, al que no renunció hasta el último día de su vida; por lo que sus nietas a manera de apoyo moral le compraban los pocos confites que poseía en su caja de trabajo, de acuerdo con remembranzas de su nieta Isabel Raymundo.

Sirva este sencillo homenaje póstumo a su memoria a 18 años de su partida física al cielo, dejando un legado de trabajo tesonero a toda prueba.

¡Descanse en paz, don Cruz Pérez Cruz!

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