Roberto Armijo
Para William
Hermano, el Arte es terco, amargo y triste.
Raras, contadas veces nos consuela.
Nos hunde en aflicción y nos desvela;
Pero el turbado corazón insiste
En descifrar enigmas, lo que existe
Y tiembla en el verdor de la pradera,
En las llanuras y la primavera
Porque el misterio del amor persiste
A pesar de la noche, de los claros
Instantes de quietud. Somos los raros
Y ciegos animales soñadores
Que erramos por el mundo, pensativos,
Descubriendo lo eterno, los cautivos
Latidos de los astros en las flores…
A Ana María, amor mío
Y provinciano yo venía de cielos azules
De estrellas nuevas que soñaron Plinio el Anciano
Séneca y el Dante
¿Y qué significó para mí
Este raro amor a nuevas lunas llenas sobre los viñedos
Y fugaces estrellas sobre el Sena?
Y sin embargo yo venía del sur extenso
Y misterios
Y lleno de desiertos
Selvas océanos y paisajes
¿Y qué fue entonces amor mío de tus trenzas derramadas
Como los grandes ríos de América?
El centro y el sur fueron los bosques
Las prodigiosas ciudades mayas protegidas por las selvas
Y la visión para el poeta de otras edades de oro
Para el mundo
¡Poesía, ven siempre! No me dejes
nunca. Sin vos, ¿quien soy?… Me volvería
peor de lo que soy, y no tendría
paz. ¡Poesía atroz, ya no me vejes!
¡Poesía, ven siempre! No te alejes.
Si huyes caigo sin luz en la sombría
bolsa marsupial del tiempo. ¡Sería
polvo y humo! Poeta no te quejes.
Haz de mis días, aires de una rosa
para todos. Mi pueblo se destroza
en grito y sangre por la primavera.
¡Teta mía, restáñame la herida
que desde que nací, ha sido mi vida!
¡Tu lobezno, soy yo, loba matrera!