Por: Rolando Alvarenga
Siempre voy a sostener que periodísticamente nunca he tenido ni tengo nada en contra de ningún atleta, entrenador, federativo o cualquier personaje de nuestro folclor deportivo. Lo mío simplemente es periodismo frío y profesional, fundamentado en una experiencia de cuatro décadas. Reitero, le guste o no le guste al “Comité”, lo mío es un derecho democrático a la libre expresión para llamarle al pan, pan y al vino, vino.
Dejando constancia de lo anterior, pasemos al tema del día: el micro-contingente de siete atletas que viajan a representar a El Salvador a los Juegos Olímpicos de Río 2016.
De entrada, es obvio que significa un nuevo récord de retroceso con respecto a la asistencia a los Juegos Olímpicos anteriores y es el aviso de que, sí administrativamente no se cambia la cabeza y la cúpula del “Comité”, quien sabe si El Salvador alcance a llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
¿Qué posibilidades de obtener una medalla le veo a estos chicos y chicas? Honestamente y con los pies en la tierra ¡ninguna! Es que después de cuatro décadas de andar en el mundo periodístico deportivo y teniendo muy claro lo que es el nivel olímpico y mundial, yo no puedo aceptar que me den atol con el dedo y no compro humo. Una cosa son las ganas, los sueños, las ilusiones de querer tocar el cielo y otra es nuestra triste realidad que pasa por todo.
Tal vez, arriesgándome a morderme la lengua, creo que los que más cerca pueden estar de cumplir una sobresaliente actuación sean el nadador Marcelo Acosta, por su trabajo constante en un país como Estados Unidos que tiene alto nivel acuático y porque tengo entendido que trabaja fuerte. El otro, aunque para mí es una incógnita, pero se dice que “está bien ranqueado”, podría ser el velerista Enrique
Arathoon.
Por lo demás, a Lilian Castro, de Tiro, creo que el post parto le pasará factura y difícilmente logre una puntería de puntaje para entrar entre las primeras olímpicas del mundo, pero por ganas no se quedará.
El marchista de los 50 kilómetros, Luis López, está muy lejos del nivel de Erick Barrondo que sorprendió al mundo y ganó la plata para Guatemala en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Sobre el judoca Diego Turcios, que hace pocas semanas se presentó en esta capital, tengo más dudas que esperanzas y no creo que pueda con la misión en los 81 kilos.
En lo que respecta a las invitadas, Rebeca Quinteros, de Natación, todavía está muy lejos de lo que un día fue Pamela Benitez y la marchista de los 20 kilómetros, Yessenia Miranda, que si bien ganó recientemente la prueba de los 10 kilómetros marcha del NACAC, creo que está lejos de los que fue Cristina López en el año 2007.
Reitero, mi proyección parte de la realidad del nivel olímpico que enfrentarán y de lo pobre que en este país se trabaja en la preparación de los atletas. ¿Y sí regresan con siete medallas? ¡Será increíble! y no me temblará el pulso para reconocerlo y publicarlo.
Ahora bien, con relación a los que se quedaron en la ruta a Río y que merecían estar en la máxima fiesta olímpica universal, lamento los casos del remero santaneco Roberto Carlos López y del “pequeño Sansón migueleño”, Julio Salamanca. Dos atletas que por su humildad y trabajo tenaz merecían el boleto, pero sus marcas no les alcanzaron. Hubo un tercero que ya casi agarraba la clasificación, pero fue víctima de un “karma” familiar. ¡Cosas del olimpismo!