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Cuando gobierna la locura

Iosu Perales

En política nada es fruto de la casualidad. Hay gobiernos en el mundo que, cuando tienen problemas de credibilidad por sus fracasos, organizan guerras o graves conflictos internos que requieren un orden policial.  De este modo apelan al apoyo patriótico, acrítico e incondicional, de la población. Otros, como el gobierno de Nayib Bukele, organizan campañas de represión teniendo como punto de apoyo la fabricación de pruebas falsas contra personas significativas de la oposición. Se trata de desviar la atención de la ciudadanía de asuntos como la corrupción propia, el desempleo, la pobreza, la migración que sigue saliendo de un país sin oportunidades, y desviar asimismo la atención de lo que viene siendo un proceso hacia la dictadura. Bukele busca ocultar sus propios fracasos.

Para ejecutar el despropósito de las detenciones de ex ministros y ex funcionarios de los gobiernos del FMLN, con espíritu de venganza, Bukele cuenta con un Fiscal General a su servicio. Ahora se entiende mejor el golpe de mano del presidente al sustituir a los magistrados del Tribunal Constitucional y a un Fiscal General por otro, politizando al máximo la justicia y violentando gravemente la división de poderes.

Pero las acusaciones de fiscalía son muy débiles, sostenidas exclusivamente por una voluntad política instigada por el presidente Bukele. Como bien dice el Doctor Rubén Zamora “los sobresueldos” son legales y son una opción, un instrumento que puede ser ejecutado por el Gobierno y el ministerio de Hacienda.  Zamora califica de payasada y absurdo jurídico el movimiento de la fiscalía. Tiene razón. En realidad son complementos destinados a compensar  gastos extra en el ejercicio de sus funciones.

Lo que constituye el objetivo principal de Nayib Bukele es golpear a quienes se oponen a su autocracia, a su gobierno y a su partido Nuevas Ideas. Nuevas Ideas que en realidad son Viejas y nos devuelven a las purgas del pasado.  Esta es la verdad.  La suya es una operación de limpieza que tiene como telón de fondo lograr el exterminio político del FMLN, al tiempo que incorpora a las instituciones a familiares y amigos a fin de montar una guardia pretoriana dispuesta a todo. Bukele tiene ya un ejército de funcionarios serviles que cobran salarios de entre 6.000 a 7.000 dólares mensuales, disfrazando su mediocridad con el ejercicio de pequeñas cuotas de poder. Muchos de ellos se han estrenado en la política de la mano de Bukele quien no necesitaba de personas brillantes para gobernar sino de tontos útiles, sin experiencia en la vida pública.

El aquelarre dirigido por Bukele trata de solapar la noticia de que la lista Engel de Estados Unidos que denuncia por corrupción a funcionarios centroamericanos, contiene nombres muy cercanos a Bukele y, de acuerdo con los principios de la propaganda política, el autócrata ha ejecutado un rápido movimiento de acusaciones para colocar en el centro del debate a sus rivales políticos. Ahora mismo, cualquier persona que ejerza la libertad de expresión y la use para criticar a Bukele, puede ser detenida, sin explicaciones policiales, aislada en dependencia policiales, sin asistencia letrada, y sin certeza de cuándo será presentada ante un juez.

¿Por qué lo hace Bukele? Lo hace para contrarrestar la citada lista Engel; para llevar a cabo la reforma de la Constitución con la menor oposición posible; para debilitar el rechazo a la ley del bitcoin; para hacer olvidar su resistencia a extraditar a líderes pandilleros. Nayib Bukele aprovecha la conmoción social para dar otro paso en la militarización del país. Está poniendo en peligro lo logrado en los Acuerdos de Paz de 1992. Un tipo que se ríe de la firma de la paz y es capaz de invadir la Asamblea Nacional con militares armados, no tiene límites. Es peligroso. Deberían darse cuenta los que le votaron que es el país el que está al borde del precipicio. Bukele se ríe de la democracia. Tiene un plan.

Su plan es consolidar una sociedad sometida a una elite política con fuertes ramificaciones económicas. Una sociedad vertical, jerárquica, apoyándose en poderes fácticos: Fuerza Armadas, policía, jueces. Ello pasa por un proceso de aniquilación de la oposición y la militarización del país. Para lograrlo utiliza el populismo, despertando bajas pasiones y el deseo de venganza.

Por eso, denunciar las detenciones que se están produciendo y las noticias falsas de las que se vale Bukele, supone luchar por la democracia.

El momento que vivimos es especialmente grave para la continuidad de la libertad y la democracia. La pandemia abre nuevas brechas de desigualdad al amparo de la crisis, y la política queda asimismo afectada por el anormal funcionamiento de instituciones y de la división de poderes y, sobre todo por la cruzada represiva del gobierno que quiere silenciar a la oposición, sobre todo a la de izquierda. Las herramientas democráticas deben preservarse en todo momento: La libertad de expresión, de crítica, de reunión y manifestación, deben estar a salvo de cualquier intención de restringir libertades y recortar derechos. La Asamblea Nacional debe funcionar como órgano de control del Gobierno y la fiscalización de las cuentas públicas. Todo el engranaje democrático del Estado debe funcionar adecuadamente.

De hecho, cuando no se habían apagado los ecos de la afrenta del 9 de febrero, saltó a la opinión pública las negociaciones secretas del Gobierno con la mara MS-13 para un intercambio de favores: mejorar las condiciones carcelarias por una disminución de crímenes y el apoyo electoral de los delincuentes. El mundo democrático está alarmado y perplejo por esta nueva afrenta al país. Ahora da otro paso represivo más. La presidencia de Nayib Bukele, lejos de dar esperanza, multiplica las preocupaciones de la población, pues su deriva autoritaria, personalista, amenaza con reducir drásticamente los espacios independientes de la división de poderes mediante la concentración total del poder en sus manos. En sus manos, lo público y lo privado se mezclan y se confunden. El Estado es Bukele, el Gobierno es Bukele, la Justicia es Bukele. Él puede levantar o poner hacia abajo el dedo pulgar como en el circo romano. Hay que exigir que se respete la Constitución, la independencia de tribunales y jueces, la actividad soberana de la Asamblea Nacional, los derechos de la ciudadanía y de sus organizaciones sociales, la independencia de los medios de comunicación.

El rumbo actual del país beneficia a los poderosos y perjudica a las mayorías sociales que ven como las medidas sociales se revierten y algunas y desaparecen.

Lo cierto es que hasta ahora sólo la propaganda ha ocultado el verdadero carácter neoliberal del gobierno Bukele.  Permanecer cruzados de brazos ante una crisis social, política, pandémica, que pasará a la historia de nuestro país como un tiempo recio, difícil, de crisis también de la justicia. pone a prueba la moral colectiva del país y la determinación de luchar para sobrevivir con mayor justicia social y mejor salud pública.

Bukele debe parar su campaña de persecuciones. El país necesita darse la mano, reconocerse, aunar esfuerzos para combatir problemas comunes. La locura como método de gobierno es muy mala idea. ¡Cese la represión!

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