Rafael Lara-Martínez
Tecnológico de Nuevo México
https://nmt.academia.edu/RafaelLara
Desde Comala siempre…
I. Animal dotado de lengua y animal político
A continuación se esboza este doble pedestal, sostén de la ciencia. A imagen del cuerpo humano bípedo, la lengua y la polis conforman las extremidades inferiores. Su moción continua sostiene el torso palpitante de la ciencia y lo encaminan hacia su ideal utópico. No hay firmeza viva del tronco sin las raíces que lo nutran, esto es, ciencia sin habla, fuera de la comunidad política que la financia.
I. I. Lengua
Ya se mencionó que la hipótesis científica propone arraigar la capacidad humana del lenguaje en el cuerpo humano. Mientras la antigüedad griega acierta el zoon logos ejon —la bíblica, el Logos en Arkhe— el problema actual consiste en afincar ese principio (Arkhe) especulativo en el ADN y en el genoma. Existiría un gene lingüístico que propicia el aprendizaje de cualquier lengua (natural language). Trasladado a un territorio ajeno, un recién nacido adquiere el idioma nacional —la lengua regional— de igual manera que un hablante nativo. Si el descubrimiento del gene respaldaría la clonación de seres semi-humanos —dotados de lenguaje— queda abierto a la discusión.
Interesa recalcar que la búsqueda de una gramática universal rebasa la lingüística tradicional —incluida la tipología que clasifica lo diverso según la manera de expresar un concepto particular. La lengua ya no hablaría sólo de sí misma sino remite al cuerpo humano biológico que la habla. En efecto, la tipología lingüística explica que el inglés no declina el verbo como el español —I eat; como—; el náhuatl-mexicano obliga a marcar sujeto y objeto en el verbo —ni-tla-cua, “yo-algo-com(o).
La tipología clasifica lenguas por su manera de expresar conceptos: sujeto, verbo transitivo, etc. Por ello, prosigue el encierro tradicional que hace de la lengua un simple calco de sí misma. No sería la literatura —ni la historia al recolectar documentos— la disciplina que inaugura la cita que se re-cita. La ciencia del lenguaje —las ciencias sociales también— asegura que antes de referir hechos, es necesario re-contar los dichos que alguien manifiesta. Si el poeta admite “torne en mi voz la métrica del persa” (J. L. Borges) —poesía de un poema anterior— el lingüista declara “explico en mi escrito la estructura del informante”.
La lengua habla de la lengua, en remedo del uso coloquial: “entonces dijo que le dijo…”. Simplemente, lo corriente y cotidiano lo formaliza la seriedad del ensayo al re-citar documentación primaria de hechos pasados, ya sin vida ni experiencia directa. Este primer axioma —la cita que re-cita hechos— hace de la poética al centro acto de habla y de la (con)ciencia. De la literatura a la historia —hasta culminar en la lingüística— la lengua gira alrededor de sí misma al instituir la veracidad de los hechos en la palabra, ante todo, en un discurso previo.
Tal sería un universal que C. S. Peirce (1839-1914) llama facultad testimonial como “surgimiento del Yo” en su correlación con Otros. Entre esas personas el neófito desarrolla la disposición innata del idioma. No escucha reglas gramaticales, sino aprende leyendas que refieren la existencia de espectros. Los fantasmas son tan lógicos como que los que K. Marx anuncia en su “Manifiesto Comunista” (1848), en réplica de “Hamlet” (1599-1602) de William Shakespeare en la escena teatral. Simplemente, por llevar el apelativo de la Llorona, la Sihuanaba, el Cipitío, etc. no se les otorga el mismo estatuto científico que las alucinaciones europeas.
Sin embargo, la propuesta de la gramática universal —por necesaria partición científica— supone secundaria este hecho social de la lengua en el habla. Su naturalización —“natural language”— la codifica en el cuerpo, entidad anatómica. Habría un gene lingüístico que posibilita el aprendizaje de todo idioma humano, ya que lo sostiene lo biológico. Hacia ese subsuelo (grounding) universal, la gramática anhela ahondar la investigación, ya que las nociones se localizarían en ese recinto corporal. La hipótesis rebasaría la poeticidad intrínseca de lo humano, al enraizar los conceptos fundacionales en lo bio-químico. Presuntamente, al aislarlo se rebasará la simple creación de lenguajes artificiales —del internet y del ciber-espacio— hacia una inteligencia clonada de la humana. Quizás.
Más que oponer lo complementario —cuerpo y sociedad; gramática y testimonio— ambos pilares se con-jugan como la potencia y el acto. La competencia y su ejecución. No se negaría que el estudio formal de las lenguas conduce hacia la creación de espacios cibernéticos que transmutan la percepción del mundo natural y social. Sin embargo, este ascenso de la lógica no lima las tensiones sociales ni incrementa la creatividad adormecida. Más bien, engendra mundos paralelos donde lo técnico virtual repudia la justicia de lo político —quizás, la invención del arte.
La obra de Noam Chomsky —fundador de la gramática transformacional— atestigua de la dualidad bajo análisis. Sin diálogo ni implicación directa, se desdobla entre lingüística científica y discurso político. No existen dos sujetos, el científico y el político. Tampoco se trata de un sujeto desdoblado en su vivencia cotidiana: diurna en el saber lógico; nocturna en la inventiva política de la palabra. Es uno solo y el mismo, quien reconoce el límite de lo racional en el habla misma y lo extenso de la sinrazón por fuera de lo formal. Chomsky palpa la experiencia goyesca de los monstruos de la razón, bajo el título de lo político. Si la lógica de la gramática universal explica la primera esfera, el discurso político da cuenta de lo social, en la inmediata dualidad constitutiva de lo humano. Es bípedo al orientar su cauce hacia un futuro. Formaliza la lengua sin creatividad po-Ética; despliega un discurso político sin lógica formal que implemente sus enunciados.
Esta disparidad la reconfirman la música y la literatura, imprevisibles en su discurso. De la gramática castellana no se deduce la poética de Sor Juna Inés de la Cruz, la de Alfonsina Storni, la de Jorge Luis Borges, etc,; tampoco de la inglesa se predicen las líricas de los Billboards por venir, ni los discursos presidenciales. La creatividad po-Ética desborda la previsión lógica. Omnipresente en toda actividad humana, la lengua no la agotan sus estructuras escalonadas que —del sonido al sentido— estudia la ciencia del lenguaje. Otras disciplinas desdeñadas —po-Ética; hermenéutica, análisis del discurso, etc.— interpretan hechos del idioma que la rama “pragmática” pretende unificar bajo una sola rúbrica sin Big Bang de lo diverso. Sólo un simplismo agrupa mitológicas, psicoanálisis, poesía, literatura, estudios culturales, crítica del arte, teoría musical, etnografía, compra-venta, diálogo callejero, etc. bajo el pragmatismo de una lógica común.
En dado caso, la lingüística calificaría como única ciencia posible ya que de su análisis se deduciría todo discurso actual y futuro. Con mayor exactitud “cartográfica” que la climatología, se prediría toda disertación por venir. Como el personaje central de “El perseguidor (1959)” en Julio Cortázar, la ciencia del lenguaje asegura “este texto ya lo dije y escribí mañana”. No habría improvisación jazzística posible. El perenne “cotorreo” gira —en eterno retorno— según la trayectoria circular de estructuras universales rígidas.
El desacato se llamaría libre arbitrio —libertad humana en el habla. Como la interpretación musical de una obra consagrada, siempre se presta a disonancias inéditas. Por ello, el término po-Ética parece más pertinente, ya que a doble grafía tensa el enlace invertido entre el hablante y la escucha, en espejeo inevitable: Yo X Tú. Este simple axioma estipularía un principio democrático de disonancia constitutiva entre el dicho del sujeto hablante y la escucha de la interpretación receptora. No hay una sola lectura; son al menos dos en desacuerdo de opuestos complementarios. La poética es dual. Opera en oda musical, a contrapunto sinfónico. Por un lado, existe la elección creativa del emisor; por el otro, su recepción. La primera instaura una poética; la segunda, la exigencia de una ética que acepta la disidencia.
Tal discrepancia no sólo la alimenta la diferencia formal de todo acto de habla. La funda la lengua misma cuya materia en sonido y grafía —los esquemas que Uds. estudian en laboratorios— con frecuencia se diseminan en múltiples sentidos, tal cual los juegos de palabras científicos, antes referidos (STEM, hard), o los albures cotidianos. A ellos se añaden varios conceptos —como el de técnica (Tekhne) misma— los cuales se despojan de su sentido original para revestirse de olvido exacto (hard). La metáfora se arraiga en la manera en que la ciencia intenta difundir su saber fuera del encierro en laboratorio. De nuevo la leyenda “when STEM is in your DNA” no se lee literalmente, sino en tropo que confiesa “cuando la metáfora está en tu cuerpo”.
Así, lo clásico sigue vigente al asegurar que “Ud. es-coja” al discrepar. Esta elección (a)simétrica no sólo depende de su acierto. Por lo contrario, como el concepto actual de democracia, se halla sujeta a debate y, por último, a una sanción jurídica que la refrende. En la lingüística actual, se llama performativo a esa cualidad forense de la palabra que prescribe el ser de las cosas al nombrarlas. “Por la autoridad que me corresponde, la designo embajadora en..”. A Uds. de decidir si el saber positivo de lo natural —energía atómica— afecta su composición interna, transformación en electricidad o en armas nucleares. En todo caso, simplemente miren a su alrededor para advertir que los edificios y jardines re-presentan el reemplazo de lo natural por su destrucción y clonación.
Esta cuarteta de axiomas lingüísticos —Yo X Tú; sonido ≠ sentido; metáfora; performativo o derecho a nombrar— hacen del discurso un campo de disputa entre los diversos autores sociales. De esas personas, quienes ejercen la ciencia no representan sino una fracción mínima en la discusión política y cultural. Queda sin un amplio comentario la ambigüedad de la palabra “tiempo” que del “clima” al “tiempo astronómico” cíclico culmina en la subjetividad de la presencia en ese Yo-Aquí-Ahora que establece los tres ejes de coordenadas de toda lengua: Energía-Espacio-Tiempo.
Yo X Tú Sonido ≠ Sentido
(po-Ética)
X
Metáfora Performativo
Cuatro puntos cardinales de la lengua
(se excluye el tiempo gramatical al centro)
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Para complejizar el concepto de poética, de nuevo se retoma la obra de Aristóteles. La dicotomía opone la historia —hecho concreto de un antiguo acontecer— con la generalización de la poética. Si la historia consigna “RLM comió pupusas ayer”, la poética afirma “los salvadoreños comen pupusas”. En sentido estricto, la hipótesis hacia lo universal —“las guayabas son deliciosas”— contrasta con lo específico comprobado, “esta guayaba está deliciosa”. El traspaso de lo concreto a lo abstracto implica adjuntar un carácter tildado de ficción, en el sentido actual del término. Empero, esta dimensión resulta ineludible, ya que la historia utiliza los mismos recursos lingüísticos que pretende rebasar en su apego referencial a lo concreto.
La narrativa y el relato ofrecen la manera de exponer los datos. El narrar y relatar no señalan fronteras estrictas entre lo factual y la invención. En cambio, la fluidez migratoria diluye toda demarcación entre ambos ámbitos vecinos a recursos idiomáticos semejantes. Además, para completar ese concepto de ficción, lo general conlleva un propósito de resolución. La cuestión no consiste en describir sino en plantear resultados racionales a los problemas al examinar los hechos.
Valgan dos ejemplos, uno natural y el otro social. El estudio químico de aguas en un laboratorio detecta la contaminación. Falta inferir el procedimiento más adecuado para limpiarlas y volverlas potables. Este pro-yecto hacia el porvenir semeja al de la ficción poética. Una novela también aísla ciertas variables sociales a fin de imaginar cómo limar conflictos de hecho. Así, un relato del siglo XIX imagina que la hija de un hacendado —blanca por supuesto— se enamora de un esclavo negro. Juntos forman una nueva sociedad ideal más justa en una pequeña finca remota. Tal es la ficción que inventa soluciones a la disyuntiva social de su época. Nadie imaginaría que la raza no la define el color sino una estructura del genoma imperceptible, salvo la ficción. Descontaminar el agua sería en hidrología un problema técnico similar a justificar la igualdad racial en la poética. Por ello, quizás, el género de la política-ficción anteceda la moda actual de la ciencia-ficción, ambas narrativas comunes en su proceder literario.
Esta compleja trama idiomática conforma el cimiento más sólido de la sociedad humana. Reiterando, el sustrato no facilita la co-municación social sino en un segundo momento. A un nivel más elemental, primario, la lengua instaura la sociedad humana misma y la sub-jetividad de cada uno de sus miembros. Sólo luego de forjar ese principio social y personal, se posibilita la siguiente etapa tal cual la ciencia.
La precedencia de la lengua a todo acto humano —al saber de lo natural— clasifica la lingüística como un “ars poética” (Borges) secundaria, ante el acto de habla. Sin desdeñar su alto valor utilitario, —principio lógico de los lenguajes artificiales— el concepto clave de creatividad guía cualquier tentativa de aplicación teórica y práctica. Despojado de la capacidad de producir (poiesis) nuevos enunciados —incluso agramaticales y textos inéditos— el ser humano deteriora su facultad de inventar otros mundos posibles. Jamás hallaría conclusiones técnicas a los dilemas presentes.
Por esta bifurcación, habría un contraste entre dos lingüísticas, a saber: la conciencia que vive y habita en la lengua, poéticamente, en oposición a la ciencia que la cosifica en objeto. El verdadero diálogo de disciplinas conlleva la lectura conjunta de los opuestos complementarios. Las Arles Liberales (Liberal Arts) leerían ciencia del lenguaje, viceversa, los científicos (STEM), poesía y filosofía poética. Acaso los dos ámbitos se unifican en su designio de “unicidad” del lenguaje humano. La idea de una gramática universal —“math is the universal language”— la anticipa la poesía que destina un “reencuentro con esa lengua única” (Giorgio Agamben, “Idée de la prose” (1988)). Aun si “los comienzos” —feto, larva e infancia— siempre declaran su falta. Hacia esa “vocación infantil del lenguaje humano” (Agamben) se remota la poesía —anhelo “del tiempo original”— y acaso las matemáticas, al (con)fundir los nombres y las cosas.
A continuar…