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De contador a las aulas

@MoratayaLau

Francisco Martínez es docente titular de bachillerato y encargado de Lenguaje y Literatura del Colegio Jerusalem, decease en San Bartolo, shop Ilopango. Comenzó trabajando como auxiliar contable cuando descubrió su vocación para la enseñanza.

Siete de la mañana

Suena la campana. Se comienza a escuchar en ascenso las conversaciones exaltadas de los jóvenes. Entre gritos y aplausos se saludan con entusiasmo los alumnos de parvularia. Es una ocasión especial, cualquier extraño podría saberlo de inmediato porque no es costumbre ver llegar de particular a muchos niños todos los días. A pesar de eso, se ven algunos uniformados de amarillo y negro.

Globos de todos colores, unos desinflados y otros, aún con aire, guirnaldas de papel, dibujos en foami, lazas grandes con brillantina y una pancarta con el mensaje “Feliz día maestros” adornan el fondo de una tarima. Se sabe que habrá refrigerio. Todos lo comentan, pero también todos sienten el escandaloso olor de los panes con pollo y la infaltable horchata.

Ocho de la mañana

Los papeles se han intercambiado. Dos alumnos, subidos en la tarima y vestidos de manera elegante, llaman a los maestros a formarse. Más de 20, mujeres y hombres, se organizan en dos filas. De fondo, la algarabía de 550 niños sentados en el piso y tratando de ver entre tantas cabezas las dos filas ya formadas, no paraba.

Mientras la música y las voces de los asistentes incrementaban, varios niños salieron del fondo del pasillo. Cada uno llevaba entre sus manos un folder con un mensaje especial para el profesor que les habían designado. Las sonrisas y los gestos de sorpresa de los formados aumentaron cada vez más. Al parecer no sabían en qué consistía la celebración que les habían preparado.

Entre los 20 se encuentra Francisco Martínez. Él es de los últimos de la fila –fueron ordenados según el grado- porque es titular de bachillerato técnico  del Colegio Jerusalem en San Bartolo, Ilopango. Lo acompañan dos niñas con vestidos bancos y moños rosados. Está a la espera de escuchar su nombre por el parlante para desfilar del pasillo hacia la tarima de la mano de las dos alumnas pequeñas.

Ocho y cuarenta. En medio de la fila.

Mientras las primeras maestras desfilaban hacia la tarima, Francisco, un hombre joven, sereno, con un hablar pausado y muy sonriente, sostuvo una pequeña conversación. En ésta contó su experiencia en la enseñanza, un par de anécdotas y una que otra recomendación al sistema educativo desde el colegio donde trabaja.

– ¿Cómo descubrió su vocación para ser maestro?

Cuando estaba en tercer ciclo hubo un maestro de literatura que me inspiró mucho. Su forma de expresarse, la poesía que declamaba y la manera en la que impartía la materia me atraían bastante. Ese fue el inicio.

Luego, en el bachillerato estudié la opción de contaduría, nada que ver con “ser maestro”. Sin embargo, me fue atrayendo más trabajar en el área docente. Fue así como me decidí a estudiar primero inglés. Después de eso, comencé a especializarme en el mundo de la literatura, algo más amplio, y es por eso que decidí ser maestro de lenguaje y literatura.

– ¿Ya no terminó su carrera de contador?

No, porque cuando yo terminé mi bachillerato con opción de contador busqué empleo como auxiliar para seguir pagándome los estudios; ya que yo me los había costeado cuando era estudiante de bachillerato. Sin embargo, no me salió un buen empleo. Yo quería trabajar de contador, pero también tenía esa espinita, mi otra gran área: la docencia.

– ¿Cuántos años tiene de ejercer como maestro?

Tengo 15 años y de estar en el Colegio Jerusalem tengo siete años. He trabajado en varios lugares antes de aquí.

– ¿Qué anécdota puede recordar en sus 15 años como profesor?

Recuerdo varias, entre ellas una mala. En el año 2002, cuando tenía a mi cargo séptimo grado, un estudiante se suicidó. Eso, tanto para la familia como para aquellas personas que estuvimos cerca de él, fue doloroso. Asistí al funeral, viví todo el proceso de duelo. Fue traumático que ese buen estudiante se suicidara por razones sentimentales, sumadas a los problemas que tenía cotidianamente.

– ¿Cómo maneja una situación así un maestro?

En ocasiones como esa, el docente debe desempeñar el papel de un psicólogo, de un amigo, de un consejero. Debe comenzar a tratar ese problema con todos los alumnos, haciéndoles saber que hay que buscar otras soluciones ante ese tipo de problemas. Me recuerdo que les hice mucho hincapié en que el suicidio no es una alternativa. Lo hice por medio de una terapia de grupo. Estuve trabajando durante un mes con todo el grado para dos cosas: para ayudar a superar de mejor manera el dolor que tenían y para evitar otra situación similar.

– En la actualidad, la mayoría de personas no valora al maestro. Piensan que es una profesión mal remunerada, que no es necesaria su labor y que es muy riesgoso. ¿Qué opinión tiene acerca de ese pensamiento?

Esta profesión en realidad es un apostolado. Es una vocación, que como todas, requiere compromiso. Todas las personas que aspiran a ser profesores deben tener vocación. Hace tiempo, el profesor tenía a su cargo un rigor que permitía que los estudiantes le tuvieran respeto. Hoy las leyes han cambiado y ahora el docente, como producto de las leyes, es criticado por los demás, asegurando que éste no hace casi nada.

Yo he conocido personas que han tenido ese comentario, de que los profesores no hacen nada, y al llegar a su casa y ver que se trabaja los fin de semana, preparando clases, calificando exámenes y metiendo notas a cuadros, se han dado cuenta que es un trabajo sacrificado. No solo se trabaja en el colegio o en la escuela, también se hace en la casa.

La profesión del docente quizás se ha visto desvalorizada porque ha habido muchos casos de personas que no tienen la vocación y han puesto en mal la reputación del maestro.

Lo que hacían las escuelas normales de antes era poner varios filtros. Para ser docente se debía tener vocación. Escogían a cierto grupo de personas, de los cuales tenían que pasar por otro colador para graduarse finalmente como maestros.

Ahora, con la apertura de la carrera en todas las universidades, esto ha cambiado. Solo se inscriben y ya. A veces no tienen la capacidad moral, la ética para poder desempeñar bien su trabajo. Esta profesión es bien delicada porque tratamos con humanos. Y son, muchas veces, 500 o 600 seres con personalidades distintas.

– ¿Qué es lo más difícil de ser maestro?

Eso, el trato humano. Saber cómo tratar a cada uno. El maestro aprende bastante porque al inicio, cuando uno comienza, no se tiene mucha tolerancia, pero luego, a medida que va pasando el tiempo, uno se da cuenta que lo humano en la profesión es lo principal.

– ¿Cuál es su filosofía de trabajo?

Yo pienso que cada estudiante debe saber desempeñarse por sí mismo y saber trabajar en grupo. En este tiempo, el trabajo grupal se debe incentivar en el colegio porque las instituciones donde el estudiante va a trabajar valoran mucho lo grupal. No puede haber una compañía que esté dividida porque se va a la quiebra.

Además de eso, pienso que es importante la lectura. Siendo profesor de lenguaje y literatura, mi filosofía es que el pueblo que no lee es subdesarrollado. Aquí casi no hay un empeño en la lectura. A eso le apuesto yo.

– ¿Qué es lo que más le gusta de ser maestro?

La satisfacción de ver a un profesional que me dice maestro, a un médico, a un periodista, un abogado. Por ejemplo, recuerdo que un estudiante que tuve hace varios años formó un movimiento literario. Él era amante de la materia y era muy bueno. Luego lo volví a ver y me sentí muy bien cuando me dijo esa vez: “aprendí mucho de usted”. Esas son las grandes satisfacciones de mi profesión.

Nueve de la mañana

Los alumnos que están en la tarima llaman a Francisco Martínez para que se una con sus otros compañeros en una zona especial que les han preparado para ver el acto. Desfila. Entre aplausos y ovaciones…

***

En el marco de la celebración del día del maestro, diferentes centros escolares, colegios e instituciones se preparan para festejar con entusiasmo a aquellos que han entregado diariamente su paciencia, comprensión y conocimiento a cientos de estudiantes.

En El Salvador, el mes de junio es el mes del maestro. A inicio del mes, las carteleras principales de las escuelas están adornadas con fotografías, poemas, mensajes y dibujos dirigidos a los profesores.

Entre los alumnos surgen ideas para el “acto al maestro”. Un grado se encargará del baile, los bachilleres serán los maestros de ceremonia y parvularia se encargará de la decoración  y los disfraces.

Cada centro escolar, entre ellos el Colegio Jerusalem, rinde homenaje a los que siempre serán recordados por compartir lo que saben a otros.

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