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De la trinidad teológica en náhuat-pipil Tunal – Metzti – Xulut (segunda entrega)

Rafael Lara-Martínez 

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Desde Comala siempre…

 

E

lla forma una Santísima Trinidad que difiere sensiblemente de la reconocida por la teología hegemónica al reconocerle a la mujer un papel esencial en la reproducción humana y natural.

Habría una simetría, pills a penas insinuada, and entre el santoral católico tradicional y los astros del universo.  La paridad estrella/planeta-santo sería de vital importancia para la investigación de una astronomía indígena.  En general, su estudio tiende a aislar ámbitos que la experiencia pipil conjuga, según cánones occidentales de incomunicación entre la ciencia y la teología astrológica.

La voz masculina 

y las nupcias

Candelario, el único hombre, prosigue el ejemplo sumiso de las demás personalidades femeninas. Pero raya en lo bayunco o cursi cuando después de sufrir un robo, lo único que le ofrece al Niño-Dios es una yuca. “¡Qué yuca!”, dirían los salvadoreños en lenguaje coloquial. De ser así, el verso “cométe este tu yuca” se glosaría “cómete esta yuca”, al igual que “come, que está yuca”.  La ambigüedad es lo propio del habla y de su humor.

Candelario es “historiante”, huehuenche en español mexicano, viejo de carnaval que dirige las travesuras de las celebraciones del fin del año solar o litúrgico: “lo sos historiante viejo”. Parcialmente, su función consiste en presentar las verdades litúrgicas desde una perspectiva indígena.

Esta visión alternativa la desglosa una oración enigmática del Parlamento 3-C.  “¡Válgame que maraviya! / ¡Cuánto ispanguiol tan galán! / ¡Cuánto los ninguios lo istán! / Para me lo voy casar”.  Para una lengua coloquial que se regodea en la ambigüedad plena, una doble interpretación se articularía perfectamente para el verso conclusivo.

La ambigüedad la expresa el uso reflexivo o transitivo del verbo: “me caso” o “lo(s) caso”.  “Me lo voy casar” significa “los voy a casar en mi beneficio, recibiendo yo a uno de esos galanes”, y/o “los voy a casar porque soy la autoridad”, y/o…, etc.  Más allá del doble sentido, me interesa resaltar el enlace directo entre navidad y matrimonio.

Otro Parlamento hace del nacimiento y de la boda un vínculo inmediato de la causa al efecto: “casás porque lo ha nacido/la Ninguio que está en el cuna”.  El nacimiento incita a la boda.  De manera directa —socialmente aceptada— un parlamento posterior restablece el enlace entre el nacimiento de Jesucristo y el deseo de pareja.  “Ay, María, ya me voy/con aquesía mi mujer”.

Junto a la equivalencia Virgen-Luna-Nuestra Madre, San José-Sol-Nuestro Padre e Hijo-Cristo-Venus, la boda de Candelario revela una dimensión insospechada del nacimiento de Jesucristo, esto es, un horizonte de nupcias.  Se trata de una hierogamia entre el cielo y la tierra.

La correlación marital entre lo estelar y lo inframundano la confirmaría la identidad del Niño-Dios con Xulut o Xolotl en náhuatl-mexicano.  Su nacimiento terrenal calcaría el descenso de Venus vespertutio al inframundo.  Esta temática clásica del descenso ad inferos —anterior a Virgilio y a Dante— especifica uno de los tópicos más arraigados de la teología náhuat-pipil según los mitos en su lengua materna (Schultze-Jena, 1935/2011).  Por su descenso, el astro se acopla con lo inframundano y terrenal, por concomitancia temporal, durante el solsticio de invierno.

Acaso ambos temas —la identidad de los santos-astros y el matrimonio— se conjugan en unas nupcias únicas, divina y terrestre.  En este enlace se reúnen el cielo y la tierra, por una parte, y los humanos entre sí, por la otra.  El Niño/Hijo-Cristo-Venus vespertino con el (infra)mundo y Candelario con su consorte concretizarían la doble unión conyugal, celestial y mundana.  El doble encuentro marital resulta un corolario indígena del nacimiento de Jesucristo, es decir, de su descenso al Taltikpak, a la superficie de la Tierra.

El hábitat indígena construye el universo entero como una morada viva u hogar en un entrelazamiento de ámbitos terrestre, humano y cósmico que lo occidental escinde en perímetros incomunicados.  Se trata de una Cuzcatlanología que Baratta intuye, pero no logra explicitar por completo.  De su memoria brota aquí en Comala esa Trinidad olvidada.  San José-Padre-Tutecu = / = Virgen-Madre-Tunantzin = / = Niño Dios-Hijo-Xulut / = Sol — Luna — Venus vespertino (se recuerda que, por principio de dualidad, Venus matutino posee otro nombre y atributo: Nextamalani).

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