MARVIN GUERRA JARQUÍN,
Escritor
“La vida es fácil, lo difícil es sobrevivirla”
Hoy es un lunes tan especial, como puede ser cualquier otro lunes.
A diario salgo a enfrentar los 10 kilómetros de tráfico para llegar a mi trabajo, es una fila incesante, donde el más corto de los descuidos se paga caro recibiendo bofetones en forma de palabras y cornetazos, que cruzan por los cristales y llegan frescos hasta el sitio del conductor.
Mientras avanzaba por la calle a Monserrat, que al nivel en que me encontraba bien podría llamarse “calle al IVU”, recibí una buena lección de la nula educación vial que los salvadoreños tenemos, ya que al ver rebosante la continuación de la vía, decidí permitir el paso a los vehículos que deben desviarse a la izquierda para incorporarse a la colonia Vista Hermosa. Mi osadía fue cobrada con creces, cuando recibí una serie de pitidos, claxonazos y los infaltables saludes a mi madre que a esa hora debería aún estar descansando, y que ante la sonora mención de su recuerdo probablemente solo haya volteado en su cama, mientras yo, luego de dos cuadras, todavía aguantaba a algunos que seguían saludándome por permitir el paso a los demás.
¿A caso en este país hace falta empatía?
Hoy es un miércoles tan especial, como puede ser… pero esperen, hoy es día de pago, así que este miércoles ¡si es especial!
A pesar de que el dinero que se recibe es poco para cualquier esfuerzo, siempre el día de pago me pone feliz, es una sensación difícil de explicar, pero lo que si puedo asegurar es que nos hace Reyes por la mañana, emperadores por la tarde y mendigos por la noche. Sobretodo, si esa noche también debemos seguir en el trabajo.
Me preparé desde un par de días antes, sabía que la jornada sería dura, en el trabajo que hago las noches suelen ser largas y atareadas, y es que nacer y quererse no tienen horario ni fecha, como dice el “caballo viejo”.
Fui requerido en tantas ocasiones como horas tiene la noche, para evaluar a una señora joven y regordeta, que sudaba a gruesos goterones, y que soltaba gritos de lamento y frustración cuando mi respuesta era la misma: “No hija, a usted todavía no le toca”. Y creo que su tristeza aumentaba, cuando al empezar el regreso siempre alguna de sus compañeras de habitación, me pedía ser examinada, encontrándola con mayor medida de dilatación, obligándome a trasladarla, mientras ella se quedaba cada vez más sola en el pabellón.
El colmo llegó cuando por error de la noche que ya colgaba de mis párpados y me impedía abrir bien los ojos, exámine antes a la única compañera que le quedaba en el recinto, descubriéndola con total dilatación, por lo que dejando todo a un lado tuvimos que correr hacia el sitio de expulsión. Mientras a lo lejos escuchaba el sollozo de ella, que ya era la única paciente que aún no había podido avanzar.
Tan pronto pude volví y la encontré de pie, los primeros rayos solares se asomaban ya por la ventana, y sus ojos enrojecidos me mostraron que había estado en vela toda la noche, sin quererlo se había convertido en mi compañera, le pedí que se acostara para poder evaluarla, pero su cara me reveló que estaba exhausta y frustrada, con las mejores maneras que puedo tener a las 5:30 de la mañana, después de no haber dormido nada, la convencí de que me permitiera revisar su progreso,”¡y ah, sorpresa!, la encontré lista para expulsar. (Tuvimos que correr, y llegamos justo cuando la cabeza coronaba)
Hoy es un viernes tan especial, como podría ser… Pero es viernes y ¡los viernes siempre son especiales!
Después de pelear con el tráfico matinal, trabajar por la mañana, y realizar largas filas por la tarde, para hacer los sagrados pagos de cada mes, decidí divagar un poco caminando y viendo aparadores, que aquí se conoce como “vitrinear”, y que desde niño me resulta relajante.
Mientras disfrutaba del olor a papel y carpetas en una tienda de insumos para oficina, sentí unos ojos clavados en la espalda, que no me dejaban posibilidad a moverme, di vuelta y era mi amiga Holandesa Mariam Bouss, ya llevo meses de conocerle y ese día me pareció que fuimos víctimas de una serendipia, esa casualidad bien intencionada. Contrario a lo que pensamos, los Europeos son muy organizados y en sus vidas tan cuadriculadas la dueña del destino de todos los cristoaméricanos, y a la que llamamos casualidad, no tiene lugar.
Casi me vi obligado a suplicarle que me permitiera treinta minutos de su agenda para tomar un café y conocer más de su país, que por cierto es en realidad una confederación de países de pequeña envergadura, están situados bajo el nivel del mar, hablan el antecesor al alemán moderno, aman las bicicletas, el queso y los zapatos de madera.
Luego de hacer de Mariam Bouss víctima de la tan latinoamericana casualidad, me despedí con un beso, mientras reía por haberla sacado de la rutina.