Cuento: Gito Minore
Dibujos: Liliana Navarro Ibarra
C
uando todos se quedan dormidos, yo escucho una voz.
La busqué por todos lados, pero no logro descubrir de dónde viene. La busqué en la cocina, en el comedor, debajo de la mesa, en los cajones para las frutas de la heladera. Hasta dentro del mismísimo inodoro la rastreé. Pero nada. Nunca pude saber de dónde sale.
Todas las noches investigo. Me llama la atención lo que me dice. Parece la voz de un hombre. No. No es la pareja de mi mamá. Ese duerme con ella. Su le escucha su roncar. Yo los vi. Los vi acostados duros, uno al lado del otro. A él se le infla y desinfla el pecho, y le sale la baba por la boca y ese ruido como de vómito. Da asco. Paso siempre despacito al lado de su pieza para que no se den cuenta.
La otra noche siguiendo su rastro, salí a la calle. Me pareció escucharla ahí, pero me confundí. Miré para todos lados. Solo vi las luces de los faroles, la niebla y alguna persona caminando lejos. Entonces me dio frío y entré.
Cuando cerré la puerta, Kiro se despertó y me empezó a ladrar y mover la cola. Me metí rápido en la cama, para que nadie se diera cuenta. Si se llegaba a enterar mamá me mataba. Peor si el que se despertaba era él. Nunca me quiso. A mis hermanos también les pega, pero menos que a mí. Porque son sus hijos, supongo. Los trata mejor. A mí siempre me trató mal. Mamá me dice que es porque soy desobediente. Porque me porto mal. Porque no hago caso.
La voz me sigue llamando. Habla toda la noche y no me deja dormir miro el techo, los rayos de luna que entran por la ventana. En la oscuridad, sobre la pared forman imágenes lindas. Nubes moviéndose, perros corriendo, conejos, caballos, sirenas. Me meto debajo de las sábanas. Pero no me viene el sueño.
A veces se me ocurre pensar como era mi papá. Nunca lo vi. Lo único que me dijo mi mamá es que se murió cuando yo estaba en la panza. Un accidente de coches, o camiones, no sé. Me hubiese gustado conocerlo. ¿Él también me hubiese pegado? ¿Me hubiera querido? ¿Hubiera sido bueno conmigo?
Trato de dormir pero no puedo. No, no es miedo. Yo no tengo miedo. Solo me da curiosidad. Cuando todos se quedan dormidos, yo escucho una voz que me dice:
— Vení conmigo, vení conmigo.
Pero ¿a dónde?
Ya no sé donde más salirla a buscar.
Publicado originalmente en AA. VV. Muñecas. Antología internacional contra el abuso infantil, compilación por Jael Uribe, Santo Domingo, 2017.