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“De la locura a la esperanza. La guerra de 12 años en El Salvador”

Ramón D. Rivas*
Ramón D. Rivas*

Ramón D. Rivas*

En esta ocasión comparto con los lectores las palabras que ofrecí el pasado 28 de agosto en el Palacio Nacional en ocasión de la presentación de tan importante documento para ser leído y reflexionado por las presentes y futuras generaciones de nuestro país. Me es grato saludar a tan selecta audiencia que hoy nos honra con su presencia en uno de los sitios más emblemáticos de nuestro país, ampoule seek me refiero al Palacio Nacional de San Salvador; un edificio con más de 100 años de antigüedad y que se ha convertido en un mudo testigo de una serie de casos históricos que ocurrieron en nuestra capital. No cabe duda que El Salvador ha tenido un pasado muy triste, viagra desde su colonización hasta los tiempos más recientes, donde se libró una guerra civil que causó la muerte de miles de salvadoreños, muchos de ellos inocentes. Este palacio fue testigo de una de las mayores acciones de crueldad cometidas por el Estado contra su misma población, el día en la cual se velaba el cuerpo del pastor mártir de este país; me refiero a Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Quizá no alcance el tiempo para enumerar todos los casos que ocurrieron desde 1979 hasta el año de 1991 frente a este magno edificio, y porque no decirlo, en un país de 20 mil kilómetros cuadrados donde su gente libró una guerra y batallas políticas y sociales para conseguir justicia, derechos y libertad. No obstante, en el 2014 los salvadoreños tenemos el derecho de conocer lo que pasó en ese periodo; así como la obligación de fortalecer nuestra memoria histórica para evolucionar y construir un futuro mejor para nuestros hijos y nuestros nietos. Conocer nuestro pasado debe ser la tarea permanente de los que gobiernan el Estado para no repetir aquellos momentos históricos dolorosos, para reflexionar de los errores cometidos y de cómo se solucionaron. De no hacerse, estaríamos condenados a repetir esos errores que nos causaron mucho dolor y retraso social. Como dice el famoso adagio popular: «Quien no conoce su historia está condenado a repetirla». De ahí la importancia del libro que hoy entregamos a la sociedad salvadoreña por medio del Presidente de la República, Profesor Salvador Sánchez Cerén. Es un libro que por primera vez edita la Dirección de Publicaciones e Impresos de la Secretaría de Cultura de la Presidencia para que las nuevas y futuras  generaciones puedan conocer cómo los salvadoreños vivimos los 12 años de guerra civil que marcaron un doloroso camino a las generaciones de salvadoreños de esa época para poder obtener sus derechos como ciudadanos. El documento es muy valioso porque hace memoria sobre una locura desenfrenada y enfermiza por cazar con batallones élites y de reacción inmediata  a quienes estaban en contra del régimen oligárquico y militar; por perseguir a la fracción mayoritaria de la población salvadoreña que exigía el derecho a la libertad de expresión, a la tierra y al trato equitativo.  Acoso mísero que hizo callar a niños, niñas,  mujeres y  personas adultas mayores del caserío El Mozote, departamento de Morazán  y a las más de trescientas almas que  intentaban cruzar el río Sumpul, al lado del caserío de Las Aradas, departamento de Chalatenango, que huían a Honduras víctimas de la represión, entre otros muchos casos de difícil recordación. El Informe de la Comisión de la Verdad para El Salvador nominado De la locura a la esperanza, la Guerra de 12 años en El Salvador, se convierte en un libro que será asequible a todas aquellas personas que se interesan por construir memoria y conciencia histórica en las actuales generaciones. Este es la primera de una serie de publicaciones que haremos en el marco de un proyecto que tenemos para rescatar la memoria histórica de nuestro pasado más reciente, con el fin de desclasificar información que es muy valiosa para nuestra sociedad para no cometer los errores que pudieron evitarse. Y es que no podemos olvidar esos años de dolor, donde la violencia fue una llamarada que avanzó por los campos de nuestro país y que invadió las aldeas, los caminos y destruyó carreteras y puentes, arrasó las fuentes de energía y las redes transmisoras; llegó a las ciudades, penetró en las familias, en los recintos sagrados y en los centros educativos, tal como lo señala el mismo informe de la Comisión de la Verdad. Todo esto no se puede ni debe olvidar; sería un pecado social imperdonable ocultar este pasado; sería volver el pasado. Ya lo dijo muchos años atrás el obispo de Siria, Teodoreto de Ciro: “constituye una imperdonable forma de injusticia la indiferencia ante el pasado, la memoria histórica garantiza la propia identidad sea personal o colectivamente, por tanto perderla comporta consecuentemente una pérdida de identidad. Por el contrario, reapropiarse del pasado, lleva a una mejor auto comprensión; el recurso a la heredad histórica y su escucha es un modo de salvaguardar, incluso, la identidad y la libertad del hombre”. Por tal motivo, considero muy oportuno que este 28 de agosto de 2014 hagamos pública los hechos que vivieron nuestras familias durante la década de los años 80 y 90. Y aún más, es justo que recordemos que fue una fecha como hoy, hace 33 años atrás, que los países de Francia y México reconocieran y declararan al FMLN-FDR como fuerzas beligerantes aptas para negociar con el gobierno una solución pacífica a los problemas sociales que enfrentaban los salvadoreños. Estas dos naciones hermanas manifestaron su preocupación por los sufrimientos del pueblo salvadoreño que se constituían en peligros potenciales para la estabilidad y la paz. Francia y México hacían con la declaración un llamado a la comunidad internacional para que dentro del marco de la organización de las Naciones Unidas se asegurara la protección de la población civil del país y se facilitara el acercamiento entre las fuerzas políticas salvadoreñas en pugna. Quizá para algunos, la decisión de reconocer al fmln como fuerza beligerante fue un error diplomático; para otros una decisión a tiempo. Lo dijo en su oportunidad la representante de México en El Salvador, Alejandra García Brahim: “Es cierto que el reconocimiento de la beligerancia de la insurgencia salvadoreña fue una decisión compleja y polémica y seguirá siendo controvertida. No obstante, debe destacarse que en su momento, fue necesaria para propiciar una paz viable evitando, así, mayor vulnerabilidad de una fuerza social dispuesta a cambiar las estructuras del país”. Lo cierto es que esta declaración fue la ruta para que las partes en conflicto buscarán el fin del conflicto por la vía negociada. Como lo expresó el sociólogos y politólogo salvadoreño, Rafael Guido Vejar: “La declaración Franco Mexicana fue un acto sorprendente, solidario y altamente creativo: abrió nuevas rutas en las modalidades de la mediación interna e internacional y en los protocolos de los procesos de negociación actuales que persiguen lograr la paz en diferentes países” .Estos son los hechos que nuestra gente debe conocer y reflexionar. No podemos negarles el derecho a saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Por ello, me siento muy entusiasmado y comprometido con la sociedad salvadoreña; porque con este libro que entregaremos al Presidente Sánchez Cerén, iniciamos el proceso de rescatar y visibilizar nuestra memoria histórica, elemento fundamental para reconstruir el pasado y encontrar nuestra identidad como salvadoreños. Desde hoy, nuestro gran objetivo frente a la sociedad salvadoreña será la de Construir un estado respetuoso  de las memorias históricas y promotor de la convivencia pacífica.

*Secretario de Cultura de la Presidencia

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