Redacción Nacionales
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Por años Nelson Enrique Pérez, residente en la colonia San Rafael, San Marcos, al sur del departamento de San Salvador, se ha dedicado a la agricultura, sin embargo, desde hace cuatro años conoció las técnicas agroecológicas impulsadas por el Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada (CESTA), a través de su hija quien en ese momento se integró a los grupos ecológicos de huertos escolares, donde aprendió el método de cultivar libre de químicos y los conocimientos fueron replicados en su familia y la comunidad.
Ahora este hombre se dedica junto a su familia a sembrar maíz, frijoles, hortalizas y algunas plantas medicinales en las faldas del cerro San Jacinto, colindante a la colonia donde vive en el municipio de San Marcos, un terreno de ladera donde es fácil el deslizamiento de las plantas, un tanto barroso, de difícil acceso y con falta de agua, pero sobre todo un suelo desgastado por el uso de agrotóxicos y las técnicas tradicionales de la agricultura.
«Estas tierras están muy desgastadas, la gente decía que esto no servía para cultivar, sin embargo, utilizando los métodos enseñados por CESTA si funciona, un día por semana nos dan capacitación teórico-práctico donde hemos aprendido a preparar la tierra con abono orgánico y hacer repelentes naturales para disminuir las plagas, la cosecha es productiva, lo único que requiere empeño y mucho trabajo, porque estábamos acostumbrados al gramoxone, quemar la tierra y darle fuego a la basura, hoy hemos aprendido a dejar que la basura se pudra e integrar otros componentes que la misma tierra produce», detalló.
Pérez exhortó a las personas y especialmente a los agricultores a cultivar de manera orgánica, aunque implica más esfuerzo físico, pero trae muchos beneficios cuidar la tierra y dejar de utilizar agrotóxicos, porque al final se termina consumiéndolos, por eso es necesario un cambio y aprovechar las herramientas dadas por la misma naturaleza.
Verónica del Rosario Echegoyen, esposa de Nelson Pérez, comentó que en el patio de su casa hace dos años decidió iniciar un huerto con técnicas agroecológicas, el primer año logró sembrar la semilla, algunas de ellas donadas por CESTA para el rescate de semilla criolla; ahora goza de chile verde, tomate, cebolla, güisquil, ejote, elote, pepino, rábano y otras verduras, una parte son para el consumo de la familia y el resto para la venta, lo cual significa un ingreso de dinero extra al hogar.
«Ahora lo que cosechamos es limpio y sin ningún químico, nos han capacitado con técnicas para elaborar abono orgánico y repelente para control de plagas, los productos de esta cosecha son más saludables, además, ahora ya no gasto solo vengo al patio a cortar lo que necesito para cocinar. No es válido decir no tengo espacio, yo he ocupado el patio de mi casa, el todo es quererlo hacer, con el esfuerzo y que uno quiera se puede lograr», enfatizó Echegoyen.
Entre tanto, Anderson Roque, quien junto a su familia tiene un huerto urbano en una parte del terreno donde viven, en el municipio de San Marcos, explicó que a través del proyecto impulsado por el CESTA en varios centros educativos aprendió a preparar repelentes naturales como el apiche, M5, lejía de ceniza, foliar de mora y caldo bordeles, los cuales no dañan los cultivos y son amigable con el medio ambiente pues solamente ayudan a controlar las plagas y hongos, pero no los desaparece, más bien aportan minerales y protección a la planta.
Asimismo, dijo que para los cultivos una familia utiliza el abono bocashi, una técnica japonesa la cual consta de nueve componentes fáciles de conseguir, como es dulce de panela, granza de arroz, compostaje, tierra negra, melaza y estiércol de caballo. Además, en CESTA aprendió a preparar el mejorador de suelo, hecho con estiércol de caballo, hojarasca, ceniza, aserrín y agua.
Según Laura Mejía, coordinadora del programa cero basura del CESTA, la colonia San Rafael de San Marcos es una zona con agricultores de subsistencia y la mayoría por años han trabajado con agroquímicos, pero desde hace cuatro años iniciaron los huertos urbanos familiares con técnicas agroecológicas con jóvenes líderes, surgidos de los centros educativos donde se les enseñó acerca de alimentación saludable y cultivos sin uso de químicos.
«En este lugar estamos rescatando la diversidad de cultivos para que las familias no consuman solo los monocultivos del maíz y frijol, ahora ellos consumen productos saludables y variados, con ellos también se implementó la preparación del suelo, pese a que la comunidad por años ha utilizado químicos, estamos regresamos a las técnicas ancestrales de limpiar la tierra con esfuerzo físico. Nos sentimos contentos porque muchos agricultores están eliminando la práctica de la quema, este año hemos tenido reducción en la quema de los suelos del cerro San Jacinto colindante con la colonia San Rafael de San Marcos», recalcó Mejía.
El CESTA tiene un centro de formación donde un día por semana los grupos reciben los conocimientos teórico-práctico, para aprender a hacer sus huertos y adaptar el terreno a los cultivos, una de las primeras iniciativas es la separación de los desechos producidos en el hogar, que se convierte la materia utilizada para preparar el compostaje, asimismo, se enseña sobre elaborar abono bocashi, repelentes, foliares y luego el proceso de hacer semilleros, a fin de no dejar perder la semilla criolla.
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