Carlos Mauricio Hernández
La algarabía mediática hecha por Arena hace pocos meses cuando realizaron elecciones internas para elegir a candidatos a diputados y alcaldes a nivel nacional se ha visto fuertemente atacada de una manera demoledora. Lo curioso del caso que ese embate no le viene a este partido de fuerzas externas al mismo. Ha sido creado por la élite partidaria al hacer a un lado al candidato que resultó electo por la mayoría de votantes areneros cuando se decantaron por Norman Quijano. Por más que se quiera decir públicamente, no rx nadie con mediana sensatez puede tomar por cierto que Quijano renunció por pura voluntad propia. Sus declaraciones reflejaron que tenía muy claro su deseo. Estaba seguro de ser el mejor arenero para hacerle frente a la campaña por sostener la comuna capitalina y así fue ratificado en julio de este año.
Las frases de Jorge Velado contra el FMLN fueron de tal magnitud que llegó a afirmar que la diferencia entre ambos partidos era ese ejercicio democrático de elecciones internas limpias y transparentes que los demás no tienen o son incapaces de hacerlas sin amaños. La conclusión necesaria era que Arena es un partido con democracia al interior mientras que el otro partido habría optado por la línea del “dedazo”. Lo cual es de suma importancia para un país con anhelos de darle fuerza a la forma de gobierno democrática, hospital ya que no es lo mismo tener partidos con mecanismos internos que expresen el sentir y la voluntad de las bases que aquellos en los cuales sólo funcionan bajo criterios establecidos por las cúpulas o élites partidarias. Estos últimos caen en la gran paradoja de querer la democracia para el país sin ser ellos mismos democráticos. Es simplemente un sinsentido debido a que un régimen de este tipo necesita que se impregne su lógica en todos los ámbitos posibles y los partidos políticos, en tanto instrumentos para acceder al poder estatal, tienen una obligación enorme para dejarse democratizar internamente.
Arena asumió este discurso con sus internas para mostrarse coherente con la democracia predicada hacia fuera y así pretendió de paso dejar mal visto a otros partidos, especialmente al FMLN, de ser incoherentes y con mecanismos internos elitistas y por tanto, antidemocráticos a la hora de seleccionar a las personas para competir en elecciones. Pero esta máscara duró muy pocos días, la estrategia discursiva democrática fue hecha a un lado y de una forma escandalosa apareció Quijano (elegido democráticamente al interior del partido) “haciéndose” a un lado para darle paso Edwin Zamora (elegido por la cúpula partidaria, no por las bases) como candidato a la alcaldía de San Salvador. Parece que el discurso de los días previos y posteriores a las internas de Arena quedó en el olvido. Velado ha dejado de hacer alusión a la importancia de éstas y se ha dedicado a justificar la renuncia de Quijano con la idea que él ha cerrado un ciclo de su vida política. No parece caer en la cuenta de lo grave y contradictorio que esto ha implicado, lo vean o no lo vean así las bases de su partido. De esta manera cae por su propio peso la farsa detrás de las internas: Arena no funciona con una lógica democrática. Se convirtió en lo que tanto le achacó al Frente y demostró que, por un lado, quien toma las decisiones vitales no son las bases y por otro, que importa poco o nada lo que expresen la mayoría de sus votantes.
Con todo, está claro que todo partido político tiene como meta principal llegar al poder y colocar al fin de cuentas a las personas que se considere más aptas para competir en una elección y que el cambio de candidato es parte de las estrategias válidas para ello, sin embargo, no es lo que normalmente se escucha en los discursos de líderes partidarios. Es importante aprender de este caso insignia para comprender cómo es que funciona no sólo Arena sino muchos partidos políticos en el contexto actual: predican una cosa pero hacen otra que contradice el contenido mismo de su prédica. En este sentido, se hace necesaria una búsqueda por transformar desde dentro los partidos para que le den más importancia a la expresión desde abajo, por reconocer que las bases muchas veces silenciadas o despreciadas tienen también derecho de elegir e interferir en los asuntos de sus respectivas organizaciones político-electorales y para en última instancia, tener mecanismos de funcionamiento interior más acorde con los principios democráticos de diálogo, debate y decisiones consensuadas.