1. LA NAVIDAD DE 1986
Wilfredo Mármol Amaya. Psicólogo y escritor viroleño.
El ambiente se vio interrumpido en medio del vaivén de las copas de los árboles que lanzaban hojas en pleno aire navideño.
Repentinamente, del bus de la ruta 2 a buen seis de la mañana, frente a la improvisada Unidad de Salud de San Jacinto, de la puerta trasera salen como alma que se las lleva el diablo, cuatro hombres cargando a una mujer y una quinta una señora que lleva entre sus manos a una criatura ensangrentada y un cordón umbilical se arrastra sobre la acera. Ingresan a la Unidad de salud en busca de ayuda médica en extrema emergencia.
A pesar de haber sido un hecho sangriento, los noticieros de la televisión y la prensa escrita pecaron de sordomudos, pues hubo absoluto silencio público, solo se dieron cuenta las persona en la parada.
La navidad de 1986, trajo consigo una nueva criatura también expresión del Dios de la vida, a diferencia que nació en un pesebre de lata y muy enmohecido por cierto, mientras el chofer vociferaba a todo pulmón que se escuchaba en la calle: “vamos, vamos, por favor caminen hacia atrás, que hay suficiente espacio para todos
2. RUBENIA Y AQUELLOS DICIEMBRES
Los rayos matutinos llenaban de gracia los pasos de la dama. Rubenia con su mejor vestido aceleraba el camino a la escuela pública. El auditórium lucia abarrotado, una ventisca ingresó por los ventanales al unísono de la voz del señor Director, un tipo mal encarado, bastante gordo del abdomen, cuya hebilla del cinturón se le doblaba hacia adelante.
El maestro del tercer grado empezó a pasar lista, las madres del auditórium, pues no había un tan solo padre, respondían en “presente”.
En el transcurso de la reunión “de padres de familia”, Rubenia en diferentes momentos se mostró somnolienta; al escuchar el nombre de su hija, Rubenia sintió volver a la realidad, se estaba durmiendo, pues a decir estaba muy desvelada.
La noche anterior estuvo en el hospital infantil cuidando de su hija menor, quien lleva tres días de internamiento por una enfermedad en las vías respiratorias; en horas de la tarde, Rubenia había participado en la clausura de su hija mayor que pasó al séptimo grado; al llegar a casa, antes de irse al hospital, había preparado la cena, el desayuno y el almuerzo para el día siguiente. “señora despierte” dijo el señor Director con tono ya muy molesto, expresión que de nuevo regresó a Rubenia a la reunión, ya por segunda ocasión. En medio del letargo del cansancio acumulado, sólo pensaba que ya había agotado los permisos personales, y pronto vendrían las sanciones.
Rubenia trabaja para el Juzgado de Familia y el señor Juez era severo con los descuentos, pues no le temblaba el pulso para señalar a sus empleados, a diferencia de él, que como Juez recibía hasta gastos de representación y gasolina para el carro del Tribunal.
.Rubenia también pensaba que con el bono navideño en su institución más el bendito aguinaldo del 19 de diciembre, saldría con todos “los chillos” que madre soltera son su esperanza, mientras quería salir de la reunión escolar e irse corriendo al hospital y luego a ver a sus hijos. Ya era la víspera de aquellos diciembres sin padre responsable.
3. DIECISEIS AÑOS
“Por favor, por favor que alguien venga al baño de mujeres, un niño está naciendo, en el baño.”
Esta fue la expresión que a grito suelto salía de los servicios sanitarios de mujeres. Un fiscal que transitaba los pasillos de litigantes ingresó ofuscado, puso sobre el suelo el Código Penal y Procesal Penal, se arrodilló, se subió las mangas de la blanca camisa, luego de quitarse el saco azul profundo.
A los pocos minutos una niña linda fue recibida entre sus brazos, sacó el pañuelo para limpiar a la criatura. Fue una noticia ligera en los matutinos de la mañana siguiente.
La madre había llegado esa mañana a la cuarta audiencia decembrina, pensando ya en días de navidad, en busca que el Juez de Familia dictaminará una cuota alimenticia mensual para sus dos hijos mayores, que con la recién nacida seria ahora tres bocas que alimentar, la vida le había enseñado que no habían tales de “pan bajo el brazo”, ante el abandono reiterado y terno del padre de sus hijos, nada más que un policía de la recién creada corporación civil, que de la noche a la mañana “desaparecía” como si nada de las planillas de la Corporación colegiada encargada de la persecución del delito. Los abogados de recursos humanos aducían, que en tal Delegación no estaba registrado el requerido por la mujer, madre de sus hijos.
La madre, una jovencita con apenas dieciséis años no perdía las esperanzas que la justicia cobijaría a su familia, sin desestimar la vergüenza de haber sido atendidas en los baños de mujeres por un profesional de la justicia en uno de los palacios al llaman Centro Integrado de Juzgados de Paz, donde suelen detenerse y perderse los procesos judiciales ante la imposibilidad de ubicar la delegación policial donde son enviados a los miembros de la corporación con el fin de no ser ubicados. La Procuraduría, tampoco podía hacer nada.
La joven madre, conserva la esperanza que un día de estos, la justicia estará de su lado y le den la buena nueva que su ex marido y padre de sus criaturas ha sido localizado, luego de meses de búsqueda infructuosa, y le adjudiquen el 20% de su salario para alimento de la familia, que ya son cuatro personas ya para alimentar, con su estómago.