Álvaro Darío Lara
Escritor y poeta
Existe en el certero y hermoso legado del gran fabulista Félix María Samaniego (1745-1801), un texto, que al igual que muchos de su pluma, recrea – en tema y tratamiento- otras finas composiciones de griegos y latinos.
Ahí la impronta de Fedro o de Esopo, se advierte, pero no de manera desdibujada o contrahecha, sino mediante un especial trazo, donde talento e ingenio, se unen fabulosamente, en su afán de moralizadora belleza.
En estos tiempos donde las embestidas al Lar Sagrado son el pan cotidiano, por parte de diversos milanos, nada mejor que abrevar en estas profundas y sabias palabras, para de una vez, aguzar los sentidos y no permitir más yerros, que muchos no advierten, al vitorear –enardecidos- a los futuros y disimulados rapaces.
Leamos, entonces, esta magistral pieza de la literatura española y universal, intitulada: “El Milano y las Palomas”: “A las tristes Palomas un Milano,/sin poderlas pillar, seguía en vano;/ mas él a todas horas /servía de lacayo a estas señoras./ Un día, en fin, hambriento e ingenioso,/ así las dice: ´¿Amáis vuestro reposo,/ vuestra seguridad y conveniencia?/ pues creedme en mi conciencia:/En lugar de ser yo vuestro enemigo, /desde ahora me obligo,/si la banda por rey me aclama luego,/ a tenerla con sosiego,/sin que de garra o pico tema agravio;/
pues tocante a la paz seré un Octavio´./ Las sencillas Palomas consintieron; /aclámanle por rey: ´ ¡Viva, dijeron, /nuestro rey el Milano!´/Sin esperar a más, este tirano/ sobre un vasallo mísero se planta; / déjalo con el viva en la garganta; /y continuando así sus tiranías, /acabó con el reino en cuatro días”. Sentencia la moraleja: “Quien al poder se acoja de un malvado/ será, en vez de feliz, un desdichado”.
Hemos heredado desde nuestros albores como República, los males más siniestros de la oscura administración colonial, tan interesadamente barroca y burocrática, donde lo que menos campeaba era la probidad de sus funcionarios. Desgraciadamente, en lugar de erradicar éstos y otros vicios históricos, los hemos continuado acrecentando.
Cada vez que permitimos que los milanos de distinto signo, endulcen nuestros oídos y voluntades, lo que sucede es por desgracia previsible: el despeñadero total, el caos.
Por otra parte, a la Patria no sólo se le agrede con las fangosas pezuñas del latrocinio, también se le hiere -de muerte- cuando, como en la fábula de “El burro flautista”, el instrumento sonará, finalmente, no por la idoneidad del intérprete, sino como resultado del más puro azar.
Por ello, cuán viva está, entre nosotros, aquella voz desgarrada que a inicios del siglo pasado, clamaba proféticamente: “No oirás a los politiqueros. No creerás en los politiqueros. Sus programas, sus discursos, han hartado. Y cuando dicen Patria quieren decir estómago; cuando dicen Derechos, explotación; cuando dicen República, oligarquía; cuando dicen ciudadano, esclavo” (Normas Supremas de Camilo Campos).
Apoyar la mano de la justicia, para esclarecer, las distintas arremetidas, de los distintos milanos, en contra del Lar Sagrado, debe ser un imperativo ético para todos los que amamos esta región del Mundo, merecedora, de otros horizontes.