Georg E. Buletza, Ph. D. I.R.C. –F..R.C. (2)
(Revista El Rosacruz, Enero – Marzo 1996)
Lo que observaron los antiguos
La primera parte de este trabajo cerraba de esta manera:
Cuando no tenemos éxito podemos concluir que somos sanadores deficientes y cambiar nuestra profesión o podemos intentar proteger nuestra convicción mediante una o más de las siguientes estrategias:
1 – Superaremos este problema si lo intentamos con más ahínco, leyendo otro libro, asistiendo a otras conferencias, tomando otro curso… la próxima vez, todo saldrá bien;
2 – Podemos considerar que la culpa es del paciente. Mi terapia es perfecta. Si tan solo siguieran mis órdenes, entonces todo resultaría bien.
3 – Esta no es la clase de enfermedad o de paciente con el que nos enfrentaremos en el futuro.
4 – Podemos consolarnos a nosotros y al paciente considerando que ya se hizo todo lo mejor posible y la mejoría ya está tomando lugar, aun antes de poder apreciarlas.
Continuamos así:
Ya sea que seamos el sanador o el paciente, tendemos a pensar que estrategias como estas nos ayudan a competir en un mundo en blanco y negro. Hacen que crezca la personalidad externa y nos impulsan a pensar que tenemos el control de nuestra vida y nuestros problemas. Incluso si estamos convencidos de tener el control, si aún tenemos el coraje de ir hacia el interior con mente abierta e inquisidora, podemos descubrir que secretamente todavía tememos no estar realmente bajo control; que quizás no somos en realidad “buenos” sanadores, que apenas tratamos, que cometemos errores y somos culpables por fallar.
Atrapados en los extremos de pensamientos duales, ni el sanador ni el paciente son inmunes al envenenamiento mental. El miedo, las supersticiones y la ignorancia y una salud agotada y degenerada, son el resultado del pensamiento dual. La etapa de blanco y negro representaba la muerte en los antiguos misterios y la muerte, a su vez, representaba putrefacción y separación en alquimia. Casi todas las culturas del mundo utilizan el blanco o el negro para representar la muerte. Incluso los colores de muerte también simbolizan el potencial para el renacimiento y la transformación a la tercera etapa de la vida, representada por el oro.
La Etapa de la Sabiduría, Reintegración
El oro es la etapa de la sabiduría, reintegración, totalidad. La idea de un sanador separado del paciente pierde significado en la etapa de oro. Como sanadores, al tratar a nuestros pacientes, obtenemos discernimiento en nuestra vida. Las necesidades de nuestros amigos son nuestras necesidades, las lágrimas de nuestros amigos, las nuestras, la curación de nuestros amigos, nuestra propia curación. En esta etapa de oro no hay separación entre el paciente y el sanador. Somos una humanidad con necesidades y problemas en común e incluso transformaciones en común. La curación y las transformaciones ocurren a través de las relaciones. Como lo indican los estudios Rosacruces, nuestro crecimiento y transformación no ocurre permaneciendo como ermitaños, evitando la integración con otros seres humanos. La transmutación ocurre a través de las pruebas y tribulaciones de nuestras realidades, a través de nuestra interacción con los demás. El trabajo del alquimista está con sus realidades, con lo que él cree que es la verdad a cerca del mundo. Este sutil cambio en la perspectiva de actitud en nuestra consciencia sugiere que más que nuestra prometedora vida cumpla nuestras expectativas, podemos elegir ser transformados por la vida y por las relaciones que atraemos hacia nosotros.
Podemos decidir practicar el arte de curar conscientemente, pero esto se hace sin la coacción de hacer el papel de sanador o de paciente. Cada vez que comenzamos una relación curativa con otros, no sabemos con precisión cuál será el resultado. No sabemos de qué manera nuestra persona puede ser transformada benéficamente. En la etapa de oro, entrar a una relación curativa es una aventura. Es una búsqueda que conduce a un autodescubrimiento siempre mayor. Una apreciación más profunda por el amor que lo une todo.