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DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE LOS VELORIOS

Carlos Hurtado,

Escritor y fotógrafo

Los velorios o velatorios, son tradición con siglos de historia que se originó en el medievo. En esos días de poca salubridad, algunas personas utilizaban platos, vasos y recipientes, fabricados con aleaciones que contenían estaño y plomo. Alimentos ácidos como el tomate, así como la cerveza y el whisky, en contacto con estos utensilios, producían compuestos químicos que intoxicaban a algunos que los consumían, haciéndolos entrar en un estado narcoléptico parecido a la catalepsia, que podía durar varios días.

En esa condición las constantes vitales se reducen al mínimo, haciendo parecer a la persona afectada como muerta. El velatorio, tenía por propósito darle la oportunidad de recuperarse y despertar.

Así inicio en Occidente la costumbre de velar a los muertos.

Dependiendo de los recursos económicos con que cuente la familia doliente, el velatorio se hace en casa o en una funeraria. Por lo general velan el cadáver, habiendo casos donde creman al fallecido y velan sus cenizas.

En la actualidad, los velorios son eventos sociales con funciones diversas.

En ellos se reencuentran amigos y parientes, también se conoce personas que nunca se volverá a ver.

Cuentan chistes y chambres, hablan de política, filosofan, rezan y esparcen rumores. Hacen discursos, cuentan anécdotas y confidencias sobre la persona fallecida.

Hay degustaciones gastronómicas, entre ellas café gourmet de la finca de algún pariente o amigo, pan dulce, pupusas, sándwiches y tamales con gallina o cerdo, que mataron para la ocasión.

Otros asistentes llegan a hacer cosas absurdas. Durante un velorio, con la justificación que así lo hacían allá, un pariente que emigró hace años a Canadá, tuvo la desatinada idea de hacer sentar a toda la familia de la difunta, para tomarle video. Fue un tanto surrealista verlos sentados, inmóviles, inexpresivos y sin hablar, mientras el palurdo, cámara en mano, se paseaba largo rato entre ellos.

Están los que se encargan de llenar la sala mortuoria. Al morir la madre de un amigo, una prima a la que solo veía en velorios, llegó en compañía de su grupo de oración. Estaba mi amigo en un momento de recogimiento, junto al ataúd de su madre, cuando le tocaron la espalda. Al voltear encontró a su prima que, después de darle el pésame, dijo:

—Quería presentarte a los miembros de mi grupo de oración.

Alzó la mirada y vio una fila de 40 personas desconocidas, prestas a darle el pésame una por una. La prima, además de llenar la funeraria, llegó a importunar.

Hay personas que llegan preguntando: “¿Qué pasó? ¿Cómo fue?”, sin importarles que, para satisfacer su curiosidad morbosa, la familia doliente debe revivir recuerdos dolorosos.

Los velatorios son propicios para nuevas amistades e incluso para el romance. Una pariente, en un velorio se hizo novia de un joven al que le presentaron allí. A la salida se fueron a bailar.

Se conocen nuevos parientes. En el velorio de su padre, un amigo conoció catorce nuevos hermanos junto a sus respectivas madres.

Según las costumbres familiares así como las de los asistentes, juegan cartas o a los dados, los niños retozan, gritan y corren por todo el lugar. Se reavivan rencores, hay peleas y puede que resulte otro muerto para un nuevo velorio.

Algunos van y destapan el ataúd, para ver cómo quedó el muerto. Otros lamentan que el ser querido falleció. Igual lo lloran aquellos a los que quedó debiendo dinero sin dejar registro. Están los interesados solo en la herencia. También los resentidos a los que no les dejó nada.

Hay velorios exóticos, con música y bebidas alcohólicas, entre ellas vino, cerveza y licor, para celebrar la vida de la persona fallecida y conmemorar la alegría con que vivió.

Los velorios son, en fin, un suceso que recuerda a los asistentes que son mortales y donde, a la vez, se alegran de no ser ellos quien está dentro del ataúd.

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