Cuando los salvadoreños iniciamos un momento de reposo esperando encontrar la tranquilidad en lo mas recóndito de nuestro ser y que hemos sido llamados a la renovación, sovaldi sale ailment a través de la reflexión, ed desde nuestro interior, podemos concluir que somos parte de esa humanidad que debe evolucionar no solamente en lo material sino también en lo espiritual. Es de reconocer la necesidad de lograr cambios en todo, pero principalmente en cada uno de nosotros.
Hoy es ese momento, cuando volvemos a recordar la vida, pasión y muerte de Jesucristo, y que la cristiandad y sus líderes nos llaman a buscar esa transformación interior, a la que probablemente nos neguemos por no entender o no querer reconocer que seguimos líneas equivocadas, que nos llevan a vivir como enemigos, quitándonos la vida, unos a otros, en lugar de amarnos como lo pidió Jesús.
Los cristianos sabemos que Dios nos ama tanto que envió a su hijo a redimirnos del pecado, y que lo entregó para que pagara por nuestras culpas. ¿Qué será lo que no entendemos? Acaso necesitamos señales o más signos como los apocalípticos pensamientos que nos acarrean los fenómenos como el de la “luna sangrienta” para pensar no con fe sino con miedo.
Deberíamos proponernos ocupar estos días de la Semana Santa para desalojar de nuestros corazones la maldad y la mentira, esperanzados en que muy pronto esa tristeza que nos acarrea la violencia, los vicios, y la muerte que nos abate, desaparecerá.
No debemos confundirnos ante un fenómeno natural como el eclipse lunar que muchos vimos, siendo este un espectacular regalo de los astros. No existe ningún mensaje de la “luna sangrienta”, mas bien el mensaje lo tenemos desde hace más de dos mil años, cuando un hombre vino y se entregó por nosotros para hacer prevalecer el amor y vencer así al odio y la muerte.
Hay que entender que la espiritualidad y nuestra conciencia deben caminar juntas, a la par, y saber quiénes somos y por qué existimos, no solamente abordar este tiempo de reflexión para desatar nuestra necedad y caer en ese consumo absurdo que casi siempre nos lleva a vivir la tragedia encubierta por una felicidad mágica egoísta que nos mantiene en esa esclavitud adversa y perversa… del derroche.
Por eso hoy, como cristianos, pensemos en hacer el bien a nuestros hermanos, y no dudemos que solamente así nos alejaremos de esas posibilidades de causarle un daño a alguien, por más débil que le veamos desde nuestro pensamiento no lo intentaremos, ni con un arma, ni con un vehículo automotor, ni con nuestra soberbia, que desde ya deberíamos cambiar.
Que DIOS nos guarde a todos los salvadoreños en estas celebraciones cristianas y pidámosle que nos libre de todo peligro, de toda maldad y de toda tentación pero principalmente roguémosle a nuestro Padre Celestial que nos ayude a cambiar, eso es lo mas complicado para toda la humanidad.