José Roberto Osorio
Tal vez Usted esté de acuerdo que en este país, viagra tan dejado de la mano de Dios, online hay prácticas culturales que conducen al cambio del nombre de las personas. No se trata, cialis como en otros idiomas de un “nickname”, o apodo, alias o sobrenombre. Era el nombre de la persona, que a veces por cariño, se le modificaba y en ciertos casos sustantivamente.
Tal vez recuerde que a los llamados José, se les denominaba “Chepe”. Recuerdo con cariño a una profesora, la “Niña Chepita” (Josefa), que a pesar de su severidad y rigor, respetábamos y queríamos, entendiendo que su principal preocupación era educarnos.
Si el nombre era Isabel, tan lindo nombre de reinas, se cambiaba a Chabela o Chabe, según el sexo. Al llamarse Ester, nombre bíblico tan precioso, Usted podría terminar siendo la “Tey”. Francisco, se transformaba en “Paco”, nombre que recuerda a un ex presidente en conflicto con la ley.
Jesús, el nombre de Dios era “Chus” para ambos sexos. “Beto” servía igualmente para Albertos, Robertos, Gualbertos y otros nombres parecidos.
Catalina, nombre elegantísimo, se transformada simplemente en “Cata”, o la “Catocha”.
Antonio/a venían a ser Toño o Toña, según género. Recuerdo a Toño Salazar (QEPD), nuestro egregio caricaturista.
Anastacio/a devenía en “Tacho” o “Tacha”, según hombre o mujer y probablemente esté de acuerdo que con el cambio no se ganaba mucho.
Joaquín, podría ser “Quincho”; Cayetana, “la Tana”, Ernesto, “Neto”, Rafael, “Lito”, Héctor; “Teto”; Juventino, Tino o Tina, según; Patricia, “la Ticha”; Serafina, “la Fina”; Sofía, “Chofi”; Eduardo, “Guayo”. Un compañero de estudios se llamaba Florencio y le llamábamos “Lencho” y cuando lo tratábamos bien, “Lenchito”.
Recuerdo además: Salvador: “Chamba”; Socorro: “la Coyo”; Octavio: “Tavo”; Mauricio: “Güicho”; Encarnación y Concepción: “Chon”; Enrique: “Quique; Edmundo: “Mundo”; Tránsito: “Tancho; Eugenia: “la Geña”; Eulalio: “Lalo”; Dolores: “Lola”; Federico: “Lico”; Graciela: “Chela”; Gregorio: “Goyo”; Guillermo: “Memo”; Manuel: “Meme”; Rosa: “Chita”; Rosario: “Chayo”; Hortensia: “Tencha”; Ignacio: “Nacho”; Leonor: “Noy”; Margarita: “Yita”; Vicente: “Chente”; Victoria: “Toya”; Timoteo: “Teyo”; Narciso: “Chicho”. Posiblemente esté de acuerdo en que estos nombres ya no se usan, o al menos, se hace solo a nivel familiar.
Usted, seguramente recordará otros ejemplos que puede incluir si lo desea.
Como las cosas cambian, incluso los nombres, la Toya (Victoria) ahora es Vicky; Carlos, es Charly; Mauricio no es “Guicho”, sino que “Mauri”; Fernando (“Nando”), ahora es “Ferdy”.
Además como los nuevos salvadoreños se llaman ahora, Maikol Yacson (sic); Britni (sic); Marilyn; Kevin, John; Brayan; Cindy, es difícil buscar otra variante del nombre.
Sería interesante que los especialistas en el tema, pudiesen recopilar estas denominaciones, y, asimismo, las razones o motivos que se encontraban tras los cambios, como el diminutivo, que podría implicar cariño a la persona, por ejemplo.