Reabriran embajadas pero falta mucho para normalizar relaciones
El 1 de julio los gobiernos de Cuba y Estados Unidos anunciaron que abrirán sus embajadas en veinte días. Es una gran noticia pero para la normalización de las relaciones aún falta mucho, prostate comenzando por el levantamiento del bloqueo.
Emilio Marín
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Raúl Castro y Barack Obama se enviaron sendas cartas, informando de la reapertura de sus respectivas embajadas, que se hará efectivo el 20 de julio. El canciller Bruno Rodríguez Parrilla estará presente en Washington para enarbolar la insignia cubana en su embajada, y John Kerry hará lo propio en su sede yanqui del Malecón habanero. De ese modo se superará la situación existente desde 1977, cuando establecieron relaciones consulares: un consulado cubano en Nueva York y una Sección de Intereses de Norteamérica (SINA) en la isla.
Ese nivel consular era un progreso, teniendo en cuenta que desde el 6 de enero de 1961 se habían roto las relaciones diplomáticas, por decisión de Dwight Eisenhower, que en pocos días más entregaba la Casa Blanca a John F. Kennedy.
Muy poco tiempo después de esa ruptura, en abril de 1961, los EE UU lanzaron la invasión de Bahía de Cochinos, luego de armar, entrenar y pagar a una fuerza contrarrevolucionaria basada en Miami, Guatemala y Nicaragua. Esa tropelía concluyó en tres días con una notable victoria cubana, que por boca de su comandante en jefe, Fidel Castro, proclamó la condición socialista de la revolución.
La nacionalización de industrias, centrales azucareros, refinerías, centrales telefónicas, propiedades de capitales extranjeros, bancos y tierras para la reforma agraria, enfureció al imperialismo. Y aún el de la cara un poco más amable (Kennedy), no estaba dispuesto a permitir que el socialismo triunfara y hablara en castellano. No lo admitía en la lejana URSS y China, menos lo iba a hacer a 145 kilómetros de La Florida. De allí vinieron las agresiones militares de 1961 y la escalada hacia el establecimiento de un bloqueo total en febrero de 1962. Querían ver si la condena al hambre y la sed de todo el pueblo podía generar un levantamiento armado contra «el dictador Castro» (sic).
Uno viene cediendo
Viniendo de esos antecedentes de 11 presidentes que pasaron hasta hoy por la Casa Blanca, se puede valorar más positivamente que Obama haya cambiado de táctica y acordado reabrir las embajadas. Es señal que toda la parafernalia bélica no sirvió para doblegar a su buen vecino…
La reapertura de las legaciones diplomáticas es continuidad del otro anuncio en simultáneo de los dos mandatarios, el 17 de diciembre de 2014, cuando salió a luz la negociación subterránea de un año y medio. Obama apareció en televisión diciendo que serían liberados tres cubanos que tenía presos desde setiembre de 1998. Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y Ramón Labañino eran parte de un grupo de cinco detenidos (dos ya habían sido liberados) que trabajaban para prevenir atentados terroristas desde territorio norteamericano.
Raúl Castro ese mismo día puso en libertad a un espía norteamericano, Alan Gross, y a otro de nacionalidad cubana que trabajaba para la CIA.
Eso fue como un deshielo en la relación bilateral, favorecido por la mediación de Canadá y el papa Francisco, como un primer paso para negociaciones que se proponían en un plazo más bien breve reanudar las relaciones diplomáticas. Y eso es lo que se informó este 1 de julio, con una exigencia previa de Cuba que debió ser satisfecha por Washington: que la sacara de la lista de «países patrocinantes del terrorismo». Ya se sabe quién es el mayor terrorista global, que no es la patria de José Martí. Y también se sabe quién confecciona esas listas, donde no figura ese invasor de Irak y Afganistán.
La inclusión de La Habana en esa tenebrosa lista la hacía inelegible para créditos o donaciones de organismos financieros internacionales. Ahora se le quitó esa mancha artificial. Habrá que ver si esos centros financieros dan créditos a la mayor de las Antillas. El cronista mantiene su gran duda de que eso vaya a ocurrir, pero al menos aquella ya no está más en la nómina de los peores del mundo, donde nunca debió ser puesta.
Roberta y Josefina
Tras el primer anuncio de Castro y Obama comenzaron las rondas de negociaciones a fin de concretar la reapertura de las embajadas. Hubo cuatro diálogos donde se abordaron temas migratorios, cuestiones ambientales y asuntos políticos donde las posiciones fueron y son divergentes, por caso en materia de derechos humanos. La parte norteamericana fue en este punto por lana y volvió trasquilada. Es que cuestionó a Cuba por supuestas violaciones a los derechos humanos y resultó refutada. Y encima su contraparte le endilgó violaciones a esas libertades por la represión y muertes de afroamericanos en 2014 y 2015, así como el salario diferente que perciben las discriminadas mujeres en Estados Unidos
La reciente distinción de la Organización Panamericana de Salud y Organización Mundial de la Salud a Cuba, como primer país del mundo que cortó con la transmisión de VIH y sífilis de la madre embarazada al niño, ayudó a cerrar esa polémica. Es que la ciencia confirmó que la población cubana goza de muchos derechos y conquistas que en otros países no se tienen o cuestan tanto dinero que es sólo accesible para una parte de la población.
La delegación estadounidense a esas reuniones bilaterales fue encabezada por Roberta Jacobson, subsecretaria del Departamento de Estado para Asuntos Hemisféricos. Y la cubana corrió por cuenta de Josefina Vidal, de la sección América del Norte del Minrex.
Estas mujeres se vieron cara a cara fue el 21 y 22 de mayo, al concluir al cuarta ronda de negociaciones en Estados Unidos, Jacobson, considerando que hizo un buen trabajo, fue promovida por Obama como nueva embajadora en México, aunque hay que ver si la derecha republicana y su lobby cubano-americano vota por su confirmación para ese cargo.
Ojo con el mismo error
La buena noticia de que se reabrirán las embajadas debería ser complementado con un llamado de atención a la parte norteamericana. Es muy simple: debe atenerse a la función propia de una sede diplomática y no debe tomarla como un estado mayor para conspirar y agredir al país donde está instalada.
En enero de 1961, cuando esos vínculos se rompieron, la situación era alevosa: Cuba tenía en Washington a 11 diplomáticos y Estados Unidos tenía en La Habana a 300, de los cuales el 80 por ciento eran espías full time de la CIA para tratar de derrocar al gobierno y asesinar a Fidel Castro.
Hoy la Sección de Intereses de Norteamérica trasgrede los límites admitidos internacionalmente para la actividad diplomática. Dicta cursos para «periodistas libres» para que difamen y mientan con alevosía sobre la realidad cubana, organiza reuniones contrarrevolucionarias para coordinar a los llamados «disidentes» (léase mercenarios que cobran de la USAID y otras colaterales de la CIA), etc.
Los diplomáticos de USA que queden a cargo de su embajada deberían respetar la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, aprobada el 18 de Abril de 1961, que entre otras cosas plantea: «Sin perjuicio de sus privilegios e inmunidades, todas las personas que gocen de esos privilegios e inmunidades deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor. También están obligados a no inmiscuirse en los asuntos internos de ese Estado». Si no respetan esa convención, pueden terminar otra vez en su país, de patitas en la calle…
Tres reclamos tres
Una cosa es restablecer las relaciones diplomáticas entre Cuba y su mal vecino, algo auspicioso y positivo, y otra es normalizar ese vínculo, que es un objetivo superior y algo más complejo.
Es que para esa normalización el país agredido plantea tres requisitos, además del más que obvio y elemental de una vinculación en pie de igualdad y respeto mutuo.
Un reclamo es que el imperio ponga fin al ilegal bloqueo, a tono con las sucesivas votaciones en la Asamblea General de la ONU, que por 188 contra 2 (Estados Unidos e Israel) y 3 abstenciones (Islas Micronesia, Marshall y Palau), han dado la razón a Cuba. Esta demanda es tan justa que hasta Obama esta semana pidió al Capitolio el levantamiento de lo que llamó «embargo». Resta saber si ese Legislativo accederá, dominado como está por la derecha republicana.
El otro punto básico es que la base naval de Guantánamo, usurpada por Estados Unidos con cobertura de la Enmienda Platt (1902), sea devuelta a su legítimo dueño, Cuba, previo cierre de la cárcel ilegal y centro de secuestro de prisioneros.
Finalmente, se exige que su mal vecino corte con las transmisiones ilegales de Radio y Televisión Martí, y cese los programas de injerencia tales como el plan Zunzuneo (Twitter), los «cursos» de la embajada, los pagos de la USAID a mercenarios, etc.
Se sabe que la parte norteamericana reclama la indemnización por las propiedades y empresas yanquis expropiadas por la revolución en 1959. Cabe puntualizar que la isla ya pagó a países europeos y ofreció el mismo trato a Estados Unidos, que en su momento no lo aceptó.
Para Washington esa solicitud de indemnización puede ser un arma de doble filo, pues habilitará más a Cuba a reclamarle indemnización por los daños causados en estos 53 años de bloqueo. La última cuenta dio un daño directo de 116.880 millones de dólares. Imagine quién saldrá perdiendo de esas indemnizaciones y compensaciones…