Por: Rolando Alvarenga
El deporte salvadoreño no ha sido equitativo en la remuneración de los entrenadores extranjeros y nacionales, ya que a estos últimos se les paga relativamente una miseria y, en el peor de los casos, se les desplaza en preferencia de los foráneos. El fenómeno, obviamente, se debe al malinchismo imperante en nuestros país y, en parte, a la mediocridad en que ha caído el deporte cuscatleco.
Y, a pesar de la preferencia por los entrenadores extranjeros, son muy pocos los casos de los que vinieron o están en el deporte salvadoreño justificando los enormes sueldos que devengan.
En el fútbol, por ejemplo, Carlos de los Cobos, técnico de la selección mayor, gana una considerable cantidad de dólares, pero no ha logrado que sus dirigidos dejen de agonizar contra limitados equipos caribeños.
Asimismo, la selecta se alejó en la última fecha FIFA del sexteto, que jugará la hexagonal de CONCACAF rumbo al Mundial 2022.
Pero eso no es todo, el técnico mexicano tampoco se toma tiempo para reclutar y trabajar prospectos con alma de goleadores, que han carecido las diferentes selecciones desde los noventa.
Muy cómodo el ‘cuate vende humo’ se la va pasando sin que aquí no pase nada en cuanto a resultados.
Es de ver cuándo agregan una cláusula con la obligación para que el entrenador haga visorias y, así, se recupere semejante inversión estéril. Pero no sólo en el fútbol suceden estas situaciones, sino que también en otros deportes. Hubo y hay casos de entrenadores “vende humo” que no dan frutos y se van sin dejar ningún legado para la alta competencia del Ciclo Olímpico.
Dichos entrenadores han tenido el respaldo de presidentes de federaciones que se conforman con estar vegetando y, de paso, han reprimido a entrenadores y atletas salvadoreños.
El típico síndrome del malinchismo y, en parte, los entrenadores criollos que lo permiten, pero como decía mi abuelita: no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace culpable. ¡Guanacos tienen que ser!