CUENTOS DIMINUTOS

EL PORTAL DE LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA.

Por Eduardo Badía Serra,

Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

!Así que!

Una pequeña estrella se durmió en una nube. Se quedó suspendida entre las diminutas gotas de agua.

Cuando despertó, ya los pájaros habían cantado al unísono el sueño de amor de Liszt.

¡Y así fue!

¡Así que!

Diana se puso a atender a todas las parturientas.

Sin embargo, ella nunca había dado a luz.

¡Y así fue!

¡Así que!

Eros fue el dios del amor y provocó muchos enamoramientos.

Pero él nunca estuvo enamorado.

¡Y así fue!

¡Así que!

Mientras los peces nadan y los pájaros vuelan, el hombre camina. ¡Va despacio!

¡Y así fue!

¡Así que!

El labriego deja que el río corra. Es porque Horacio no le da la flauta.

¡Y así fue!

¡Así que!

Papageno vuelve una y otra vez a comenzar la tonada. Penélope, de reojo, lo saluda.

¡Y así fue!

¡Así que!

A las flores le salieron alas, y pétalos a los pájaros, escamas al lobo y garras a los peces.

Entonces, Dios hizo la torre de Babel y el hombre entendió.

¡Y así fue!

¡Así que!

El escorpión que le envió Artemisa lo persiguió tanto, que la persecución se trasladó hasta las estrellas.

¡Y así fue!

¡Así que!

Un buen día apareció en el mundo la simetría, y viendo que el eje se encontraba inclinado, procedió de inmediato a enderezarlo.

No alcanzaron los cementerios.

¡Y así fue!

¡Así que!

Andaba el virus buscando su cromosoma, pero como iba desnudo, no duró mucho.

¡Y así fue!

¡Así que!

Trató de leer el Número de Eddington, pero se le terminó el tiempo.

¡Y así fue!

¡Así que!

El número Uno quería mantener encendida la lámpara de Thomson, pero el diablillo le sostuvo el dedo en el interruptor.

¡Y así fue!

¡Así que!

Hizo rodar el barril, y entonces tuvo que comenzar a trabajar.

¡Y así fue!

¡Así que!

El porquero se entendía muy bien con los cerdos. En cambio, el poeta no podía hacerlo con las gentes.

¡Y así fue!

¡Así que!

Voló el ave de Minerva, luego de esperar la llegada del crepúsculo.

¡Y así fue!

¡Así que!

En la noche de los alcaravanes, aparecieron las chinches y los talepates, comieron los pies de los hombres, y desde entonces estos tuvieron que vivir acostados.

¡Y así fue!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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