Antonio Teshcal,
Escritor
Hace varios años, en un programa infantil, vi un sketch donde un niño preguntaba a otro cual era la diferencia entre justo y correcto, pedía que le explicaran porque no veía la diferencia, la respuesta del otro chico era poco más o menos así: “Si estás en público, y te metes el dedo en la nariz, te queda justo pero no es correcto”.
Esta analogía puede aplicarse perfectamente a la política. Como práctica común, y cada vez más osada, los poderes políticos, en cualquiera de sus oficinas, donde no faltan subordinados, emplean a las personas (o sus parientes) que acompañaron su caravana proselitista, como premio a esa lealtad servilista.
A cualquiera que se le pregunte –y que trabaje como empleado público– podrá dar referencias de una o varias personas que llegaron sin un pelo de meritocracia, siendo colocados autocráticamente, o mal simulando procesos de concursos por oposición cuando la burocracia exige tal papeleo. En cuanto hay algo de poder los políticos imponen a su gente, incluso al costo de cesar a personas que han demostrado capacidad e idoneidad.
De esto podría opinarse que es justo, pues es justo que –si se quiere hacer trabajo que implique cambios reales de mejora verdadera– se tenga gente de confianza para apoyar, y quiénes más confiables que los que demostraron lealtad. Pero no es correcto que se coloque a esta gente únicamente por confianza, sin importar que carezca del menor conocimiento del trabajo que su “puesto” enviste. En estos casos, a falta de habilidades por parte de los nuevos empleados, estos se dedican exclusivamente a ser un dedo en la fosa de la nariz: justo, pero no correcto.
Y como el estado, preciado botín que se acaudala de cada uno de nosotros, enerva desde lo más material como nuestra economía, hasta llegar a lo espiritual como la cultura, a estas alturas todos estaremos pensando en pasados, presente y futuros casos de situaciones donde lo justo y lo correcto se exponen al mayor grado de cinismo.
Y filosofando como niños podemos preguntarnos entonces ¿qué hace un dedo en la nariz?, pues… sacar mocos, a veces rascar o solo obstruir la respiración.