Alberto Barrera
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El entonces veinteañero era atrevido, serio, profesional y se enfrentó a funcionarios hostiles y a colegas competitivos en una época en la que floreció el periodismo por televisión. Joel no estaba solo. Entre abril de 1987 y agosto de 1989, formó parte de un joven equipo de reporteros, redactores, camarógrafos, operadores de edición de videos y jefaturas que tomamos en serio el trabajo en el periodismo, apegados a la realidad, y lo hicimos en “El Noticiero” de Canal 6.
Un par de años antes “Al Día” de Canal 12 rompió los esquemas tradicionales de los aburridos espacios informativos y provocó que en poco tiempo se diera un cambio en los noticiarios de televisión. Muchos de quienes habíamos sido fundadores nos fuimos a integrar el nuevo equipo.
Joel estuvo en primera fila con criterio y tomando riesgos. Junto a sus otros compañeros que, en 1987, rondaban los 24 años de edad: Roxana Lemus, Carlos Armando Rivera, Cossette Ramírez, Ilse Marlene Vallecillos –incorporada unos meses después–, y como jefe de redacción, Guillermo Mejía, asumieron la producción de noticias en medio del sangriento conflicto. A mí me tocó la dirección de prensa; era el mayor de todos con 32 años.
En poco tiempo recibimos elogios y duras críticas, pero la popularidad y simpatías de los salvadoreños fueron evidentes. La prensa internacional fue de las primeras en destacar el trabajo de los jóvenes periodistas que tomaban riesgos en un país en guerra.
Un informe de The New York Times del 27 de septiembre de 1988 destacó el trabajo de reporteros de la televisión que incursionaron a zonas de guerra en Morazán y Chalatenango para entrevistar a líderes rebeldes en sus zonas de control. Al salir fueron detenidos dos veces y amenazados por el ejército, pero no fueron amilanados y transmitieron sus informaciones.
La corresponsal del periódico estadounidense, Lindsey Gruson, dijo que “el hecho vino a demostrar un nuevo periodo en la libertad de expresión y sus límites en El Salvador”.
Por las pantallas de televisión aparecían los protagonistas y los hechos. Exponían la izquierda y la derecha, los empresarios reclamaban al gobierno demócrata cristiano, trabajadores realizaban airadas protestas y muchas veces fueron reprimidos. Declaraciones incendiarias de guerrilleros en la montaña y a veces clandestinos comandos urbanos, el ejército en su papel defensor gubernamental se tornó represor y enfrentaba con dureza a la insurgencia apoyada en sus zonas de control. La gente se enteraba de crímenes, matanzas, emboscadas y combates entre militares de ambos bandos. Todos tenían acceso, informaban hechos de su interés y eran criticados. Fue una nueva versión del periodismo en esos años álgidos.
La apertura empresarial por medio del empuje del aparecimiento del Canal 12 y la previa labor de las radios informativas, que fueron las primeras en abrir espacios a jóvenes reporteros con estudios universitarios, hicieron posible esa nueva época, pese a lo cruel de la guerra y el riesgo para los periodistas. Y Joel junto a sus compañeros del entonces noticiario más joven se convirtieron en la punta de lanza al reportear y trasladar noticias a la teleaudiencia que cada día a las 8:00 de la noche se sentaba frente a su televisor para informarse.
Canal 12 peleaba audiencias ganadas en poco tiempo, el veterano Teleprensa en Canal 2 se esforzó sin éxito –junto a Telediario eran los dos espacios que con notas sociales llenaban los pírricos espacios informativos desde comienzos de 1960– y Tele10, pese a cambios impulsados por un grupo de chilenos que llegaron como parte de la ayuda al gobierno salvadoreño del Instituto Venezolano de Educación Popular (Ivepo) no tenían el impacto deseado.
El empuje de El Noticiero abonó el camino en la apertura noticiosa en la televisión en la segunda mitad de 1980.
“Existe una apertura para la izquierda, para que todos puedan participar. Ha obligado a la gente a ser más abierta y eso ha contribuido al proceso democrático”, dijo por esos días Monseñor Gregorio Rosa Chávez, hoy Cardenal de la iglesia Católica, al aludir el papel de la televisión informativa en esos años de violenta confrontación armada.
Marjorie Miller era la corresponsal de Los Angeles Times y admirada por nuestro trabajo me contó que en 1988 Fermán Cienfuegos, uno de los cinco comandantes del guerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), interrumpió una entrevista que le hacía en las montañas de Chalatenango cuando “su reloj sonó, se disculpó y se levantó”. Sorprendida preguntó qué pasaba y respondió sonriendo “es la hora del noticiero y lo iremos a ver”. Frente a una pequeña televisión portátil se arremolinaban muchos combatientes en el campamento de la zona que controlaban.
Joel era una de los reporteros estrellas y atractivo para los cansados insurgentes en aquel monte, cerca de San Salvador, por la estrechez del territorio, pero que se sabían mover para burlar grandes operaciones militares con miles de combatientes, acompañados por intensos bombardeos aéreos y de artillería. Se mantuvieron hasta el fin negociado de la guerra, en enero de 1992. Cientos de civiles residentes en esas y otras zonas fueron masacrados por las tropas del ejército. La guerra cobró unas 75 000 vidas en 12 años, la mayoría de la población civil.
La periodista Ana Arana destacó a inicios de 1989 en la revista Columbia Journalism Review el papel de la televisión y la radio en sus espacios informativos que abordaban los reportes de guerra con datos de las partes en conflicto. Criticó el papel de los periódicos impresos que basaban sus notas en comunicados y declaraciones oficiales principalmente del ejército. Su reporte destaca a la radio como el medio más popular, “pero el país parece tener una creciente relación amorosa con las noticias por televisión”.
Arana aseguró que “El Noticiero tiene el pedazo más grande del corazón del país. Su éxito se basa en un formato acelerado y un equipo de noticias joven y atractivo que intenta contar los dos lados de una historia”. Sus cinco reporteros, apoyados por todo el equipo de la estación, destacaban cada día. Joel sobresalía en el grupo.
“Fue un sobresaliente reportero que cubría temas políticos y sociales con su estilo crítico y muy agudo”, dijo Guillermo Mejía al rememorar su trabajo.
“Recuerdo la vez que polemizó a través de la pantalla con Mauricio Funes, que para fines de los ochenta era reportero legislativo de Canal 12”, agregó Guillermo. Funes señaló a Joel de ser uno de sus críticos por su trabajo y en una nota encerró su imagen en un círculo, y llegó con su reclamo hasta las instalaciones de Canal 6 en donde conversamos. El incidente no pasó a más.
Funes fue presidente de El Salvador entre 2009 y 2014, y hoy es ciudadano nicaragüense, luego de pedir asilo.
“Es prófugo del sistema judicial salvadoreño bajo cargos de corrupción en el ejercicio del poder”, sostuvo Mejía, quien ejerció el periodismo desde inicios del conflicto en varios medios como Radio Sonora y diario El Mundo, así como corresponsal de agencias y diarios internacionales. Actualmente es profesor de periodismo en la Universidad de El Salvador.
Poco después se incorporaron a El Noticiero las estudiantes de periodismo: Vilma Lorena Quijano, Sandra Idalia Reyes y Esmeralda Bonilla, y Francisco Espinoza como coordinador de la agenda de coberturas diarias. El trabajo en televisión es en equipo y es básica la labor de los camarógrafos. Al inicio fueron: Héctor Salazar, Jorge Choto e Iván Manzano, quienes auxiliados por empleados del Canal 6 trabajaban en las transmisiones en vivo desde el estudio. La producción la coordinaba Alex Amaya. Después algunos de los auxiliares, que entonces cargaban pesadas grabadoras de audio, fueron camarógrafos –como Edwin Pérez un adolescente en esos días–, pero todos con el objetivo de terminar con la mejor nota producida.
“Joel fue uno de los mejores reporteros de guerra en El Salvador. Sus notas fueron valiosas y brillantes”, dijo Roxana Lemus, quien alejada del periodismo, vive con su familia en Inglaterra junto al también ex comandante guerrillero Joaquín Villalobos y sus tres hijos. La ex reportera, una de las más populares y atractivas mujeres en el periodismo salvadoreño en los años del conflicto, también colaboró con Univisión, la cadena hispana de televisión más importante en Estados Unidos previo al final del conflicto armado.
“Como reportero de televisión en esos tiempos tan vigorosos, Joel acudía en primera fila a contar lo sucedido sin temor a nada”, sostuvo Lemus y recordó que se conocieron muy jóvenes y vivieron “acontecimientos gigantescos”. Destacó su sencillez: “era un hombre amistoso y detrás de esa cara conocida, seria y su bigotazo, estaba ese joven sonriente, divertido y buena gente que llegó a tratarme como su hermana”.
La partida de Joel
Al comienzo de El Noticiero nos instalamos en un apartamento en el cuarto piso de un edificio de la residencial Altamira, el cual estaba casi en ruinas debido al terremoto del 10 de octubre de 1986. Al subir las incómodas y oscuras escaleras –porque no funcionaba el ascensor– se veían las grietas causadas por el potente sismo que causó entre 3 500 y 5 000 muertos, 20 000 heridos y 200 000 damnificados. Fue uno de los terremotos más destructivos en la capital y algunas de las aguerridas reporteras que cubrían los hechos violentos, también tenían temor en aquel edificio. Y 36 años después aún se ven algunas pequeñas huellas del cataclismo en esas estructuras a unos cientos de metros del Monumento al Hermano Lejano, entrada sur de la ruidosa y desordenada capital.
En ese edificio pasamos muchos días, meses, subiendo y bajando la larga fila de gradas. Joel “llegaba agotado y arrastrando el saco –que tenía la obligación de ponerse y él odiaba–, se sentaba frente al teclado de la máquina a hacer su mejor esfuerzo para escribir la nota”, recuerda Roxana, melancólica.
El 29 de enero pasado Joel sucumbió a un derrame cerebral; aunque soportó 15 días en un hospital de Los Ángeles, ciudad adonde recién había vuelto a trabajar en televisión luego de dejar su puesto en 2021 en Estrella TV en Houston, Texas, donde se había marchado con su familia en Kingwood, una moderna comunidad planificada.
En septiembre del año pasado circuló un rumor en las redes sociales sobre su muerte. Le busqué afanosamente y el día 18 de ese mes me contactó por Messenger. Hablamos 14 minutos y me contó el triste suceso: la muerte de su hijo mayor contagiado de Covid-19. Llevaba su nombre y había fallecido en un hospital de Houston, el 7 de septiembre. Destrozado, me confirmó con serenidad: “Fue mi hijo mayor quien murió, vos lo conociste”, me dijo y ciertamente les vi de niños a él y su hermano Rodrigo junto a Marta, su madre.
Me contó que vivieron varios años en Los Ángeles porque trabajaba en Estrella TV, pero la vivienda y la vida habían encarecido en California y fue su hijo fallecido quien le propuso mudarse. Y lo hicieron. “Vendimos la casa que aún estábamos pagando, pero era demasiado cara y la cuota muy alta. Con ese dinero adquirimos en Houston otra más amplia y cómoda, además la pagaré en siete años”, me dijo. Pero no tuvo tiempo. El 29 de enero fallecía en un hospital lejos de su casa y a casi 4 700 kilómetros de su natal San Salvador. Tenía 60 años y muchas expectativas por la vida y su familia.
Marta me dijo que en 1995 llegaron a Estados Unidos y que, después de un tiempo, Joel trabajó en periodismo. “Estuvo 11 años en Estrella TV” y debido a la pandemia desde 2020 “trabajó desde casa, al final le pidieron que trabajara en la oficina de Houston, pero en noviembre perdió ese empleo y le llamaron para ir a trabajar a otro canal (57 en Los Ángeles)”. Regresó a California para incorporarse “pero un día antes de comenzar el nuevo trabajo sufrió el derrame cerebral” que le costó la vida, recordó acongojada.
“Joel fue parte de una generación de jóvenes periodistas salvadoreños que para realizar su profesión desafiaron no solo los peligros de la guerra, sino las limitaciones, compromisos y temores de los dueños de los medios”, dijo Pablo Iacub, periodista argentino con experiencia en la región centroamericana durante la época de guerras en la zona.
Iacub reside desde hace un par de décadas en Estados Unidos y ha laborado para varios medios como la mesa de edición de la agencia Reuters en Miami, el canal de televisión afiliado a Univisión en Sacramento, California, y actualmente reside y labora en Florida para la cadena CNN en español. Recordó que con Joel trabajaron en la agencia de noticias Inter Press Service (IPS) alrededor de 1989 o 1990. Después del fin de la guerra en El Salvador, en enero de 1992, Iacub salió del país en diciembre de ese año. “Su desempeño profesional y su deseo de informar de manera independiente y honesta en medio del conflicto es doblemente admirable”, sostuvo.
“Siempre asumió una postura profesional y no aceptó las demandas de ceder el derecho a la libertad de cubrir el conflicto. Joel era un periodista de corazón y comprometido con la verdad”, dijo Douglas Farah, ex corresponsal en San Salvador de la agencia United Press International (UPI) y de The Washington Post.
De aquella época, Farah recordó la vez en que en marzo de 1987 fue detenido junto a varios periodistas nacionales e internacionales, entre los que figuraba Carlos Mario Márquez y un servidor.
Al regresar de la conferencia ofrecida por la comandancia general del FMLN en Perquín, donde Villalobos anunció que habían adquirido misiles tierra-aire de la Contra nicaragüense, fueron capturados por el ejército.
“Al regresar y pasar por Osicala nos capturaron y nos trasladaron al cuartel de San Francisco Gotera, el DM4, que estaba al mando del comandante Juan Carlos Carrillo, donde nos maltrataron y trataron de decomisar el material”,
Farah dice que hubo un momento donde lo soldados descuidaron la vigilancia porque entraban y salían reclutas y el portón estaba abierto. “Así que aprovechamos para escaparnos caminando”, recuerda Márquez, quien era corresponsal de la agencia francesa de prensa y director de prensa de la emisora YSU Radio Cadena.
Afuera, Márquez, junto a Farah, buscó una cabina de teléfono público para llamar inmediatamente a la radio YSU y denunciar al aire la arbitrariedad del ejército. “Yo dudaba pero, como presidente de la asociación de corresponsales extranjeros, pues, ni modo. Nos salimos, llamó a una radio y me pasó el teléfono para hacer la denuncia porque sabía que tendría más peso en la voz de un gringo. Pero él corría el mayor riesgo”, dice el hoy analista y consultor de seguridad.
Guillermo no olvida la noche del 18 de marzo de 1989 cuando soldados en un retén apostado en el bulevar del Ejército, en la periferia este de San Salvador en ruta a Ilopango, dispararon contra dos personas a bordo de una motocicleta. Ambos eran periodistas de la agencia Reuters, uno de ellos, Roberto Navas, murió y Luis Galdámez con una herida de bala M-16 por la espalda que le inutilizó el brazo derecho.
El equipo de reporteros y camarógrafos junto a Guillermo estaban alojados en un pequeño hotel de la capital y se enteraron del suceso, pero no sabían quiénes eran las víctimas. Yo combinaba mi trabajo en la televisora con el de la corresponsalía en la agencia británica Reuters.
Joel y su equipo llegaron a mi casa a medianoche para que fuéramos a indagar. Al sonar el timbre abrí la puerta un poco asustado porque en horas se iban a instalar las urnas para las votaciones presidenciales, que el FMLN boicotearía como en toda la guerra.
Cuando encendí la luz nos vimos. Los rostros de los muchachos junto a Joel se iluminaron. Aliviados de verme, pero apesarados, me informaron del hecho sangriento contra los colegas y decidimos ir al lugar.
Fuimos al Juzgado que estaba en una vieja casa en Ilopango y en la acera, con la luz de nuestro vehículo, iluminamos un cadáver que los soldados habían dejado tirado sobre el cemento. Identificamos a Roberto. Vimos su cuerpo inerte y nos entristeció. Era el primero de los tres colegas que murieron antes y durante las elecciones del 19 de marzo, en las cuales salió victorioso el empresario Alfredo Cristiani del partido derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena).
El domingo de los comicios murió a causa de disparos en otro retén en San Miguel, Mauricio Pineda, de Canal 12, y el holandés Cornel Lagrouw de la cadena Ikon por un cruce de disparos entre tropas del gobierno y rebeldes en una zona agreste de Usulután. Ambos departamentos al oriente del país.
Papito, papito…
Compañeros de Joel en El Noticiero le recuerdan como profesional de buen carácter y conciencia social. Nunca borraba su sonrisa ante cualquier hecho o broma, la familia y amigos no olvidan su marcada definición cristiana.
Héctor Salazar, “El Tigre”, como llamamos amigos al veterano camarógrafo, recordó que Joel era “recio en sus preguntas incisivas y poco tolerante con respuestas evasivas. Tenía un buen sentido del humor, pero serio en su profesión, de análisis, inquieto por conocer la verdad de los hechos”.
“Joel Burgos fue un revolucionario nato contra las injusticias sociales, fue mi periodista asignado” al inicio en El Noticiero. “Trabajamos cubriendo manifestaciones violentas, una de ellas en las torres administrativas del Seguro Social fui herido de bala en julio de 1987”, recordó Héctor. Debido a las heridas le cortaron en cinco partes sus intestinos. En ese incidente también fue herido levemente su auxiliar Ricardo Umaña.
Salvador Córdova, editor de noticias que trabaja en Canal 57 de Los Ángeles fue compañero de Joel en Canal 12, El Noticiero y en otro canal informativo de la ciudad angelina. “Era muy explícito en sus textos, le gustaba hacer las cosas bien”, pues sabía el compromiso que tenía.
“Era muy llevadero con todos y con los periodistas extranjeros también, llegaban muchos y a él le reconocían su capacidad, su colmillo para cubrir la noticia”, dice Córdova.
Salvador recuerda cómo se reencontraron en Estados Unidos. En 2004, él emigró a Miami y en 2007 se trasladó a Los Ángeles para trabajar en Noticias 62. “Un día una voz a mis espaldas me dijo ‘papito, papito, aquí vengo ‘Maneque’, je, je, je, eso no lo puedo olvidar… Me dio una gran alegría y fuimos compañeros como un año y medio”.
Carlos Mario Márquez, veterano periodista que trabajó en la radio informativa YSU, ya desaparecida, recuerda a Joel cuando laboró para la emisora en 1986, poco antes de trabajar en televisión. “Siempre fue un tipo sereno, suave, nunca se ofuscaba, aunque fuera una noticia de última hora y siempre cumplía con las largas jornada que se le asignaban”, dijo.
Los azarosos caminos del periodismo
Realizar el trabajo no fue fácil. Los reporteros no solo recibían amenazas de funcionarios, políticos y militares, esquivaban balas en combates armados entre guerrilleros y soldados en zonas rurales o violentas protestas en la capital. También hubo agrias críticas de algunos que desconfiaban del proyecto por la forma en que comenzó y porque los dueños del canal en el que se producía y transmitía el noticiero era de la cadena de medios del magnate Boris Eserski.
Un comentario anónimo sobre los noticieros de televisión salvadoreños, publicado en la revista ECA de la jesuita Universidad Centroamericana (UCA) del mes de abril de 1987, habló de los espacios informativos existentes: destacó como el mejor Al Día, evaluó bien al del estatal canal 10 como “un noticiero decente”. Dijo que Teleprensa, pese a algunos cambios, mantenía su estilo y sus notas “son bastante superficiales”; en cambio criticó fuertemente a El Noticiero el más nuevo de todos, aunque sus transmisiones comenzaron el 29 de abril de ese año.
De inicio dijo que el nuevo espacio apareció poco después de un paro empresarial de la entonces poderosa Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP). “Según ‘observadores imparciales’, aparentemente El Noticiero responde a necesidades político ideológicas del ala más conservadora de la derecha”.
“En un primer momento ha abierto su espacio a gente de izquierda para ganar audiencia”, sostuvo el comentarista que solo firmaba con las siglas “A.B.A.”. Aquello nos pareció un ataque y exigimos una reunión con autoridades de la UCA. Nos recibieron a mí y al director ejecutivo, Julio Rank –fallecido el 25 de noviembre de 2020–, el rector Ignacio Ellacuría y el escritor Francisco Andrés Escobar.
Ellacuría fue asesinado el 16 de noviembre de 1989 en medio de la mayor ofensiva guerrillera por un comando de tropas especiales del ejército y Escobar falleció en mayo de 2010 a los 67 años.
Ambos estaban sorprendidos por la contundencia de nuestro reclamo. Ellacuría se disculpó mientras Escobar permaneció callado. Luego ofrecieron un espacio como derecho de respuesta para aclarar y exponer nuestra posición. Y lo hicimos. En nuestra nota rechazamos las imputaciones políticas. Benevolentes dijimos que quizá no hubo mala intención, pero una mala asesoría “con el objetivo evidente de desprestigiarnos” impulsando “una insana competencia”. Dijimos que el artículo carecía de seriedad y que nos sometíamos a un proceso de investigación sobre nuestro papel, además estábamos listos para un debate en un foro público que nunca se realizó.
Aunque generó malestar entre los reporteros, algunos vimos que el artículo dijo algo que era verdad: “La producción de noticias en El Salvador se ha convertido en una empresa rentable” y promover una visión política de la realidad. Y Rank, director ejecutivo de El Noticiero, coincidió con esa perspectiva comercial en su charla con Ana Arana, quien lo describió como “un hombre de negocios conservador” que le había reconocido “desde el principio que el periodismo televisivo sólido podría ser rentable”.
Rank fue miembro del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y en el periodo presidencial de Elías Antonio Saca (2004-2009) fue su Secretario de Comunicaciones. En 2016 fue condenado a cinco años de prisión por ser parte de una red de corrupción encabezada por Saca que malversó más de 300 millones de dólares de los fondos públicos. La condena la cumpliría el 30 de octubre de 2021, pero el 25 de noviembre de 2020 falleció por una enfermedad crónica, un poco más de cinco meses después de ser beneficiado con libertad condicional.
Los espacios abiertos en la televisión no fueron una casualidad, se impulsaron mientras gobernaba Napoleón Duarte del Partido Demócrata Cristiano (PDC) –1984 a 1989– y la oposición férrea la ejercía Arena, al cual simpatizaba y financiaba la empresa privada.
Al llegar Arena al poder, con el rico empresario Alfredo Cristiani, El Noticiero fue desmantelado y la mayoría de reporteros, redactores y dirección de prensa renunciamos. La visión política de los dueños fue correctamente señalada, pero no la de los periodistas.
Joel Burgos y Francisco Espinoza fueron despedidos, fue la mecha que encendió la posterior renuncia masiva. Ningún medio publicó nada, ni el Diario Latino con visión distinta a la de los otros matutinos que siempre fueron conservadores, publicaron el hecho.
La larga guerra arreció ese año. Con la victoria electoral de Cristiani las partes parecían alejarse. La ruta diaria era un constante devenir de las disputas de territorio o imponer criterios políticos para convencer a las audiencias sobre qué lado tenía la razón. El FMLN lanzó su mayor ofensiva y las fuerzas del gobierno resistieron el embate, pero la comunidad internacional abogaba por una salida negociada. Pero también los empresarios de los medios arreciaron posiciones.
“El triunfalismo derechista pasó factura en algunas redacciones mediáticas porque desde ese momento una visión crítica hacia el gobierno –que permitieron cuando era presidente José Napoleón Duarte, 1984-1989– se acabó de un plumazo y engrosamos las filas del desempleo”, recordó Mejía.
“La dirigencia arenera dictaba la forma en que tenían que trabajar en la mayoría de medios de comunicación”, agrega Mejía. El equipo de reporteros y redactores de El Noticiero fuimos presas de ese zarpazo empresarial. Fueron días difíciles y peligrosos, pero en los tiempos de Joel Burgos floreció el periodismo en televisión como nunca antes, cuando había más camaradería y solidaridad.
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