Georg E. Buletza, Ph. D. I.R.C. F.R.C. (1)
(Revista El Rosacruz, Enero – Marzo 1996)
Lo que observaron los antiguos
En nuestro mundo actual de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo erróneo, existe la tendencia entre muchas personas a pensar que ellas conocen la única fórmula para la salud y el bienestar. Las actitudes que nos permiten decir: “Yo estoy en lo cierto y tú estás en lo equivocado” han acompañado a la raza humana durante mucho tiempo. Los antiguos observaron que dichas actitudes pueden afectar la forma en que percibimos nuestro mundo, nuestras relaciones, nuestras visualizaciones sobre el futuro, nuestra salud y nuestro bienestar. Esta actitud constituyó una de las tres etapas del crecimiento y evolución del ser humano representados en los Misterios de Isis en el antiguo Egipto y en Grecia, así como en las tradiciones alquímicas de la época medieval.
En el transcurso del año se envolvían las estatuas de Isis con ciertos colores que también se usaban para representar las tres etapas del crecimiento personal. En la antigüedad, la primera etapa, o el color rojo, denotaba vitalidad, energía, nueva vida, la inocencia de la infancia. Esta etapa es semejante al sueño, de alguna manera inconsciente y receptora de Naturaleza. Durante esta etapa podemos sentir que de alguna forma estamos desvalidos y que la vida debería encargarse de nosotros. En términos de una situación en la que se recuperara la salud, la relación entre el paciente y el sanador es semejante a la relación entre padre e hijo.
La segunda etapa de crecimiento personal era caracterizada en los misterios mediante los colores negro y blanco. Estos colores representaban la dualidad, el bien y el mal, lo correcto y lo erróneo, la atracción y la repulsión. Tal forma de pensar que formula juicios conduce a expectativas sobre cómo debe ser el mundo, sobre el comportamiento que nosotros y los demás necesitan seguir. En esta fase tendemos a enfocarnos de manera rígida a las realidades que creamos más que a las condiciones, a los regalos que la vida continuamente crea para nosotros.
Los antiguos hicieron hincapié en que las fases y ciclos de la vida eran procesos normales de la Naturaleza. Estos se sucedían unos a otros en una secuencia ordenada y cada uno contribuye al desarrollo de fases futuras. Esto se aplica también al proceso sanador. En la fase de blanco y negro, por ejemplo, los pacientes pueden comenzar a aceptar las propias responsabilidades. Más que esperar una figura paterna que resuelva sus problemas, los pacientes pueden participar siguiendo el consejo de un sanador calificado, llevando una dieta, haciendo ejercicio, respirando y pensando, así como visualizando y meditando activamente. Al participar en su propia curación los pacientes pueden llegar a darse cuenta del potencial curativo interno.
Desarrollando Relaciones Curativas
En ocasiones, durante la etapa de blanco y negro, el paciente intenta asumir una responsabilidad total.
Esto elimina las oportunidades de desarrollar relaciones curativas que nos excluyen a nosotros mismos y a las antiguas soluciones restringidas. Perdemos oportunidades de integrarnos con otros seres humanos que pueden evocar nuevas formas de hacer las cosas y una perspectiva más amplia del mundo. Si nuestras visualizaciones, meditaciones, ejercicios y otras técnicas autocurativas no parecen funcionar, entonces los consideramos nuestras propias fallas indignas. Esto no es autocuración, sino envenenamiento mental.
También para el sanador, la fase de blanco y negro puede conducirle a la infelicidad… a una “obscura noche del alma”. Sin importar el tipo de curación, ya sea médica o metafísica, como sanadores podemos tener la necesidad personal de satisfacer nuestra realidad, de confirmar nuestra convicción de ser buenos sanadores. Cuando no tenemos éxito podemos concluir que somos sanadores deficientes y cambiar nuestra profesión o podemos intentar proteger nuestra convicción mediante una o más de las siguientes estrategias:
1 – Superaremos este problema si lo intentamos con más ahínco, leyendo otro libro, asistiendo a otras conferencias, tomando otro curso… la próxima vez, todo saldrá bien;
2 – Podemos considerar que la culpa es del paciente. Mi terapia es perfecta. Si tan solo siguieran mis órdenes, entonces todo resultaría bien.
3 – Esta no es la clase de enfermedad o de paciente con el que nos enfrentaremos en el futuro.
4 – Podemos consolarnos a nosotros y al paciente considerando que ya se hizo todo lo mejor posible y la mejoría ya está tomando lugar, aun antes de poder apreciarlas.