Rafael Lara-Martínez
New Mexico Tech,
Desde Comala siempre…
Desde una perspectiva pedagógica elemental, la nueva novela del Nobel peruano Mario Vargas Llosa —”Tiempos recios“ (2019)— presenta unas cuatro aristas esenciales para entender el tumulto político en boga. En estos lares desérticos —donde sólo los afluentes del Río Grande/Bravo propician la agricultura— un escritor latinoamericano conservador se percibe en afrenta drástica a lo nacional. Según el lema clásico “ser es estar”, hablar de democracia en el centro y sur de América se traduce en radicalismo liberal hacia el norte. “Todo depende del cristal con que se mire”, ya que las armas auguran la libertad. Hoy atómicas, las espinas del nopal protegen contra la intrusión de las aves migratorias. Las más peligrosas son los entes volátiles que producen nuestro alimento cotidiano: bananas, café, azúcar y otras manufacturas tropicales.
En primer lugar, Vargas Llosa sugiere distinguir entre los datos históricos y el formato. La actualidad académica impone un diseño único llamado ensayo. Sin embargo, esta forma exclusiva de escritura global —abstract, palabras claves, propósito, desarrollo lineal— tacha su precursor literario, dizque confuso en su diagonal. En un mundo incierto, asigna la línea recta como privilegio de la presentación. No sólo toda variedad artística y musical la reduce el “paper” académico. También, lo uniforme se concibe en calco aventajado de lo Real. A la “pop music” —estilo prevalente de la radio— el “pop paper”. La novela, la poesía, el diálogo y el ensayo literario sesgado representarían alternativas rebasadas de la diversidad cultural, en un mundo uniforme. El “paper’ exhibe el calco notarial de la realidad social y su exposición forzada en “Power Point”.
En segundo lugar, la novela sobre la formación de las Repúblicas Bananeras plantea “la verdad de la mentira”. Se trata de un hecho histórico que produce lo natural y lo social. Si la ciencia se ocupa de ofrecer modelos de la realidad, de recolectar datos y documentos primarios, de acercarse a la verdad, uno de sus antónimos, la mentira distorsiona la presencia de lo Real con el objetivo de recrear los hechos en el futuro inmediato. Los hechos los engendra la acción humana en la historia, sea exacta o embuste. Si a la ciencia le interesa la verdad de los hechos actuales, a la política le concierne la creación del futuro, esto es, aplicar la ciencia a su arbitrio e incluso desmentirla. Así, Vargas Llosa demuestra que aborta la democracia en Guatemala. Para el Istmo, la tajante alteración se vuelca en dictadura casi permanente. Ese telón de fondo entona el preludio de las caravanas actuales. A la verdad del presente, la mentira le ofrece proyectos sociales que remedan la lengua como creadora de los objetos que nombra. El nombre de las cosas responde al dictado jurídico de la consciencia humana.
En tercer lugar, a esa mentira creadora del futuro se compagina una idea adicional de la lengua. Si el idioma sirve para comunicar, el mensaje-recado que el hablante (yo) le remite al oyente (tú/vos/Uds.) no es neutro. No interesa informar por una simple presentación imparcial de datos objetivos. No se habla por un noble impulso a compartir. Tampoco se transmite información de valor sin rédito financiero ni político. La verdadera intención del hablante —incluida la mía— consiste en obtener una prebenda oculta, desconocida para la audiencia. Comunicar es sinónimo de manipular la opinión privada o pública en beneficio del hablante. Bajo el mensaje yace un imperativo categórico: “dame eso; hazlo en mi lugar”. El idioma obliga al oyente a actuar, como si adquiriese una deuda por el recado que acepta interpretar. En anticipo de la realidad virtual en el siglo XXI, la propaganda suplanta lo Real. Junto a la mentira, la manipulación de datos transforma la realidad social. Tergiversa el presente político para inventar un proyecto futuro.
Por último, la novela desmorona la reconversión actual del mito positivista del siglo XIX. La ciencia y la tecnología prometen alzar la sociedad humana a un progreso ilimitado. La religión, el arte, la política quedarían sometidas a la mera verborrea, salvo de proseguir los planes peritos según axiomas acreditados. Sin sorpresa, la participación de los técnicos, ingenieros, medios de comunicación, etc. resulta esencial para desarrollar la industria agrícola y su comercialización, sea banana, café, azúcar, madera u otro fruto tropical. Lo importante no proviene de asegurar que —en el eterno retorno de lo mismo— los científicos reciclan su vocación redentora. Por una simple abstracción, siempre se habla de la ciencia y la tecnología como si existiese sin la intervención humana que la aplica en un ámbito social e histórico específico. En el caso particular de Centro América, hacia mediados del siglo XX —previa a la utopía computacional e inteligencia artificial en boga— la tecnocracia proclama la dictadura militar. Acaso la falta de beneficios sociales —vivienda, salud, educación…— predice la utopía del progreso. De no mantener a los países bajo un férreo sistema dictatorial, el adelanto alimenticio del norte fracasaría. Desde la primera guerra mundial en Europa, hasta las guerras civiles en el istmo, la tecnología armamentista corona el progreso social. Tal sería la paradoja conclusiva del cuarteto.
En síntesis, la novela como formato alternativo del “paper” globalizado, la mentira creadora de proyectos políticos, la comunicación manipuladora y el apoyo técnico al militarismo utópico —la famosa Ciudad Letrada, en Latinoamérica— constituyen los cuatro pilares fundacionales de esa novela. Su actualidad es sencilla. Como lo asegura la solución militarista del efecto migratorio —sin resolver las causas del problema— es posible que un nuevo cuarteto restaure la utopía. Hay que militarizar las fronteras sin ofrecer fuentes de trabajo, beneficios laborales, ni pensiones justas, etc. Uniforme – Mentira – Manipulación – Tecnocracia/Ciudad Letrada vuelven a formar la utopía re-volucionaria. El eterno retorno de lo mismo.