por Mauricio Vallejo Márquez
Hoy cumple años mi abuelo. No es brujo, aunque sentía inclinación por los símbolos y tenía mirada de inquisición (a veces). Dudo que tuviera inclinación por las ciencias ocultas, pero nació el mero 31 de octubre y de seguro a horas oscuras.
Nunca decía cuando cumplía años, era casi un secreto de estado. La tarde y noche de cada 31 de octubre en la Santa Clara no se mencionaba el tema, al menos mientras era un niño y me preocupaba de obtener dulces o de disfrazarme. Yo tenía una máscara de Freddy Krueger, quien me castigaba todo el año, y como castigo lo mantenía conferido a una bolsa plástica negra bajo los tesoros de Ursula, hasta que desapareció. Sin embargo, el día de Brujas salía con ese traje, e incluso concursé una vez en una hamburguesería, pero me fuí antes de recibir el premio. Mientras el abuelo guardaba silencio.
Un día, a pocas semanas de finalizar octubre, escuché: «ya va a ser la fiesta de don Tony». Me pareció curiosó y una oreja se me puso atenta. Mi abuela se me quedó viendo y entre risas me dijo: «Es que tu abuelo nació el 31 de octubre, no es que lo estemos molestando poque parezca brujo».
Desde entonces ya no hay día de las brujas para mí, sólo el recuerdo de ese abuelo al que molestaban por haber nacido un día cualquiera en que a alguien se le ocurrió celebrar el día de las brujas.