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¿CUANTOS CIUDADANOS VIVEN EN EL EXTERIOR Y CUANTOS EN EL PAIS?

Licenciada Norma Guevara de Ramirios

A casi diez meses de las elecciones presidenciales y legislativas, las cuestiones esenciales de un sistema electoral, en una democracia, están desconocidos e inciertos para nuestro país.

Es una lástima, pero reina la incertidumbre.

Una característica importante de un proceso electoral es que toda la población sepa a quién se le permite votar, a quiénes se les permite presentarse como candidatos, quiénes administran el proceso, cómo se emiten y marcan las papeletas, cómo se juzga el cumplimiento de las reglas que deben observarse; en nuestro país ya sabemos cómo estas cuestiones o están indefinidas o con carta de libertad para ser manipuladas por quienes ejercen el gobierno ahora.

La definición de las circunscripciones electorales y dentro de ellas el universo de electores potenciales, es fundamental; pero se da el caso, para nuestro querido país, que una de las definiciones asumidas por la  legislación emitida por la actual legislatura, es que todos los salvadoreños que viven en el exterior pueden emitir el sufragio comprobando su nacionalidad con pasaporte o DUI, vigentes o vencidos; y, además, que quienes así ejerzan el sufragio, independientemente de donde nacieron, su voto se contará para la circunscripción del departamento de San Salvador.

Por ahora se desconoce cuantos electores existirán para esta circunscripción departamental, pues se ignora cuantos pasaportes han sido emitidos en el pasado, cuantos documentos de identidad (DUI) con dirección en el exterior existirán, pues se extendió el período para cambio de domicilio en el exterior.

Se ignora también cuantas personas tienen, al mismo tiempo, pasaporte y DUI, y potencialmente podrían votar  electrónicamente con DUI y presencialmente en un consulado usando el pasaporte.

Tampoco se sabe si se les ocurrirá a los diputados oficialistas reducir el numero de diputaciones o aumentarla. En buenas cuentas, para todo el proceso existe incertidumbre, pero la incertidumbre de saber cuántos potenciales votantes existe para la circunscripción del departamento capital es mayor.

Mayor es la oscuridad cuando se conoce que en el pleno legislativo los diputados votan un decreto y mandan a publicar otro diferente, o que en otro tipo de legislaciones, como la de tránsito, se ha votado un decreto, no se sanciona, no se veta, no se observa y tampoco se cumple el mandato de mandar a publicar.

En buenas cuentas, la inseguridad jurídica es brutal, y la seguridad de reglas que inciden en el resultado de quienes serán los futuros gobernantes del país, es peor.

Nuestro país es pequeño territorialmente, pero eso hace más importante la dignidad con la que debieran tratarse los asuntos públicos.

Desgraciadamente, la capacidad de contraponer a estos hechos violatorios de la democracia es muy débil; la altanería, la denigración y el temor han ganado terreno y escasea el razonamiento que pueda contraponer razones a la sinrazón de los gobernantes.

Mucha dispersión en la fuerza social y política es aprovechada para afianzar la dominación, y el tiempo corre sin que aparezca una opción y una propuesta que le presente a la población una alternativa seria y creíble, para poner alto a la realidad autocrática que nos gobierna.

Las semanas y meses son pocos para que deje de dominar el temor y salgan a luz los ciudadanos y ciudadanas, los partidos que señalen con fuerza  un camino diferente, en el que se entienda el drama social y político que vive la sociedad salvadoreña.

En el pasado, la población se armó de valor; más allá de su pobreza, salió a flote la dignidad; en 1972, la oposición se articuló y demostró que podía enfrentar la dictadura militar desde las filas de los civiles y fuerzas políticas diversas, contradictorias entre sí pero claras en la necesidad de vencer y abrir un camino diferente. El dicho popular de “con Duarte aunque no me harte”, expresó ese sentimiento.

Igual pasó en 2009, ante la amenaza de los areneros de no permitir un cambio de partido en el gobierno, la población lucho contra las manifestaciones fraudulentas, se fue a la calle cada quien a quitarle un pelo al fraude, pues había visto en 2004 las formas de dar aparente legalidad a una elección en la que se traía gente de otros países a votar como salvadoreños sin serlo.

Cuántos, y quiénes somos, queremos cambiar la injusticia que nos domina, queremos claridad para saber quiénes elegirán a los diputados de San Salvador, al menos preguntemos;

Este es mi llamado a la Junta de Vigilancia, a los partidos políticos, a las organizaciones inconformes y contrapuestas por legitimo interés a quienes nos desgobiernan.

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