Carlos A. Burgos
[email protected]
Los profesores le decíamos Cabezón en el Instituto Nacional de La Unión, patient no por el tamaño de su cráneo sino por su inteligencia. Corría la primera mitad de la década de los sesenta. El muchacho era Eduardo Espinoza Fiallos, prostate hijo de mis amigos, médico, Antonio Alberto Espinoza y doña Mariana Fiallos de Espinoza.
Esos años impartí las asignaturas de Física y de Matemáticas de cuarto y quinto cursos de bachillerato. A cada muchacho asigné un proyecto de Física. Eduardo elaboró una maqueta de la presa 5 de noviembre en funcionamiento, con la que demostró el principio de conservación de la energía. Con este proyecto se participó en la Feria Nacional de Ciencias del MINED y él vino a San Salvador a explicarlo al público.
El siguiente año participamos en el concurso nacional El Tribunal del Saber, un programa de preguntas y respuestas que transmitía un canal de televisión comercial. De La Unión presentamos a cinco alumnos, entre ellos a Eduardo. Clasificaron por la zona Oriental y compitieron contra el colegio San Luis de Santa Ana, clasificado por la zona Occidental a quien superaron. La final sería con el Externado de San José, clasificado por la zona Central.
Se comenzó con seguridad y prontitud en las respuestas. Al finalizar el tiempo del programa, los de La Unión quedaron cinco puntos arriba. Triunfaron pero… el moderador anunció que iba a realizar otra pregunta con un valor de diez puntos. Esto pareció un acuerdo entre manos o un contubernio, sin duda no querían que una provincia ganara el concurso nacional.
Había expectación. El moderador leyó la pregunta y al instante Eduardo ponchó el botón de luz y después lo hizo uno del Externado. El moderador hizo lo incorrecto: le dio la oportunidad al del Externado. Los nuestros protestaron pero el moderador desapareció del escenario. Les robaron el triunfo.
Eduardo inició su carrera de medicina en la UES. Se graduó como el mejor estudiante de su promoción al mismo tiempo que participaba en el movimiento estudiantil. Fue nombrado docente de Fisiología de la facultad de Medicina. Aquí nos encontramos otra vez cuando me desempeñé como asesor técnico pedagógico de los docentes de medicina. Impartí cursos sobre técnicas de enseñanza utilizando multimedios y Eduardo era participante activo en estos cursos.
El 30 de julio de 1975 el gobierno ordenó el ametrallamiento contra una manifestación de estudiantes universitarios. Eduardo estuvo a punto de ser asesinado por guardias nacionales cuando auxiliaba a compañeros abatidos. De inmediato pasó a la clandestinidad donde atendía heridos. En 1978 fue capturado y lo mantuvieron desaparecido por dos meses. Monseñor Romero, desde su púlpito reclamó el respeto a su vida y pronta libertad. Fue liberado y se convirtió en un perseguido político.
En diciembre 1980, marchó hacia el volcán de Chinchontepec con el pseudónimo de Felipe Dubón. Organizó los servicios médico hospitalarios del frente Paracentral. En 1985 fue capturado y torturado, permaneció ocho meses en el penal Mariona. El 24 de octubre, en Tenancingo, junto con treinta reos políticos y unos cien lisiados de guerra los canjearon por la hija del presidente Duarte. Se reincorporó a la guerrilla en el área de Metapán.
En l992 volvió a la facultad de Medicina. Fue electo decano para el período 1995-1999. El gobierno del FMLN lo nombró Viceministro en el ramo de Salud. Su misión ha sido bien vista por su propuesta de reducción de precios de las medicinas y la reforma del sistema de salud.
Un día de agosto de 2013 nos encontramos en un centro comercial. Me regaló su libro «Relatos de la guerra» sobre sus vivencias en la lucha armada. Le decíamos Cabezón en La Unión, dije a mis amigos presentes.
–Entonces fuiste buen profesor – me dijo Jorge A. Ramírez –. Al mal profesor no lo superan los alumnos.
En el autógrafo leímos: «Profesor Burgos: gracias por su ejemplo y enseñanzas»
–No se lee así – intervino E. Vaquerano –. Dice: tomar una pastilla por la mañana y otra por la tarde.
Reímos con Eduardo y bebimos café con salporas.