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Curandera indígena dice que busca sanar «cáncer» político-económico de México

Por Yemeli Ortega

Tuxpan/AFP

Entre tinturas digestivas, pomadas antibióticas y mezclas herbolarias contra el «espanto», María de Jesús Patricio, una curandera de la etnia náhuatl, reflexiona sobre los remedios que necesitará para erradicar el «cáncer» del capitalismo, la corrupción y el crimen organizado que, asegura, tienen a México «casi desahuciado».

Niños, mujeres y campesinos de Tuxpan, Jalisco, un pequeño pueblo entre montañas del oeste de México, acuden a curarse con esta mujer de 53 años, cuya humilde clínica tiene techo de láminas y un pequeño patio donde cultiva sus preciosas plantas medicinales.

Pero además de laureada curandera, Patricio es portavoz del Congreso Nacional Indígena (CNI), que reúne a 43 pueblos y tribus de México y la eligió para buscar una candidatura presidencial en las elecciones de 2018, cuando por primera vez podrán participar candidatos sin afiliación a partidos políticos.

Con sus largos cabellos negros amarrados en coleta de caballo, «Marichuy» -como la conocen sus pacientes y partidarios- atesora sus pócimas en una vitrina de cristal que acomodó en su clínica, frente a un trozo de madera que dice «Ximopanolti» («Bienvenidos», en lengua náhuatl) y una fotografía sepia de la época de la Revolución Mexicana.

«Ha aumentado bastante el estrés, la colitis, antes no había esas enfermedades y ahora son crónicas», asegura con el ceño fruncido la experta herbolaria, al explicar a la AFP que estos y otros padecimientos son consecuencia de la pobreza y marginación que sufren los habitantes, así como de la contaminación del medio ambiente por las grandes empresas.

«Hay que ver más allá, ¿qué es lo que está enfermando a la gente? Es justamente eso, que la economía no está bien distribuida», dice frente al aparador que ofrece por 10 pesos (medio dólar) «hierba del sapo» contra el colesterol y triglicéridos, «sangre de dragón» como antibiótico, y «cáscara sagrada» como tónico contra el estreñimiento y el enojo.

De la herbolaria a la política

La idea de lanzarla como candidata presidencial fue impulsada por la exguerrilla del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que sorprendió a México al levantarse en armas el 1 de enero de 1994.

Con el tiempo, el EZLN se convirtió en un importante movimiento desarmado anticapitalista que reclama tierras, vivienda, educación y salud para los grupos indígenas, que suman unas 7,3 millones de personas, 6,5% del total de la población, según una encuesta oficial de 2015.

«No vemos por separado la medicina (tradicional) de la lucha constante por la autonomía de nuestras comunidades, la salud, la tierra, los recursos naturales … todo va relacionado y es un conjunto que tenemos que defender», asegura Patricio, que para concretar su candidatura deberá reunir más de 800.000 firmas por todo el país.

Pero para esta mujer de piel morena y voz tenue pero firme, el objetivo no es reunir las firmas ni ganar la presidencia, sino organizar un nuevo movimiento anticapitalista entre comunidades indígenas que irá «más allá del 2018 y tiene que ir mucho más allá de México».

Entre Trump y el narco

Con sus altos índices de impunidad, corrupción y desigualdad, México también padece la infiltración del crimen organizado en las instituciones y la sangrienta guerra contra el narcotráfico. «Es como un cáncer» y el país está «casi desahuciado», diagnostica Patricio.

La curandera denuncia que en Jalisco, territorio bajo el yugo del cártel Nueva Generación, «hay mineras que se han metido a fuerza, apoyados por el gobierno y sacan a las personas de la tierra (…) usando a los mismos del narco» para presionar.

Para esta madre con tres hijos, «ya no hay mucha confianza por parte del pueblo hacia el gobierno» porque «está coludido» con el crimen.

Sin embargo, «todavía se puede erradicar» el mal, comenta, antes de recorrer su pequeño huerto habitado por «buganvilia para la tos y romero para la digestión».

Y hablando de política exterior, Patricio reprueba que Trump haya retirado a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el clima.

«A él no le interesa la vida de los habitantes, no le interesa el planeta. Trae intereses muy arriba de seguir prestándose a ese saqueo» de los recursos, opina, al tacharlo de «racista. No solo con los pueblos indígenas sino con todos».

En su laboratorio casero, donde hierve, fermenta, deshidrata, destila y añeja las plantas que también recolecta en el monte, «Marichuy» piensa en su misión de «sacudir conciencias», incluso entre los no indígenas, mientras se abre paso entre sus grandes cucharones de madera, coladores y embudos.

Su antídoto contra el «cáncer» de México será, según ella, a base de los siete principios del CNI: «Servir y no servirse, construir y no destruir, representar y no suplantar, convencer y no vencer, obedecer y no mandar, bajar y no subir, proponer y no imponer».

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